La foto con más “me gusta” en la historia de Instagram es ni más ni menos que la de un huevo. Sí. Una clara y una yema le quitaron tan honroso título a Kylie Jenner, una de las Kardashians, tras un año de reinado en esta plataforma gracias al anuncio del nacimiento de su hijo con el rapero Travis Scott. Y lo hicieron a través de la cuenta @world_record_egg (que tiene solo una publicación) y el siguiente texto: “Pongamos un récord mundial y obtengamos la publicación con más ‘me gusta’ en Instagram. ¡Superemos el récord mundial actual de Kylie Jenner (18 millones)!”. Seguramente el famoso aspirante a pollo no logrará mantener su fama en el tiempo, pero con su performance muestra que los likes son indicadores artificiales que están lejos de tener el poder que muchos jóvenes les asignan.
La misma plataforma usada para destronar una foto es el refugio de muchos adolescentes. Especialmente de los miembros de la “Generación Z”, que corresponde a los nacidos entre 1995 y 2010. También denominada como “generación K”, “posbieber”, “posmillenial” o “centennial”; incluso “copo de nieve” (snowflake), por la facilidad con que sus integrantes se ofenden y su excesiva vulnerabilidad e incapacidad para hacer frente a opiniones distintas. Personas extremadamente sensibles que piensan que el mundo gira en torno a ellos.
Son los sucesores de los millennials y no pueden siquiera imaginar un mundo sin internet; de acuerdo con Business Insider el 80 por ciento tuvo su primer smartphone antes de los 12 años. Dependen de la tecnología y se relacionan a través de mensajes de texto, Whatsapp, Facebook o Instagram. Nunca tuvieron que aprender a usar las redes sociales, éstas eran parte del mundo que los rodeaba y pasan de una a otra instintivamente, muchas veces exponiendo su intimidad en forma obsesiva y sin sopesar lo que en realidad está en juego.
Los jóvenes viven bajo la dictadura de un like. El mismo elemento convierte a un huevo en un fenómeno y paralelamente celebra la pérdida de la intimidad. Una intimidad que forma parte de la esencia del ser humano y que por lo tanto, debe seguir siendo íntima.
La plataforma para compartir fotos creció significativamente en los últimos años. De acuerdo con el estudio realizado por las empresas We are Social y Hootsuite, Instagram tiene más de 1.000 millones de usuarios activos en un mes y el rango entre 18 y 24 años es el más importante en esta red social. Según Pew Center, solo el 51% de los estadounidenses de entre 13 y 17 años utiliza Facebook en contraposición al 71% que lo hacía en 2015. Esos mismos jóvenes ahora usan Instagram (72%) y Snapchat (69%). ¿Por qué? ¿Qué publican? Según Nir Eyal, autor de “Hooked: How to Build Habi-Forming Products”, la sicología de Instagram se basa en la ansiedad de perder ese momento para siempre si no lo reflejan y lo hacen público. Pero principalmente en el fenómeno de los “likes”, los que constituyen un poderoso refuerzo para el ego, así como las ansias de seguir captando más y más atención y admiración social. Esto ha llevado a que, tal como dice la ensayista argentina Beatriz Sarlo, estemos viviendo el fin de la intimidad ya que al exponer mi yo interior y develarlo éste se desvirtúa. “La intimidad hoy liberada es materialista y extrovertida: el cuerpo y sus actos no se sugieren ni se muestran a medias”, sino que más bien se exhiben.
Para los jóvenes, si algo no está en la red, no existe. Quieren ver y ser vistos, por lo que muchas veces ventilan públicamente sus sentimientos e historias para validarse. Estamos frente a una nueva patología, una adicción considerada por especialistas como peor que la que produce el alcohol o el cigarrillo. Dentro de los síntomas de abstinencia que se experimentan al no poder acceder a las redes están la irritación, el nerviosismo y la tristeza.
Numerosos estudios vinculan el uso excesivo de redes sociales en jóvenes con depresión, mayores niveles de trastornos sicológicos e incluso tendencias suicidas. El tema no es menor. Y la falta de conciencia respecto de lo que en realidad significa contar con likes en Instagram sin duda poco ayuda. El mismo corazón que se usa para apoyar una causa humanitaria es el que sirve para festejar un nuevo vestido; el mismo símbolo aprueba una fiesta y valora un buen trabajo de investigación. Los jóvenes viven bajo la dictadura de un like. El mismo elemento convierte a un huevo en un fenómeno y paralelamente celebra la pérdida de la intimidad. Una intimidad que forma parte de la esencia del ser humano y que por lo tanto, debe seguir siendo íntima.