Uno tras otro se suceden los acontecimientos diariamente que no dan respiro. La desaparición de los fondos, los robos y las sospechas. Los asaltos, los discursos contradictorios y un sin fin de satélites que giran alrededor de estos temas opacan los problemas que genuinamente deben ser resueltos.
Es paradójico que mientras el temor y la inseguridad ciudadana reclaman por soluciones al gobierno, este a su vez se ve como una víctima más de los asaltos, por decirlo de alguna manera. Mientras tanto, como si se tratase de un universo paralelo, los índices de cesantía han aumentado por séptimo mes consecutivo, la educación en crisis, la violencia escolar desbordada, los profesores en paro, la deserción escolar sin resolver y los índices de depresión y de suicidabilidad se alzan por sobre el 50 % en los jóvenes. Pero todo pasa a segundo y tercer plano.
Suma y sigue. La alta tasa de homicidios como nunca habíamos tenido, la delincuencia, los narco funerales, todo dejó de existir. Porque ya no es noticia y nadie habla de esto. La contingencia actúa con tal voracidad, que excede todas nuestras necesidades, las urgencias que deben ser resueltas ahora. Si esperamos hacerlo más adelante estamos equivocados, el futuro no espera, el futuro es hoy. Si seguimos caminando en este universo paralelo terminaremos siendo devorados por esta vorágine insaciable de corrupción.
La pregunta es ¿hasta cuándo estamos dispuestos a entregar terreno a la contingencia y dejamos a un lado los problemas reales y tangibles sin respuesta?
Jacqueline Deutsch G.