Este viernes 26 de abril ha fallecido Sergio de Castro, economista, académico de la Universidad Católica de Chile, ministro de Economía y posteriormente de Hacienda en el gobierno del general Augusto Pinochet. Fue, sin duda alguna, una de las figuras más relevantes e influyentes de la segunda mitad del siglo XX en el país.

Estudió Economía, primero en la Universidad de Chile y luego en la Universidad Católica de Chile. Gracias a esto último y a su calidad como estudiante, pudo estudiar en la Universidad de Chicago; posteriormente regresó a Chile, donde se dedicó a la enseñanza de la economía –fue un profesor de excelencia y exigente–, que llegó a ser decano de la facultad. Ahí se vivió una trascendental experiencia académica (Fundación CEAUC, 1999), como se titula el libro de Gonzalo Vial (con la colaboración de Federico Hugo Ogaz y Ángel Morales Carrasco), sobre la historia de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la PUC y de la Nueva Visión Económica. En gran parte fue su liderazgo el que permitió desarrollar una reforma en los estudios de la economía en el país, que precedió al movimiento de Reforma Universitaria que estalló en la UC en 1967, como ilustra un documentado estudio de Ángel Soto, publicado en la revista Finis Terrae (1997).

En los años siguientes tuvo relevancia en la elaboración de las ideas y en el proyecto de transformación económica que debería implementar Chile en el futuro: sería el famoso El Ladrillo, un documento clave de comienzos de la década de 1970. La edición del Centro de Estudios Públicos (1992) de ese texto, cuenta precisamente con un breve prólogo de Sergio de Castro, que lo definía como “programa de desarrollo económico”: “El modelo de una economía social de mercado propuesto para reemplazar lo existente tenía coherencia lógica y ofrecía una posibilidad de salir del subdesarrollo”, era su reflexión.

La irrupción de Sergio de Castro en la vida pública se produjo después del 11 de septiembre de 1973. Fue convocado como ministro de Economía en la modificación de abril de 1975, que iniciaría el Plan de Recuperación Económica bajo el liderazgo de Jorge Cauas. En diciembre de 1976 reemplazó al propio Cauas como ministro de Hacienda, cargo que ejercería con determinación, poder y contando con gran respaldo presidencial. La información de esta etapa, de primera mano, se encuentra especialmente en el completo trabajo de Patricia Arancibia y Francisco Balart, Sergio de Castro. El arquitecto del modelo económico chileno (Libertad y Desarrollo/Fundación Costabal/Editorial Biblioteca Americana, 2007). A través de una larga entrevista y trabajo historiográfico repasa su vida y las decisiones en el ámbito público, en un momento de grandes transformaciones y de implementación de la economía de mercado en Chile, tras años de estatismo.

En ese libro llama la atención la explicación que dio de Castro sobre su nombramiento como ministro de Hacienda: “Creo que mi traslado a Hacienda no tuvo mayor significado. Seguimos los lineamientos generales que el equipo había emprendido tratando de perfeccionar y consolidar el nuevo sistema. La única decisión estratégica, y ya se venía conversando desde antes, era aplicarnos en seguir bajando el gasto para generar un excedente que nos permitiera reducir los impuestos” (p. 266). En la práctica, era la tarea inicial de consolidar la economía de libre mercado, con respeto a la propiedad privada, libertad de precios, apertura internacional, libre iniciativa económica y cuidado de los equilibrios macroeconómicos, que estimaba eran las mejores vías para promover el crecimiento y derrotar la pobreza.

Por cierto, la situación económica era bastante compleja, como mostró la crisis en el sistema financiero. También había problemas políticos y críticas cruzadas a la gestión económica del gobierno, tanto desde algunos partidarios como desde sectores de la Iglesia Católica y otros grupos, en un contexto de escaso debate político, por la clausura del Congreso Nacional y la prohibición de los partidos. Con todo, como afirman Arancibia y Balart, “Sergio era bastante reacio a leer y escuchar las críticas al modelo”, en parte porque ya conocía bastante bien hacia dónde se dirigían y porque era un convencido liberal en materias económicas.

El paso por el ministerio de Hacienda fue trascendental, si bien tuvo de dulce y agraz. Los primeros años fueron de recuperación y crecimiento económico: “Nosotros, los colaboradores civiles, sentíamos que estábamos contribuyendo con nuestro trabajo a levantar un país nuevo donde el futuro se veía claramente promisorio” (Sergio de Castro. El Arquitecto, p. 338). Fueron los años del “sabor de la victoria”, como denomina Arturo Fontaine Aldunate a uno de sus capítulos del libro Los economistas y el presidente Pinochet (Editorial Zig-Zag, 1988). Como contrapartida, estuvo el problema del dólar fijo –cuya posición explicó en diversas ocasiones– y la salida final del ministro, que fue reemplazado en abril de 1982 por Sergio de la Cuadra, que era entonces Presidente del Banco Central, en un país que entraba en una aguda crisis económica, cuando algunos incluso dieron por muerto la transformación económica o la revolución capitalista del país.

De Castro era hombre de posturas claras, definiciones precisas, orientaciones que tenían claro el punto de llegada. Entre irónico y realista, dijo en una entrevista a Patricia Arancibia: “¡Pobre Allende! Pienso que sin quererlo él fue el mejor profesor de Economía para quienes sufrieron la experiencia de la Unidad Popular. Dio las mejores lecciones de lo que no debía hacerse” (Cita con la historia, p. 359). Respecto de la propiedad estatal sobre los medios de producción, aseguró en una oportunidad que él “habría privatizado todo” (en Sergio de Castro. El arquitecto).

Consultado por la decisión de haber implantado el sistema o modelo económico chileno, De Castro contestó: “Primó, en definitiva, el juicio analítico de la Junta de Gobierno, y muy especialmente del presidente Pinochet, quien fue indiscutiblemente el artífice de ese programa” (Cita con la historia, p. 356). La misma idea repitió en el Prólogo de El Ladrillo: “Los frutos cosechados por el país, de los ideales libertarios que persiguió ‘El Ladrillo’, son, en gran medida, obra del régimen militar. En especial del ex Presidente de la República don Augusto Pinochet y de los Miembros de la Honorable Junta de Gobierno. Nosotros fuimos sus colaboradores”.

El tema de fondo y la participación de Sergio de Castro son asuntos de la mayor relevancia en la trayectoria nacional del último medio siglo. Lo hemos tratado ampliamente en la Historia de Chile 1960-2010, de la Universidad San Sebastián, en el tomo 7. La última revolución. El gobierno de Augusto Pinochet (1973-1981). Primera parte (CEUSS/USS, 2023). Por otra parte, resulta entre irónico y curioso que de Castro haya visto en los últimos años de su vida los intentos de transformación más o menos radical de lo que fue, en buena medida, su sueño y su obra: la frase “Chile, que fue la cuna del neoliberalismo, será también su tumba”, es ilustrativa al respecto. Adicionalmente, los años de la prosperidad hoy se debaten entre la medianía y la mediocridad, con resultados económicos y sociales transversalmente lamentados.

¿Por qué se ha llegado a esto? Sea por cambio de ideas, desgaste o abdicación intelectual, sin duda se trata de otro proceso que vale la pena estudiar y comprender, en la hora de la partida de Sergio de Castro, una de las figuras fundamentales del último medio siglo en Chile.

Académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública

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1 comentario

  1. Que buen homenaje a uno de los grandes hombres que hicieron posible que Chile le cambiara la vida a millones de nuestros compatriotas y fuera reconocido mundialmente como un milagro económico. Que falta hacen hoy personas como don Sergio de Castro. Q.E.P.D.

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