Las Fiestas Patrias fueron sin duda días de mucho ajetreo para el Presidente Sebastián Piñera. El 13 de septiembre dio inicio a las celebraciones en las fondas del Parque O’Higgins. Ahí demostró que la cueca no es su fuerte. El 18 estuvo en el Te Deum Ecuménico y el 19 en la Parada Militar. Sin embargo, hay una actividad que no ocupó titulares pero que sí sorprendió en redes sociales. El Primer Mandatario publicó en su cuenta de Instagram (@sebastianpinerae) una recomendación que poco y nada tenía que ver con el aniversario patrio: “Empecé a ver esta serie que está en Netflix sobre la Edad Media en Barcelona que retrata la vida en los feudos y la inquisición. Muy entretenida, la recomiendo!” El texto venía acompañado de una foto con el afiche de La Catedral del Mar, producción española basada en la novela homónima de Ildefonso Falcones.
A la sugerencia de Piñera le siguieron toda clase de observaciones. “Mientras usted ve su serie, en Quintero y Puchuncaví, caen y caen personas intoxicadas…”; “La voy a ver solo porque usted me la recomendó”; “Presi, deme su contraseña para ver Netflix o invíteme y la vemos juntos ”; “Ve vikings tatan”… la lista es larga y suma más de 1.562 comentarios. Si bien algunos celebran y otros critican que Piñera promueva producciones televisivas, varios deciden calificar la calidad de La Catedral del Mar por su apego o no a la obra original. Decisión errada ya que un producto audiovisual no debe menospreciarse por no ser una copia fidedigna del texto que lo inspira.
Es una suerte de consenso el darle mayor peso al libro que a su versión audiovisual.
“Recomiende el libro mejor presi, es mucho mejor, y hay que fomentar la lectura”; “Es buenísimo el libro y la serie es muy fiel a éste”, “es muy buena y está bien apegada al libro. Léanlo entrega muchos más detalles”. El texto tiene cerca de 700 páginas. La serie consta de 8 episodios de 50 minutos. La obra literaria se nutre de palabras, la televisiva utiliza un soporte totalmente distinto y sus herramientas son la imagen y el sonido. Lo que en el libro se explica en varios párrafos, la serie lo muestra en un par de segundos. “En un momento en el que nadie parecía prestarle atención, Bernat levantó la vista hacia el nítido cielo azul. El sol tenue de finales de septiembre acariciaba los rostros de sus invitados. Había invertido tantas horas y esfuerzos en la preparación de la fiesta que sólo un tiempo inclemente podría haberla deslucido. Bernat sonrió al cielo otoñal y, cuando bajó la vista, su sonrisa se acentuó al escuchar el alborozo que reinaba en la explanada de piedra que se abría frente a la puerta de los corrales, en la planta baja de la masía…” Lenguajes distintos y requerimientos diferentes. Mientras el acto de la lectura nos induce a un proceso cognitivo en que debemos crear nuestro propio mundo, imaginar a los personajes y los escenarios; en la serie somos espectadores de un viaje que gatilla nuestras emociones, pero que nos entrega un producto ya procesado.
Apegarse al texto no es sinónimo de calidad y muchas veces éste es tan solo el puntapié inicial.
Es una suerte de consenso el darle mayor peso al libro que a su versión audiovisual. Por eso es común considerar mejor o peor una propuesta mientras más se apegue al original. Sin embargo, el trabajo de adaptación es un camino lleno de opciones. Ciertos personajes desaparecen y otros adquieren incluso más relevancia , algunas tramas son omitidas y otras modificadas. Respecto de La Catedral del Mar, el propio Ildefonso Falcones celebra el trabajo: “Es que una cosa es el papel y otra el audiovisual. Las formas, los tiempos y la atención de los espectadores lo cambian todo. Y, aunque mantengan los principios de la novela, en la serie también tienen su parte creativa”.
Apegarse al texto no es sinónimo de calidad y muchas veces éste es tan solo el puntapié inicial. La literatura alimenta a los medios audiovisuales pero no los domina. Las palabras se convierten en tiros de cámara y los diálogos en miradas. La acción se condensa. Muchas veces quienes se enfrentan a la serie después de haber leído el original sufren una desilusión ya que su imaginación había construido un mundo que no coincide con el de la propuesta. En otras oportunidades sucede lo contrario. Sin ir más lejos Vértigo, considerada la mejor película de Alfred Hitchcok, está basada en una novela mediocre (De entre los muertos) de Pierre Boileau y Thomas Narcejac. Para Francois Truffaut una adaptación literaria atada a la obra original se convierte en una suerte de película literaria y no cinematográfica. La adaptación tiene que hacer caso omiso de sus orígenes literarios.
En La Catedral del Mar el proceso no fue sencillo. El camino empezó el 2012 cuando se hizo el primer guión. Al año siguiente debió modificarse por requerimientos técnicos para construir 6 episodios de 60 minutos. Una posible coproducción con Alemania la convirtió en una miniserie de dos capítulos de 90 minutos. La idea no prosperó. El 2016 Netflix se sumó al proyecto aportando los recursos que faltaban y exigiendo 8 capítulos de 53 minutos. Pero valió la pena. En España fue la serie más vista de la temporada (con una media de casi 3,4 millones de espectadores) y en diferido arasó con una media de 600.000 visionados por capítulo.
En Netflix se estrenó este mes y claramente fue del gusto del Presidente. Seguramente su comentario no es más que eso y el Primer Mandatario está lejos de considerar la crítica de series dentro de sus ocupaciones. Si cambia de opinión puede hacer caso del aviso de Netflix donde busca interesados en ser parte de su staff y evaluar los productos de la plataforma siendo capaces de “relacionar la producción con otras de la misma índole, hacer vínculos entre actores y diversos procedimientos de este tipo ya que el análisis que se haga influirá en el próximo cambio de algoritmo de Netflix”. Difícil saber si el nivel de apego a un libro sea parte del algoritmo. Ojalá no, ya que este elemento per se no es un indicador de calidad ni menos aún de éxito.
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