Ordenar las poleras en forma vertical produce felicidad. Al igual que separar la ropa pesada de la liviana y botar todo lo que no se usa. Pero no se trata de simplemente desecharlo, sino que antes de deshacerse de un pantalón hay que agradecerle por el rol que jugó en nuestra vida. Un ritual que ahora es parte de una de las series de Netflix que más ha dado que hablar en el último tiempo. En “A ordenar con Marie Kondo”, la autora fenómeno de la cultura popular ayuda a disímiles familias a organizar sus casas y, al mismo tiempo, sus vidas.

Desde su estreno este reality de ocho capítulos generó una verdadera revolución que tiene a sus seguidores pensando cuál  es el vínculo que poseen con los abrigos de temporadas pasadas o las corbatas anchas. En redes sociales los comentarios son de todo tipo. Están los fanáticos que bordean el TOC y los detractores que ven en ella una peligrosa gurú que se disfraza detrás de una angelical y zen sonrisa. Ellos analizan cada capítulo y van más allá de un simple «me gusta». Saben por qué no les atrae, cuáles son sus fortalezas y debilidades. Y la siguen al igual que su ejército de admiradores, transformando así a “A ordenar con Marie Kondo” en un claro ejemplo de “hate-watching”, término que hace alusión al acto de ver contenidos a pesar de odiarlos. Bastante paradójico, pero que además de tener una explicación social puede extrapolarse a las redes sociales, especialmente a Instagram. ¿Por qué sigo a personas que considero ridículas? ¿Cuál es el fin de saber dónde está un personaje que representa todo lo que yo no quiero ser y con el cual no me identifico en lo más mínimo?

Esto es parte de la cultura del troll donde personajes en su mayoría anónimos se dedican a publicar mensajes en redes sociales que generalmente buscan provocar, irritar o producir controversia.

El “hate-watching” fue utilizado por primera vez el 2012. En una crítica televisiva de “The New Yorker”, Emily Nusbaum analizaba la serie “Smash” y al  mismo tiempo se preguntaba la razón por la cual la seguía si en verdad le cargaba: «Quiero decir, ¿por qué me tomaría la molestia de ver un espectáculo que me enoja tanto? En algún nivel, obviamente lo estoy disfrutando”. Lo mismo pasaba con producciones como “The Newsroom” o “The Killing”, que compartían el ser amadas por unos y profundamente detestadas por otros. Productos que tienen características en  común: dan de qué hablar, al criticarlos con argumentos aparecemos como más inteligentes y además producen un cierto grado de placer al enfrentarse a ellos.

Marie Kondo fue incluso objeto de un debate en redes sociales tras su sugerencia de mantener en los estantes solo 30 libros.

Esto es parte de la cultura del troll donde personajes en su mayoría anónimos se dedican a publicar mensajes en redes sociales que generalmente buscan provocar, irritar o producir controversia. Al hacerlo encuentran goce y satisfacción, ya que el descubrir defectos les permite burlarse públicamente. Disfrutan criticando y ojalá sea de la forma más aguda posible ya que eso les da una suerte de superioridad intelectual.

Destrozar a Marie Kondo es parte de esta misma dinámica. Considerada como un verdadero monstruo por algunos usuarios de twitter, fue incluso objeto de un debate en redes sociales tras su sugerencia de mantener en los estantes solo 30 libros. Los bibliófilos pusieron el grito en el cielo y la escritora irlandesa Anakana Schofield publicó el siguiente tweet: “NO escuches a Marie Kondo en relación con los libros. Llena tu apartamento y el mundo con ellos. No me importa si tiras tus calzones y tupper, pero la mujer está muy equivocada con los LIBROS. Todo ser humano necesita una biblioteca extensa, no estantes limpios y aburridos”. Al parecer la sugerencia de Kondo sobre los textos fue mal interpretada, pero la hizo objeto de toda clase de memes que terminaron por convertirla en una caricatura de sí misma. Imposible mirarla de la misma forma después de leer comentarios como “Mi problema con Marie Kondo es que atenta contra unos de los principales pilares de la humanidad…  Esa silla”, “Marie Kondo recomienda solo tener cinco familiares de los cuales tres sean gatitos”, “Marie Kondo le recomienda a Cuarón quedarse solo con 3 de las 10 nominaciones de Roma” o “No me importa el debate sobre el libro de Marie Kondo, solo quiero saber por qué no le pregunta a las mujeres si sus esposos realmente les generan alegría o si les deben agradecer y eliminar”.

De acuerdo con ciertos estudios, esto obedece a que somos voyeristas sociales y “hate-followers”, los miramos aunque nos irritan.

Quienes escriben estos mensajes obviamente no quieren a Marie Kondo, pero seguramente son parte de los cerca de dos millones de seguidores que tiene en Instagram. Mientras a un número de ellos les interesa saber dónde guardar los clips, otros no la resisten. Pero la ven igual. De acuerdo con ciertos estudios, esto obedece a que somos voyeristas sociales y “hate-followers”, los miramos aunque nos irritan. Muchas veces lo hacemos para diferenciarnos de ellos y así definir quiénes no queremos ser, pero también porque ayudan a que formemos parte de una comunidad y tengamos temas en común.

¿La solución? Simple. Dejar de seguirlos y de buscarlos. Nadie nos obliga a ver a Marie Kondo y menos aún a doblar las camisas con las mangas para arriba. Y sin duda, con poco esfuerzo, encontraremos otros temas en común.