Oscar Centeno. Un hombre que hasta esta semana era prácticamente un desconocido, ahora sin duda será parte de la historia de Argentina. Suboficial retirado del ejército y chofer de Roberto Baratta, ex funcionario del Ministerio de Planificación durante el reinado de los Kirchner. Un personaje sencillo que elaboró un registro impecable de todos los movimientos que llevaba a cabo su jefe, una bitácora minuciosa en la cual describe prolijamente los viajes que realizaba recolectando (y repartiendo) maletas con millones de dólares. Ocho cuadernos que relatan diez años de oscuras gratificaciones para funcionarios del gobierno argentino. Plata sucia que gracias a los denominados “cuadernos de las coimas” llevaron a la inédita detención de personajes claves del círculo de los Kirchner y varios empresarios. Y día a día nuevos nombres se suman a esta turbia lista.
Para lograr un bombazo de esa magnitud no basta con contar con un registro de movimientos y diálogos clandestinos. Los datos tienen que convertirse en un relato coherente. Debido al trabajo de tres periodistas, la minuciosidad de Centeno pudo exhibir su real potencial y develar lo que realmente había en esas cientos de páginas escritas entre el 2005 y el 2015. Ellos convirtieron los antecedentes en una nueva muestra de lo que el periodismo de investigación es capaz de hacer. Porque una cosa son los registros parciales, fechas, horas, nombres, lugares, mensajes cifrados… y otra muy distinta es desplegarlos en un marco adecuado.
De acuerdo con las notas de puño y letra de Centeno, los montos de las coimas eran fijados por el mismo Néstor Kirchner.
Para sus anotaciones Centeno utilizó un soporte en vías de extinción. Simples cuadernos fueron la base para dejar constancia de todo lo que veía y escuchaba. Un lápiz pasta con la tinta desgastada, letras borrosas y a veces imperceptibles que concitan el día a día y el resultado de cada nuevo viaje de recolección. Acostumbrado a escribir los clásicos informes militares, utiliza la misma estructura, sin opinión, al más puro estilo de las antiguas crónicas, entendidas éstas como “registros de sucesos notables, tanto naturales como culturales, agrupados en orden cronológico” y que difieren, de acuerdo con la Enciclopedia Británica, de la historia, ya que “se trata de relaciones escuetas de hechos, ofrecidas sin comentarios y compiladas sin propósito inductivo”. Así, Centeno aparece como el cronista. Y los periodistas los responsables de contextualizar, analizar, verificar. Y de darles un propósito: mostrar los procedimientos de la corrupción, acreditar un sistema organizado para retirar la plata de las compañías que habían sido favorecidas con proyectos del Ministerio de Planificación. De acuerdo con las notas de puño y letra de Centeno, los montos de las coimas eran fijados por el mismo Néstor Kirchner. Tras su inesperada muerte no hay detalles de traslados de dineros por un plazo de tres años, luego las operaciones se reanudan.
¿Por qué Centeno señalaba cada detalle? Algunos afirman que el chofer preparaba un plan B, algo que le permitiera actuar (y quizás extorsionar) en algún momento de necesidad. Cuando las cosas empezaron a complicarse, entregó los cuadernos a un ex compañero del ejército. Y fue él quien en enero se los pasó al periodista del diario “La Nación” Diego Cabot. El reportero, en un acto pocas veces visto, optó por poner en antecedente a la Justicia y una vez que el juez y el fiscal realizaran los chequeos, publicar el reportaje. Como dice el analista político Joaquín Morales Solá en “La Nación”, “en los casos anteriores de denuncias periodísticas de corrupción, los jueces debieron correr detrás de la noticia. Aunque por una denuncia de Cabot, esta vez el juez y el fiscal están delante de la información” y lo que tiene a todos los involucrados en vilo es que aún no se sabe todo lo que conoce la Justicia.
Óscar Centeno incluso podría llegar a experimentar un cambio de identidad.
Los cuadernos fueron digitalizados y cada una de sus páginas está a disposición del público en el sitio web de “La Nación”. Ahí se puede leer desde trámites personales (17.5.2010 11:30 me hice poner la vacuna para la gripe o 14:35 del ministerio lo lleve al licenciado al gimnasio) hasta datos dignos de un avezado espía: “14:42 Del ministerio lo lleve al licenciado Baretta a Callao 1290 4 piso, antes de llegar al lugar lo llamé a Hernán Gómez que estaba esperando en el piso, le dije que bajara a buscarlo al licenciado, subieron los dos al 4 piso donde Hernan Gomez ya tenía el bolso con dinero; luego a las 15:55 bajaron los dos y se subieron a mi auto con el bolso, se notaba por el bulto que era la mitad de dinero de lo que normalmente recaudan. Los llevé a Uruguay 1306 donde los estaba esperando Daniel Muñoz y el licenciado regresa al domicilio con el bolso con Daniel, y Hernán conmigo esperamos en el auto, luego salió el licenciado y comentó en el auto que había entregado 700.000 U$S (setecientos mil dólares)…”
Actualmente Centeno es “testigo protegido”. En un lugar desconocido se refugia con parte de su familia. El resto de sus cercanos cuenta con seguridad. Los cuidan los “Lobos”, un grupo selecto preparado especialmente en Canadá para este tipo de misiones. El chofer incluso podría llegar a experimentar un cambio de identidad. Para ser parte de este programa, la información entregada a la Justicia debe ser cien por ciento verídica. Por el momento lo es hasta en el más mínimo detalle. El plan B dio resultado. Y mientras el círculo de los Kirchner cae, el periodismo protagoniza un momento histórico.