Penguin Bloom (2021) se convirtió rápidamente en una de las películas más vistas en Netflix en las últimas semanas. Traducida al español como Un milagro inesperado, narra la historia real de una familia australiana golpeada por la tragedia.
Filmada en las Northern Beaches de Sydney –donde precisamente viven los verdaderos Bloom–, la película muestra a una típica familia que en 2013 decide pasar unos días de vacaciones en Tailandia. Todo normal, hasta que en un paseo la madre cae accidentalmente desde una terraza y termina inmovilizada de por vida desde el pecho hacia abajo. Un golpe que reconfigurará a la familia y la llevará al límite.
Las actuaciones destacan en esta película. En primer lugar, Sam Bloom, la accidentada madre, es encarnada magistralmente por una soberbia Noami Watts, quien desde Lo Imposible (2012) nos ha demostrado que pase lo que pase en Tailandia (¡vaya coincidencia!) la familia es lo primero.
A su lado, Cameron Bloom, el padre de familia, es interpretado por Andrew Lincoln, a quien hemos visto durante la última década sobreviviendo al apocalipsis zombie en The Walking Dead. Sin duda una agradable sorpresa verlo desenvolverse tan cómodamente en un papel dramático y lleno de aristas emocionales.
Luego, destaca fuertemente la interpretación de Jan, la madre de Sam, encarnada por la galardonada Jacki Weaver. Ella es una suegra que también debe adaptarse a la nueva realidad de su hija y se balancea permanentemente entre el ser invasiva en la dinámica de los Bloom y el dejar en manos de Cameron el volver a poner en pie a su familia.
El filme tiene más actuaciones soberbias. Desde luego la de los tres pequeños hijos, Noah, Oli y Rueben, quienes cada uno a su edad deben descubrir su papel en este nuevo punto de partida familiar, donde la madre atlética, alegre, preocupada y atenta parece haber desaparecido para siempre.
¿Y quien es Penguin Bloom? Pues ahí comienza la película realmente, cuando un día, Noah, encuentra a un pequeño pichón de urraca herido en la playa y decide llevarlo a casa para sanar sus heridas. Bautizado como Penguin –únicamente por ser blanco y negro– el ave va haciéndose parte de la familia día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Sam, obviamente, al comienzo no quiere más variables en su vida y toma distancia del animal. Sin embargo, poco a poco, le va tomando cariño hasta que termina siendo un Bloom más.
En solo 95 minutos se nos cuenta una historia de resiliencia extraordinaria, de final previsible, pero llena de detalles muy humanos que muchas veces hacen necesario tener un pañuelo a mano. Sam finalmente se da cuenta que tal como Penguin no necesitó alas para ser uno más de la familia Bloom, ella no necesita de sus piernas para recuperar su lugar en la misma.
Por cierto, vale la pena ver los créditos de la película dirigida por Glendyn Ivin, pues se muestran las fotografías tomadas por el mismo Cameron, las que se incluyen en el best seller que él mismo publicó contando la historia familiar y, dato curioso, pueden verse en detalle en la cuenta de Instagram que la misma familia le creó a la urraca: @penguinthemagpie
En Netflix.
Trailer aquí.