Generalmente detrás de un golpe periodístico hay meses de investigación y trabajo. Días completos esperando que aparezca el posible sospechoso. Horas y más horas de entrevistas. Olfato periodístico que es la suma de talento y vocación. Camarógrafos capaces de captar la imagen precisa en el momento apropiado. Editores dispuestos a supervisar cada detalle y a apoyar la apuesta. Todos elementos necesarios y que tienen un costo monetario establecido en rígidos presupuestos. Mirándolo así, ¿cuantó dinero habrá gastado T13 en su reportaje sobre los abusos de la cofradía “La Familia”? Seguramente cifras consideradas muy altas para los duros tiempos que vive la estación.

Sin embargo, la palabra correcta en este caso no es gasto sino que inversión. T13 demostró cómo un trabajo así de exhaustivo le entrega atributos claves en esta industria: prestigio y credibilidad. Y lo hizo porque en sus filas tuvo un joven con una enorme convicción. Cristián Venegas, periodista de Canal 13, recibió la denuncia en diciembre del 2016. En ese entonces era investigador del desaparecido programa “Contacto” y parte del canal aún pertenecía a la Iglesia, por lo que un tema así fue considerado inviable. Pero él no se dio por vencido y compró con sus propios medios una pequeña cámara con la que, acompañado sólo por la denunciante y oculto bajo el jockey que le prestó un amigo, partió trabajando en el que sería uno de los grandes golpes periodísticos del último tiempo.

La suspensión de 14 sacerdotes implicados en posibles delitos de índole sexual obedece a lo expuesto por los medios.

En enero de este año Venegas habló con Enrique Mujica, Director de Prensa de T13. Fue él quien lo apoyó y decidió que la investigación llevada privadamente por el joven reportero contaría ahora con todos los recursos necesarios y la complicidad de sus superiores. En marzo se sumó Emilio Sutherland y en mayo ya estaban listos para salir al aire. Y lo lograron. Marcaron agenda y desenmascararon una red que llevaba años y que pese a las denuncias recibidas por el arzobispado nunca había sido pesquisada. Veinte minutos en el noticiario central consiguieron que la diócesis de Rancagua suspendiera a 14 prelados implicados en posibles delitos de índole sexual donde estarían involucrados menores de edad. 

«Se ha restringido de su ministerio sacerdotal a 14 sacerdotes. Lo que significa que se ha tomado conocimiento, fundamentalmente por lo expuesto por los medios de comunicación, de que estos sacerdotes han incurrido en acciones que pueden constituir delitos tanto en el ámbito civil como canónico», anunció el sacerdote Marcelo Lorca a través de un comunicado. Abiertamente reconoce que la acción obedece a lo “expuesto” por los medios. Fueron éstos los que hicieron caer a la cofradía “La Familia”. Antes de que Emilio Sutherland y su equipo aparecieran, cada cura predicaba tranquilamente desde su púlpito y en privado jugaba con la “abuela”, las “tías” y las “sobrinas”.

«Reiteramos que hemos hecho una denuncia a la fiscalía de Santa Cruz, con los antecedentes que ha proporcionado Canal 13, sobre Luis Rubio. Y pondremos todos los antecedentes con que contamos a disposición de la fiscalía». Los “antecedentes”  no eran nuevos. Ya habían sido presentados frente al arzobispado. Sin embargo fueron pasados por alto. Ninguneados. Venegas y el equipo de T13 tomaron otra opción y creyeron en las denuncias.

¿Cuánto tiempo se necesita para lograr un reportaje así? En este caso todo partió hace tres años. Luego vinieron meses y meses de chequeo, reporteo, días enteros sentados en un auto esperando el momento preciso, viajes a Rancagua rastreando testigos, siguiendo pequeños hilos que a veces terminan en nada. Cualquier planilla Excel mostraría sólo números rojos ya que los mismos minutos en el noticiario pueden llenarse con la inauguración de un restaurante en Valparaíso. ¿Se justifica entonces tanto ajetreo? Sí. Porque el periodismo de calidad requiere tiempo y profesionales serios.

En la historia del periodismo de investigación a nivel mundial hay casos emblemáticos. La delantera para muchos la lleva el escándalo que terminó con la presidencia de Richard Nixon en Estados Unidos. Los reporteros del “Washington Post”, Bob Woodward y Carl Bernstein, dieron a conocer cómo el gobierno tenía una estructura organizada para espiar a los rivales políticos y a cualquiera considerado “desleal”. Un golpe que ha sido llevado a la pantalla grande en varias ocasiones.

Un ejemplo más reciente, y de otro ámbito, es el del “Wall Street Journal”. En el 2015 el periodista John Carreyrou reveló que “Theranus”, una de las compañías más exitosas de Sillicon Valley, era un fraude. Hace un par de días el reportero lanzó “Bad Blood”, minucioso libro donde relata cómo, tras una anónima denuncia, logró la caída de esta empresa que prometía exámenes de sangre ultra sencillos y a un muy bajo costo. El 2014 “Theranus” valía 9 mil millones de dólares, hoy prácticamente no existe. Si no fuese por Carreyrou, quizás estaríamos tomándonos nuestras muestras en máquinas ubicadas en supermercados, con resultados absolutamente errados y dramáticas consecuencias para la salud.

Y seguramente es el reportaje de “The Boston Globe” el que permitió que  ahora muchos se atrevieran a revelar años de abusos por parte de la Iglesia Católica. El diario fue uno de los primeros en reportear y publicar conductas de esta índole. Considerado “una oda al periodismo de investigación”, luego fue la trama de “Spotlight”, cinta ganadora del Oscar 2016.

Pero volvamos a Chile. El 2005 el  programa “Contacto” encontró el refugio de Paul Schaefer y consiguió su posterior detención. El líder de la ex Colonia Dignidad fue condenado a cadena perpetua. 15 meses de trabajo y dos de los mejores periodistas del equipo cien por ciento focalizados. Otro ejemplo y bastante más cercano es el destape del Caso Caval publicado en la desaparecida revista “Qué Pasa”. Sin duda, otro de los Top 10.

Dramático resulta preguntarse entonces qué va a pasar con el periodismo de investigación si sus principales bastiones desaparecen.

¿Qué tienen en común los casos anteriormente mencionados? Todos provienen de medios de comunicación tradicionales, con equipos jugados y un gran olfato. Dramático resulta preguntarse entonces qué va a pasar con el periodismo de investigación si sus principales bastiones desaparecen. Quizás el tema requiere una vuelta de tuerca y lograr que sea éste precisamente el arma que les permita dar la batalla. Aquí hay un nicho que bien manejado puede transformarse en un buen modelo de negocios que cuente con la capacidad de influir directamente en la vida de las personas.

Recordemos que hace unos años los sacerdotes predicaban dentro del noticiario central de la denominada “ex estación del angelito”. Ahora éstos forman parte de las noticias. T13 se la jugó y no hay duda de que la libertad editorial con que pudo actuar fue clave. Dentro de las medidas anunciadas en su temida restructuración hay un área que supuestamente está a salvo: prensa. Ojalá que dentro de ella se considere a todos los que hacen que un reportaje de este nivel haya llegado a la pantalla. Porque sin un buen equipo el gasto no se convierte en inversión. ¡Aplausos para Cristián Venegas! Un ejemplo de convicción para las futuras generaciones.