Conforme nos acercamos hacia la cuarta revolución industrial (Industria 4.0), hacia una mayor disponibilidad de bienes y servicios a través de la digitalización, cabría preguntarse si en un futuro no muy lejano estaremos en una economía de costo marginal cercano a cero. ¿Será así?

Esta es la tesis que en 2014 anticipaba Jeremy Rifkin en su libro The Zero Marginal Cost Society. El autor divide el futuro económico entre capitalismo -el cual asegura estará en declive para el año 2050- y la economía colaborativa. Más que aceptar este postulado tan divisorio, creo que el capitalismo se transformará hacia esa colaboración económica en todos los ámbitos donde esté el ser humano. La pregunta es qué significará eso.

Como explicaba en un artículo reciente, el uso cada vez más barato de la energía, el Internet de las Cosas y otros avances harán que el costo de tener productos y servicios pueda ser más bajo. Pero, ¿se podrá a través de la nueva tecnología y la digitalización alcanzar un modelo económico donde bienes y servicios se produzcan a costo marginal casi cero? Parece que será así.

La economía digital tiene naturaleza de economía colaborativa con costo marginal cercano a cero. Desarrollar un nuevo programa de software (por ejemplo, un nuevo sistema operativo) es una inversión significativa. Pero la segunda unidad es una copia digital de la primera, cuyo costo de producción es nulo. Esta característica se extiende a medida que la economía se digitaliza: realizar una superproducción cinematográfica, un nuevo single musical, o un best-seller significa una inversión en tiempo y dinero. Pero los canales digitales las distribuyen a costo cero. El costo marginal de un usuario más en Facebook es cero. El costo de formar un alumno más en un curso online, es nulo. Una vez programado un sistema automático de inteligencia artificial (un “bot”, robot de voz) para atender al alumno en una universidad, para recibir quejas del cliente en un call center, o para asesorar clientes en línea en una entidad bancaria, el costo de un servicio adicional (una nueva consulta) es cero. Y el sistema puede atender miles o cientos de miles de consultas simultáneas. El desarrollo de sistemas de experiencia de cliente puede ser costoso en su primer desarrollo, pero una vez hecho, el costo marginal de mantenimiento es muy bajo.

Cuando tengamos sistemas de asesoramiento básico personalizado basados en inteligencia artificial (en medicina o derecho, por ejemplo) dispondremos de médicos o abogados a un costo marginal muy bajo. Cuando se popularicen los avatares digitales interactivos, el costo de un profesor digital, o de un responsable de ventas digital con capacidad cognitiva casi humana será cero. El costo de un transportista será cero cuando se extiendan los algoritmos de conducción automática: el primer algoritmo de, por ejemplo, un nuevo modelo de camión autónomo tendrá un costo de desarrollo muy elevado. Pero el mismo algoritmo podrá ser distribuido digitalmente, a costo cero, a todos los vehículos de la misma gama. Y, a medida que dichos algoritmos aprendan de su experiencia (machine learning), transmitirán sus conocimientos (se actualizarán las versiones de software) a costo cero al conjunto de vehículos autónomos, haciéndolos más y más eficientes. Estamos en los albores de la nueva Inteligencia Artificial.

La presión hacia el costo cero no sólo se debe a la naturaleza de los sistemas digitales, sino que estos mismos hacen más eficientes la competencia económica y el acceso a información en otros sectores. Por ejemplo, mediante sistemas de economía colaborativa. Ya ocurre cuando diferentes competidores usan la misma red de distribución de uno de ellos, abaratando el costo logístico y centrándose en la calidad del producto. La presión hacia el costo cero se ejerce también mediante una agresiva innovación de procesos o mediante operaciones corporativas y economías de escala. Es interesante ver cómo Whole Foods, cadena de supermercados de alimentos naturales y orgánicos, posicionada en el segmento premium, está bajando precios llegando a ser más competitiva que Walmart, tras la compra por Amazon.

La revolución tecnológica también está generando una potente deflación en los productos. La tecnología, con ciclos de desarrollo cada vez más cortos, es una increíble fuerza deflactora (reductora de precios), ya que los productos tecnológicos de nueva gama pierden buena parte de su valor inmediatamente después de su compra, haciéndose obsoletos rápidamente por las nuevas generaciones de producto que vienen detrás.

El fenómeno se extiende más allá de los sectores de naturaleza nativa digital. Así, no sólo el procesado de bits tiende al costo marginal cero, también el procesado de átomos o de células. La impresión 3D permite, en manufactura, avanzar hacia un modelo de producción doméstica, en el cual, a partir del plano digital, y disponiendo del material adecuado, permitirá por ahora, la fabricación de nuevos componentes con un costo muy menor. Una compañía estadounidense, Divergent 3D creó un auto totalmente futurista con 700 HP de potencia en impresión 3D, excepto el motor, a un costo del 50%y eso fue el comienzo. Laboratorios biológicos son capaces de tratar información genética (con principios y soportes digitales), para desarrollar alimentos artificiales (genéticamente idénticos a los originales) a partir de células madre, virtualmente de la nada. La materia y la energía se tratarán de forma creciente y cada vez más eficiente, a partir de información digitalizada, transfiriendo los principios de la digitalización a productos físicos y sistemas biológicos.

Todo ello genera y generará una gran paradoja en nuestro mundo capitalista. En la economía ortodoxa, en un sistema perfectamente competitivo, el ingreso marginal iguala el costo marginal. Pero si el costo marginal es cero, ¿cómo generar ingresos marginales? Y, aún más, ¿cómo mantener márgenes empresariales? En términos de estrategia competitiva: ¿cómo competir con alguien que es capaz de generar productos y servicios a costo cero? En términos socioeconómicos: ¿cómo mantener una economía de bienes y servicios gratuitos, cuya producción no genera costos (tampoco costos salariales)? Se abren escenarios tan utópicos como escalofriantes que habrá que analizar en el corto plazo.

 

Rafael Ruano, consultor de Empresas

 

 

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