“He hablado del tema con diplomáticos que conocen a fondo este asunto y lo que más me ha llamado la atención es que sus opiniones no fueron consultada en el proceso de elaborar la demanda contra Bolivia por el Silala” dijo hace algunos días a “El Líbero” el embajador (r) y ex cónsul general de Chile en La Paz entre 2010 y 2014, Jorge Canelas (leer entrevista acá).
Y es que para muchos políticos y diplomáticos fue una verdadera sorpresa lo que pasó el 6 de junio en la mañana, cuando vieron por televisión al canciller Heraldo Muñoz anunciando que en ese preciso instante la directora de la Difrol, Ximena Fuentes, estaba ingresando a la sede de la Corte Internacional de Justicia de La Haya para presentar la demanda contra el vecino país.
En público, la mayoría salió a apoyar la demanda y a celebrar el cambio de estrategia del Ministerio de Relaciones Exteriores, que pasó de tener un rol contemplativo y defensivo –como cuando nuestro país fue demandando por Perú y Bolivia con resultados poco favorables- a uno más ofensivo. Pero en privado, muchos han hecho saber las inquietudes que les genera esta demanda, sobre todo por un aspecto que poco conocen.
El Silala es uno de los al menos 14 recursos hídricos que Chile comparte con Bolivia, y en círculos diplomáticos son varios los que creen que pedir el pronunciamiento de La Haya sólo sobre los derechos de agua de este río en específico, es una estrategia equivocada y que da muestra de la “mirada de corto plazo” que tienen en el edificio Carrera.
En esa línea, sostienen que una mejor idea habría sido abordar en la demanda la situación de todos los ríos compartidos con Bolivia para eliminar flancos de conflicto en el futuro. Para estos diplomáticos, no sería extraño que en algún tiempo La Paz demandara a Chile por los derechos de agua de otros caudales, como el Lauca.
Los otros 13 recursos hídricos que podrían transformarse en amenaza
Chile y Bolivia comparten abundantes recursos hídricos en al menos 14 lugares, donde el Silala comprende menos de un 5% del volumen total de aguas que podrían regularse entre ambos países.
Los otros recursos son: Caquena, Lauca, estero Sensata, río Isluga, río Cariquima, quebrada Umo Khauo, río Cancosa, quebrada de Carcas, Ollague-Laguani, salar Ascotán, laguna Verde, laguna Blanca y el salar de Tara.
El inesperado fallo que puede salir
Otro miedo presente en los círculos diplomáticos chilenos es la historia. Las aguas del río Silala nacían y morían en territorio que era boliviano hasta la Guerra del Pacífico. Y ese punto es el que más complica, pues el Presidente Evo Morales y el canciller David Choquehuanca han edificado una narrativa sólida sobre las supuestas injusticias de la guerra y del posterior tratado de 1904, que les significó perder parte de su territorio y la salida al mar. Ese relato lo han sabido vender muy bien en el resto del mundo y goza de la simpatía de varios líderes mundiales, entre ellos el Papa Francisco, quien estuvo de visita en La Paz hace pocos meses y que, en privado, es un reconocido fan de la causa boliviana. De hecho, en su última encíclica (Laudato Si) el agua es un tema central y en ella recoge muchos aspectos de la cosmovisión altiplánica.
Algunos dicen que Bolivia “bautizará” ante La Haya el diferendo con nuestro país como una “guerra del agua” y harán ver que en vez de beneficiar a la población indígena boliviana o chilena, el caudal del Silala sirve actualmente a empresas como Codelco y el ferrocarril Antofagasta-La Paz, en manos del grupo Luksic.
En ese sentido, el peor escenario que algunos diplomáticos vaticinan es que Bolivia busque convertir el tema del Silala y la otra demanda con la que pretenden obligar a Chile a negociar una salida al Pacífico, en una suerte de plebiscito internacional sobre lo justa o injusta que fue la Guerra del Pacífico y el posterior tratado de 1904, situación que se tornaría inmanejable para la cancillería chilena.
Algunos expertos también sostienen que es un error que en su demanda Chile pida a La Haya fallar en base a criterios de “uso equitativo y razonable”, pues se le “da la pelota” a jueces inexpertos en la materia para que tomen una determinación según factores que son subjetivos.
El otro punto que le podría jugar en contra a Chile es el preacuerdo para zanjar el tema del Silala que se negoció en 2009. Si bien finalmente no llegó a puerto, nuestro país reconoció ahí el dominio de Bolivia de al menos el 50% de las aguas del río y, sobre el resto, ambas partes estimaron que se dejara el cálculo en manos de una comisión de estudios técnica que nunca se constituyó. Para los diplomáticos más escépticos de la estrategia chilena, se trata de un precedente bastante complejo sobre cuál fue la voluntad de Chile en ese minuto y que hoy nos podría complicar.