Este domingo 10 de diciembre de 2023, el economista Javier Milei asume como Presidente de la República Argentina, en un acontecimiento histórico de indudables proyecciones. Las elecciones del domingo 19 de noviembre también fueron históricas por diferentes razones. En ellas Javier Milei –candidato liberal libertario, como reivindicó en el discurso de esa noche de la victoria– obtuvo cerca de 14 millones y medio de votos, en tanto su contendor, el ministro de Economía Sergio Massa, logró 11 millones y medio. Con ello, Milei superó por once puntos porcentuales a Massa y, más importante todavía, fue elegido Presidente de Argentina para el próximo período.

Tras la primera vuelta, y frente a los análisis que destacaban la victoria de Massa, realizamos en estas páginas de El Líbero una lectura alternativa, en un artículo titulado “Milei versus Massa. Las decisivas elecciones en Argentina”. En ella, en lo esencial, destacamos que la votación del 22 de octubre debía compararse con los comicios históricos del peronismo, y específicamente con la elección presidencial de 2019, en la cual Alberto Fernández obtuvo el 48% de los sufragios, frente al 40% de Mauricio Macri (12.946.037 contra 10.811.586 votos).  En otras palabras, se trataba de ponderar el amplio apoyo del peronismo en el país trasandino –con un voto duro en torno a un tercio del apoyo popular–, que se expresaba incluso en medio de las derrotas electorales de 1983 contra Raúl Alfonsín; de 1999 contra Fernando de la Rúa y de 2015 contra el propio Macri.

Como sabemos, desde la elección definitiva hasta ahora se han hecho muchos análisis sobre el resultado, sus causas y posibles consecuencias, su impacto para el peronismo y las dificultades que enfrentará el nuevo gobernante para llevar adelante su proyecto liberal. Es evidente que no se trata de extremar las malas noticias, sino simplemente de poner las cosas en su justa dimensión, más todavía considerando la difícil situación en la que se encuentra Argentina en la actualidad, que en realidad es fruto de varios años de descomposición institucional, crisis económica y deterioro de las condiciones sociales.

Para el gobierno de Javier Milei, los problemas de entrada son numerosos. Desde luego, ocupa un lugar fundamental la dramática situación económica del país, con una inflación que parece imposible que ocurra en la tercera década del siglo XXI, con los avances de la ciencia económica y las múltiples posibilidades que existen disponibles previas al castigo cotidiano de los sueldos de las personas. Sin embargo, es una realidad y no será fácil salir de unos niveles propios de otros tiempos. Un segundo problema es el drama social que sufre Argentina, con cerca del 50% de la población viviendo en condiciones de pobreza, muchos de ellos capturados por las dádivas estatales, pero sin capacidad de salir por sí mismos  de esa situación, a través de un crecimiento económico sostenido y beneficioso para el país.

A lo anterior se suman algunos aspectos políticos que vale la pena considerar. Quizá el primero sea un dato de la causa: Milei no contará durante su administración con una mayoría parlamentaria que le permita realizar cambios relevantes, al menos en aquellos aspectos que efectivamente requieran cambios legales. Por lo mismo, su labor requeriría pedagogía y capacidad de convencer –a la población y a los diferentes grupos políticos– sobre la necesidad y urgencia de las reformas necesarias para el progreso del país.

La tarea, como es previsible, no resulta fácil, considerando la instalación histórica del peronismo/kirchnerismo, no solo en el plano político, sino también cultural. Seguramente el presidente Milei deberá enfrentar la oposición de algunos sindicatos y líderes que están esperando el momento para hacer la vida imposible a la administración, que ya han amenazado acciones frente a las reformas y que tal vez organizarán paros, tomas y otras formas de presión para contradecir la voluntad popular y las amenazas a sus privilegios.

Creo que es necesario comentar otro aspecto, que es la figura de Javier Milei, hombre atractivo, inteligente, desafiante y con un amplio repertorio que lo vio crecer, ser admirado y recibir un gran respaldo electoral, así como son características que hicieron atractivo su proyecto de cambio para Argentina. Sin embargo, tanto en su trayectoria larga como en la campaña electoral fue posible apreciar otros aspectos de su personalidad que resultan muy relevantes de ser moderados, corregidos o ajustados de cara al ejercicio del poder. En numerosas ocasiones vimos a Milei insultar a algunos gobernantes, maltratar a quienes ocupaban el poder y enrostrar sin ambigüedades las contradicciones y fracasos de quienes tenían a Argentina sumida en la miseria. Ahora es necesario transformar esa protesta en energía creativa y la denuncia en acción, así como puede ampliar la convocatoria en las tareas por el futuro del país.

Me parece que el triunfo de Javier Milei, y eventualmente su presidencia, es el resultado electoral más importante en América Latina desde comienzos de siglo, cuando Hugo Chávez estableció los primeros pasos de la Revolución Bolivariana. Por alguna razón, los diferentes análisis sobre la propuesta del líder de La Libertad Avanza se concentran en la dolarización, en el fin del Banco Central o en algunas otras medidas específicas que adoptaría durante su administración. Sin embargo, me parece que lo adecuado es comprender la propuesta desde otra perspectiva: la clave está en volver a poner a Argentina en los primeros lugares de los países desarrollados a nivel mundial, porque fue así en el pasado y porque es posible lograrlo en el presente.

Esta línea de análisis, además de tener una comprensión más profunda del fenómeno Milei, creo que permite captar mejor el impacto sociológico de su candidatura y la sorpresa que representó el inmenso respaldo popular que obtuvo en la PASO, en la primera vuelta y, finalmente, en la elección del 19 de noviembre. Volver a poner a Argentina en las grandes ligas mundiales conecta muy bien con el espíritu de un país acostumbrado a ganar copas mundiales de fútbol y disputar en otros deportes y actividades de igual a igual con distintos países del mundo.

¿Por qué, entonces, un país que fue desarrollado comparativamente, que prosperó pero hoy se ve sumido en la pobreza, no puede dar un salto y volver a la grandeza a la cual está llamado? Esa es la promesa, el sueño, que Milei le ofreció a los argentinos.

Quizá por eso, tras ganar la segunda vuelta, el discurso de Javier Milei no fue un programa de medidas, una “lista de supermercado”, como se suele decir. Se trató de un documento de gran contenido doctrinal, más preocupado de los fundamentos y de los fines que de ciertos detalles que, por lo demás, sabe que no depende de él que se cumplan.

Este domingo 10 de diciembre comienza un nuevo gobierno en Argentina, pero es muy temprano para decir si estamos ante el inicio de una nueva era, que dependerá de los resultados del gobierno y de su proyección en los próximos comicios. Sí es posible afirmar, a esta altura, que la victoria de Milei, y su llegada a la Casa Rosada, constituyen la elección potencialmente más importante de las últimas décadas y, por lo mismo, el éxito de su gobierno será mirado con especial interés fuera de las fronteras.

Después de todo, no se trata simplemente de estar en el poder, ocupar un cargo ni mucho menos pasar a formar parte de la casta: la clave está en cambiar el modelo argentino para dirigirlo al desarrollo y, de esa manera, modificar el rumbo de la historia.

Académico de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Pública

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2 Comentarios

  1. Como dijo Milei, aplicando el modelo chileno de 40 años atrás, sacara adelante a la Argentina
    Privatizando empresas estatales mala administradas y apoyando las iniciativas privadas en todos los rubros, incentivando que los empresarios vuelvan con sus capitales a crear empleo y poner en marcha la economia

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