Cada vez que el 11 de septiembre de 1973 cumple una década, se impone un difícil desafío para el gobierno de turno. Cuando se cumplieron 20 años, Patricio Aylwin llevaba tres años de mandato y cada sector conmemoró por su lado. En La Moneda se hizo una misa donde participaron dirigentes de la Concertación y la viuda de Salvador Allende, Hortensia Bussi, mientras que el aún comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, hizo lo propio en la Escuela Militar. Afuera, la violencia arreciaba y la jornada terminó con dos muertos.
Para los 30 años, en 2003, cuando varios casos de violaciones a los derechos humanos estaban en la justicia, la entonces ministra de Defensa, Michelle Bachelet, hizo reservadas gestiones para realizar por primera vez una ceremonia con todos los actores políticos y las Fuerzas Armadas, pero una movida que se atribuyó al Partido Comunista (PC) desbarató sus planes. Un ánimo de poca colaboración que 20 años después vuelve a aparecer cuando el Presidente Gabriel Boric busca materializar la conmemoración más ambiciosa.
Esto, porque críticas de ese partido y de organizaciones de derechos humanos, provocaron la renuncia del asesor presidencial para los 50 años, Patricio Fernández, tras acusarlo de “relativizar” la ilegitimidad del golpe, lo que ha dado pie a un sinnúmero de debates sobre los términos y matices en que Boric quiere que todas las fuerzas políticas firmen un histórico acuerdo donde se condene los quiebres democráticos. Él ha señalado que no quiere imponer una verdad oficial, sino reconocer hechos. Una historia que se repite, que va cada día más cuesta arriba y que sus antecesores tampoco pudieron superar.
Los 30 años: el PC y las ideas de unidad de Bachelet
En 2003, el Presidente Ricardo Lagos lideró un masivo acto ecuménico en el Patio de los Naranjos. El hito de la jornada fue la reapertura de la puerta de Morandé 80, ingreso clausurado desde 1973.
En paralelo, Pinochet recibió en su casa a quien fuera comandante en jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre y a la directiva de la Fundación Pinochet, a quienes les dio la banda presidencial que usó desde 1981. La noche anterior, cerca de cuatro mil personas se reunieron en CasaPiedra para rendir homenaje a las Fuerzas Armadas.
Pero ese no era el plan ideal para los 30 años. El plan era darle un cierre a la transición en un acto donde lejos de estar separados, convergieran el gobierno, las fuerzas políticas y las Fuerzas Armadas en momentos en que varios casos de crímenes a los DD.HH. abordados en la Mesa de Diálogo para dar a conocer el paradero de detenidos desaparecidos, entrarían en fase acusatoria, instancia rechazada por el PC el año anterior.
Esa idea la trabajó por cerca de un año Michelle Bachelet. Para ello, se reunió con iglesias y los altos mandos de las FF.AA., las que además tomarían contacto con las áreas más duras del mundo militar, como los ex uniformados.
Ya habían habido señales de reencuentro cuando el Ejército rindió homenaje a su ex comandante en jefe, Carlos Prats, en una misa donde asistieron sus hijas y Bachelet. También hubo gestos de Cheyre. Además, según la prensa de la época, la Fuerza Aérea también había tenido reuniones privadas con mandos contrarios al golpe.
Sin embargo, pasó algo sorpresivo: una serie de publicaciones en prensa vincularon a Bachelet con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Ella lo atribuyó a una operación para desacreditarla frente a los comandantes con los que estaba formando una buena relación.
Primero, revista Qué Pasa publicó que la que la entonces ministra perteneció a un grupo de ocho personas que realizaba análisis de acciones ejecutadas por grupos operativos. Luego se reveló la identidad de su ex pareja (entre 1985 y 1987), Alex Vojkovic, que sí fue parte del FPMR; y César Quiroz, coordinador nacional del Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez (MPMR) – y hoy asesor de Daniel Jadue– dio una conferencia de prensa donde aseguró que Bachelet colaboró activamente con el Frente: “Hoy muchos de nuestros compañeros tienen un compromiso distinto y participan en el Gobierno. La ministra de Defensa, Michelle Bachelet, es una de ellas. Ella fue una persona que -en un momento- asumió nuestra opción”.
De inmediato Bachelet salió aclarar que su militancia siempre fue en el Partido Socialista, pero en paralelo, La Moneda comenzó a buscar explicaciones a esta filtración. Filtración, porque se rompía un pacto de secreto de nombres. Se sabía que nadie que hubiese estado en el Frente militaba en otro lugar que no fuera el PC, por lo que las sospechas se posaron ahí.
Las razones que se barajaron en la época fueron dos: el PC veía esta ceremonia de reconciliación como una suerte de punto final indeseado y cercano a la impunidad. Y la segunda, es que el PC estaba en guerra con el PS porque desconfiaban de que esa colectividad intentara llegar a un acuerdo con Fuerza Social, un movimiento del presidente del Colegio de Profesores, Jorge Pavez, al que la entonces presidenta del PC, Gladys Marín, expulsó del partido acusándolo de divisionismo. A ello se sumaba que Vojkovic también dejó el PC en 1994. Así las cosas, Bachelet y su afán de unión eran un blanco.
Pero lejos de mermar la imagen de Bachelet, su evaluación se mantuvo intacta. Incluso la mayoría de los comandantes en jefe la llamaron para darle su apoyo y el expresidente Lagos reconoció en un aniversario de Carabineros que la ministra había hecho gestiones a favor de la reconciliación. “La ministra Bachelet en sus esfuerzos de reencuentro de los chilenos, nos interpreta a todos y quisiera agregar que algunos eleven la mirada y miren al Chile profundo. Aquellos que quieren hacer de este un país menguado, que no está a la altura de sus valores, son derrotados”, dijo el exmandatario. En la misma actividad, Bachelet admitió haber hecho gestiones en el ámbito civil y militar, aunque no había terminado de reunirse con todos para formular una propuesta concreta. Además, señaló estar “convencida que a los 30 años del golpe militar, todos los actores debemos hacer gestos que demuestren que estamos comprometidos en que este tipo de situaciones no volverán a suceder”.
El PC, en tanto, desmintió haber saboteado el acto de reconciliación y desafió al gobierno a decir abiertamente de qué se trataba el plan. Un mes después Bachelet dijo a la prensa que en realidad no había nada organizado formalmente, una versión que avala el ex vocero de la época, Francisco Vidal, a El Líbero: “Yo llegué a ese Comité Político el 3 de marzo del 2003 y participé en todas las reuniones, no me perdí ni un día ese año. Nunca se dio este tema, nunca (…) esta idea de celebración, no. O sea, podría estar en la mente de alguien, pero formalmente, oficialmente, políticamente, todo el plan era lo que pasó (la apertura de Morandé 80)”.
Los 40 años: ceremonias separadas
En 2013, el ex Presidente Sebastián Piñera invitó a todos los ex mandatarios a La Moneda, a conmemorar los 40 años del golpe militar, el 9 de septiembre. La idea era hacer “un acto republicano, sobrio, donde el residente pueda hacer una reflexión lo más honesta, sincera y profunda sobre qué pasó y por qué. No con el propósito de reabrir las heridas y revivir odios y pasiones, sino para aprender de lo que ahí pasó y nunca más repetir los mismos errores”, dijo.
No obstante, Michelle Bachelet, que era candidata presidencial, se restó y prefirió recordar esa fecha en un acto paralelo en el Museo de la Memoria con la oposición. Le siguieron además los ex presidentes Ricardo Lagos y Eduardo Frei. Patricio Aylwin se excusó por salud.
Eso obligó a Presidencia a reformular la ceremonia e invitar a todos los candidatos a la Presidencia de la República, de modo que la ausencia de Bachelet fuera en ese marco y no como ex Presidenta. «Espero que tengamos un acto de unidad y republicano. Vamos a recibir a todas las autoridades, a los ex presidentes, pero cada uno es libre de asistir o no asistir», indicó Piñera.
Según Osvaldo Andrade (entonces presidente del PS), la invitación no llegó de manera formal: “Con esta agenda no nos es posible participar en la actividad que, entendemos, está organizando el Gobierno. Formalmente no hemos sido invitados; pero no podemos, si así fuese, participar en ella», pero la vocera de esa época, Cecilia Pérez, sostuvo que como es “un acto con carácter de Estado, por eso han sido convidados los representantes máximos de los poderes del Estado y otras instituciones«.
Como fuere, el asunto produjo incomodidad en el oficialismo, pues el presidente de RN, Carlos Larraín, les señaló a los ministros que el acto no tendría sentido si la Concertación no iba: «La conmemoración es superflua si no va la mitad (de los invitados); para qué sirve. El acto no tiene sentido si la Concertación no va», mientras que Andrés Chadwick opinó que «entrarán por esa puerta aquellos que se sientan parte de ese espíritu de unidad. No podemos obligarlos».
La ceremonia de los 40 años se conmemoró con la reapertura de la Plaza de la Constitución y, en su discurso, Piñera dijo que «la dolorosa fractura de nuestra democracia no fue algo súbito, intempestivo ni sorpresivo (…) estoy seguro de que si pudiésemos volver atrás la historia, la inmensa mayoría de los actores de esa época se comportaría en forma muy distinta y mucho mejor antes, durante y después del 11 de septiembre de 1973 (…) ninguno de los hechos, causas, errores o responsabilidades que condujeron al quiebre de nuestra democracia justifica los inaceptables atropellos a la vida, a la integridad y a la dignidad de las personas».

