Sólo cuatro días después del estreno de la segunda temporada de la polémica “13 Reasons Why” una estudiante de 16 años del Colegio Nido de Águilas se suicidó en el baño de una cafetería en Providencia. Difícil saber si esta producción tuvo directa influencia en la decisión, pero por la información aparecida en la prensa, sin duda su historia comparte varios elementos con la de Hannah Baker, protagonista de la propuesta de Netflix. Desde el primer capítulo sabemos que Hannah, una hermosa joven de un apacible suburbio norteamericano se quitó la vida. Los trece cassettes que dejó grabados, y que reciben los amigos poco después de su muerte, nos van dando capítulo a capítulo indicios de qué la llevó a tomar esa dramática decisión.
“13 Reasons Why” no deja a nadie indiferente. Y plantea una serie de interrogantes. ¿Es posible que un programa de ficción influencie a tal nivel a los jóvenes como para llevarlos a quitarse la vida? Si es así, ¿por qué se produce este fenómeno? Y directamente, ¿por qué hacerlo? ¿por qué emitirlo? ¿por qué verlo? Para muchos, lo que hace este programa es propiciar el diálogo y darle la oportunidad a los adolescentes para sopesar lo que realmente significa terminar abruptamente con sus vidas, mostrándoles que sí hay otros caminos. En uno de los capítulos vemos a su “ex” mejor amiga lamentándose porque Hannah nunca le dijo cómo se sentía, privándola de la opción de ayudarla. Otros compañeros miran con infinita angustia y remordimiento el que sí podrían haber hecho una diferencia. También están los adultos, que temen que se produzca una suerte de efecto Werther -llamado así por la novela «Los sufrimientos del joven Werther», escrita por Goethe en 1774- donde un aumento de los casos de suicidios se origina luego de que un hecho de esta naturaleza acapara el interés público.
“Los motivos reales para que alguien se quite la vida están en otro lado; pertenecen al mundo interior, tortuoso, contradictorio, laberíntico y en su mayor parte invisible”, escribe Al Alvarez, crítico, poeta y ensayista inglés. En su libro “El Dios Salvaje. Ensayo sobre el suicidio” examina un fenómeno difícil de comprender en sus más profundas motivaciones. “13 Reasons Why” lo hace de una manera más simple: “Un rumor basado en un beso arruinó lo que debiese hacer sido un momento especial. En realidad, arruinó absolutamente todo», declara Hannah. Una forma bastante básica acorde con un formato que tiene por objetivo acaparar el interés de la audiencia y no necesariamente propiciar un análisis profundo. La responsabilidad de transformarlo en algo más es delegada a otros. Así queda claro con la declaración inicial de Netflix: “Advertencia de contenido: Esta serie contiene escenas que podrían resultar perturbadoras para algunos espectadores, incluidas descripciones gráficas de agresión sexual, abuso de sustancias y suicidio. Si tú o alguien que conoces necesita asistencia y recursos para enfrentar una crisis, visita 13ReasonsWhy.info para obtener más información”. Ahora, como parte de la segunda temporada -y para paliar en cierta medida las críticas-, existe un programa complementario en el que un grupo formado por parte del elenco, expertos y profesionales debaten sobre los temas propuestos en los diferentes episodios.
Un estudio realizado por la revista médica JAMA dejó en evidencia cómo las búsquedas en Google relacionadas con el suicidio aumentaron significativamente en Norteamérica tras el estreno.
¿Tienen los adolescentes la capacidad para ir más allá? Seguramente varios se quedan sólo con las palabras de Hannah: «Sé que probablemente no quisieron abandonarme. En realidad muchos de ustedes ni siquiera sabían lo que estaban haciendo, pero ahora lo van a descubrir”. Así termina el primer capítulo (perdón por el spoiler). “Debido a los cassettes no somos testigos del vacío absoluto y del sufrimiento enorme que se produce después de que alguien se suicida”, señala la revista Rolling Stone. Y agrega: “Para los adolescentes que luchan contra problemas de salud mentales, observar la muerte de una forma tan simple como se muestra en la serie puede llevarlos a perder la sensibilidad sobre este serio problema”. Un estudio realizado por la revista médica JAMA dejó en evidencia cómo las búsquedas en Google relacionadas con el suicidio aumentaron significativamente en Norteamérica tras el estreno. Por su parte en Nueva Zelanda (país que tiene la mayor tasa de suicidio adolescente del mundo) por primera vez un contenido se ve obligado a llevar una advertencia que indica que no es apto para menores de 18 años.
Las cifras son fuertes, muy fuertes. Más de 5.000 adolescentes intentan diariamente suicidarse en Estados Unidos. En la vida real sería difícil encontrar un caso en que una menor de edad deje trece cintas explicando por qué varios de los que la rodean son los responsables de su decisión. Es difícil imaginar que una persona atormentada por este tipo de pensamientos tenga la fuerza y la frialdad para llevar a cabo un plan así. Desde esta perspectiva la serie tiende a frivolizar algo que sólo deja una estela de dolor.
Un acto así se prepara en el silencio del corazón. En “13 Reasons Why” no se escucha ese corazón que sufre.
Explicar por qué alguien se suicida ha sido objeto de debate permanente desde disciplinas tan diversas como la literatura, la neurociencia y la psiquiatría, por nombrar sólo algunas. En un mundo donde el diálogo se produce en otras plataformas, donde los adolescentes cuentan con nuevas herramientas, donde el cyberbullying (o ciberacoso) es un práctica habitual, una serie de televisión resulta un escenario válido para plantear el tema. “Un acto así se prepara en el silencio del corazón, como las grandes obras de arte”, escribió Albert Camus sobre el suicidio. En “13 Reasons Why” no se escucha ese corazón que sufre. «Creo que ustedes saben exactamente lo que hicieron y después de estas grabaciones nunca lo van a olvidar”, declara Hannah, pero nunca repara en que el suicidio es un acto multicausal y que, tal como afirma Al Alvarez, “sea lo que sea hay, en esto algo más que mortificación y autoestima herida”.