Señor Director,

En los albores de la patria, el Libertador General Bernardo O’Higgins señaló: «Para ser Oficial de Ejército, no se exigen más pruebas de nobleza que las verdaderas que forman el mérito, la virtud y el patriotismo». No cabe duda de que estos nobles ideales enaltecen la profesión del soldado. Sin embargo, en la actualidad, se le suma un factor importante: el factor económico.

Los altos costos de la Escuela Militar llevan a menudo a sus estudiantes, que provienen de familias de pocos recursos, a solicitar préstamos o créditos para pagar sus carreras y servir al país. Mientras que, para aquellas familias de clases más acomodadas, es mucho más fácil continuar con sus estudios sin la carga mental y económica que conlleva estar pendiente del bolsillo.

Tomando lo anterior en cuenta, ¿Por qué no es el Estado quien financie parte de la carrera de Oficiales? ¿No debería ser el Estado quien ayude a aquellos verdaderos chilenos con ansias de servir a su país? ¿No debería el Estado fomentar el ascenso social y el servicio a su nación? Espero que algún día el Ejército de Chile esté conformado en su totalidad por fuerzas de élite y no un grupo de fuerzas elitistas.

Ronal González Ulloa

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