El Presidente Boric dijo que quería aprovechar la celebración de los 50 años del quiebre de la democracia para unir a la nación. Para eso se redactó unilateralmente un documento de los llamados “nunca más” y se invitó a firmar, supuestamente para la paz. El gran problema es que fue todo lo contrario.

El 11 de septiembre no une, divide. Los hechos son aún muy recientes para que las pasiones estén calmadas y realmente se pueda hacer historia. Los esfuerzos de real reconciliación hechos por los gobiernos de la Concertación tras el retorno a la democracia fueron desechados por el llamado “octubrismo” que, tras intentar derrocar por la fuerza física al gobierno de Sebastián Piñera, legítimamente electo, intentó refundar el país completo al servicio de una ideología de ultraizquierda, siempre dolida por haber perdido el único gobierno marxista electo por las urnas.

La izquierda radical de la cual el gobierno actual es parte nunca ha perdonado, y nunca perdonará que le Golpe de Estado terminara con su sueño revolucionario y el intento, según ellos, de instalar el “paraíso terrenal” sobre la tierra. Lo cierto es que el gobierno de la UP distó mucho de ser un período ejemplar y aunque electo democráticamente, atentó contra la Constitución y las leyes, lo que dejó en evidencia que de “democrático” no tenía nada. Sus inspiraciones eran totalitarismos dictatoriales. Sí, la democracia se quebró precisamente para intentar salvarla. De hecho, la reestructuración del país institucional y económica demoró 17 años y se devolvió el poder y Chile retornó a la democracia.

En democracia, el Presidente Aylwin y sus sucesores buscaron cómo reconciliar y avanzar como país tras heridas profundas que cargaban con múltiples pérdidas de vidas humanas. Se avanzó mucho en reconciliación y sectores de pensamiento radicalmente distinto eran capaces de mirarse a las caras, negociar y construir futuro.

Vino el gobierno de la Nueva Mayoría, que integró a los comunistas y los jóvenes revolucionarios de iPhone, el Frente Amplio en sus filas y poco a poco la crispación comenzó a aflorar. Bastó para ellos que Piñera fuera reelecto, ya que la ciudadanía no quería una nueva Constitución en ese minuto, ni refundar para que decidieran hacer una revolución y buscaran derrocar de modo más que violento un régimen electo democráticamente. Hablaron de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y mintieron de modo abundante. Impusieron la idea de un cambio de Constitución y lograron, tras casi caer en guerra civil, que el 15 de noviembre se firmara el espurio acuerdo por la paz y la nueva constitución. Se hizo un plebiscito en medio de la pandemia en el que se incurrió deliberadamente en una segregación etaria, lo que arrojó un 80% a favor de cambiar la Constitución. Se instaló la Convención que mostró la locura desatada y el totalitarismo puro y duro que buscaba refundar Chile completo. La ciudadanía finalmente despertó el 4 se septiembre dijo «No», rechazó el proyecto bolivariano de nueva Constitución. Pero los revolucionarios no son, ni han sido democráticos. Se hicieron del poder en las elecciones y desde la institucionalidad han buscado intentar avanzar con los cambios en su línea al encontrarse con una ciudadanía cansada y complicada por el deterioro de la economía causada por las acciones irresponsables contra la institucionalidad y la incertidumbre instalada desde 2019. Chile no crece, decrece. Estamos en una recesión y nadie está mejor.

Los revolucionarios siguen. Tenían la carta de oro, los 50 años que les permitía, en nombre de buscar la unión, dividir. Sólo de la polarización algo podían lograr -a río revuelto, ganancia de pescadores. Les dijimos, “sacarse la costra” no es una buena idea si quiere sanar. Pero continuaron… la celebración desproporcionada con eventos y artistas, parafernalia y todo, fracasó porque no son capaces ni de cumplir con requisitos administrativos. Frente a la fiscalización de recursos públicos empleados para conmemorar, para dividir… voces acusaron de negacionismo. Los ánimos se crisparon completamente y la violencia se vio venir. El Instituto Nacional, cuna de adoctrinamiento, adelantó lo que se venía. El 10, el propio Presidente incapaz de ser estadista y siendo revolucionario participó en las romerías que culminó en desmanes en la propia Moneda. Claramente no quiere ser el Presidente de todos los chilenos, sino el guaripola de la división.

El 11, Chile honesto se guardó, se suspendieron clases, el comercio y la gente de bien cerró temprano y se perdió cantidad de actividad productiva. Los desmanes eran esperados, los anunciamos, los vimos venir y el gobierno fue el responsable de los daños materiales, humanos, y contra la paz. Hoy Chile no es mejor, retrocedió en reconciliación y paz. Buscaron la división, sembraron y cosecharon. ¡Son los responsables! Duele el alma, sin duda.

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