Jamás llegarán a viejos se incorpora al catálogo de Prime Video después de tres años de su estreno en un puñado de salas alrededor del mundo. Peter Jackson, el aclamado director de El Señor de los Anillos, incursiona en el género de los documentales con esta pieza conmemorativa de los 100 años del fin de la Primera Guerra Mundial.
El neozelandés trabajó a partir de 600 horas de archivo perteneciente al Imperial War Museum y al testimonio real tomado por la BBC de 200 veteranos que combatieron en Europa, muchos de ellos niños de 14 años en 1918. Construye, con todo ese material, un filme de 99 minutos en los que recrea una gran batalla que exhibe todos los dramas del primer gran conflicto mundial.
Quizás los más puristas dirán que Jackson, una vez más, tergiversa la realidad, pues muchas de las escenas, fotografías y testimonios se refieren a otras batallas de la misma guerra, pero como el mismo director explica, su intención es sacrificar la precisión temporal y geográfica con tal de poner sobre la mesa el drama humano que significó la Guerra de las Trincheras.
Indudablemente el gran acierto de la obra es la introducción del color que Jackson y su equipo de Weta Digital realizan en la inmensa mayoría de las tomas, impregnando cada una de ellas de un realismo brutal. De hecho, el filme está originalmente en formato 3D, aunque prácticamente todas sus exhibiciones públicas estuvieron en formato 2D. Sorprende, en ese sentido, el trabajo detallado para traer al color los uniformes, los rostros, los tanques, el barro, las heridas y el gas mostaza. Impresiona, así, entender cómo el color añade realismo y crudeza a esas escenas que muchas veces se ven de paso en documentales de la época.
Es así como Jackson, por un lado con la licencia de sintetizar todo en una gran batalla y llenando delicadamente de color las imágenes, deja en evidencia algo que muchas veces puede pasar “colado” por los terribles archivos que luego dejaría la Segunda Guerra Mundial. Y es que la Primera Guerra fue bestial en muchos sentidos.
Se ve y escucha con crudeza cómo niños inocentes fueron conducidos al campo de batalla sin saber muy bien – ¿alguna vez se sabe? – a lo que iban y cómo, en pocos meses, se convirtieron a la fuerza y de manera precipitada en hombres que veían morir a sus mejores amigos por una bala precisa lanzada por un francotirador enemigo, por las infecciones producidas por las extensas jornadas sumergidos en barro, atrapados y asfixiados por las barricadas de alambre púa o sencillamente despedazados por un misil lanzado por cualquiera de los bandos en conflicto… Los testimonios son explícitos y las imágenes coloreadas no dejan nada para la imaginación.
El documental expone además la precariedad en la que vivían los niños soldados, sumergidos por meses en barro, sangre, cadáveres y excremento, a la espera de alguna orden que los obligase, algunas veces bajo amenazas, a salir corriendo del agujero en el que vivían camino hacia lo desconocido.
Jamás llegarán a viejos es un buen recordatorio de que todas las guerras esconden detalles que, aunque privados de color, exponen lo peor de la naturaleza humana. Un baño doloroso de realismo.
En Prime Video.
Trailer aquí.