Esta escultura cinética de Matilde Pérez no tiene título y fue realizada por la artista en 1990 con placas metálicas de cobre, aluminio y bronce, plegadas y adheridas a una base de madera. Mide 50 x 12,5 x 12,5 cm.

Se trata de una obra tridimensional, única dentro de su producción, donde el juego cinético en este caso es solamente óptico. Es decir, el movimiento ocurre en apariencia, ya que ninguna de sus partes es accionada por elementos electrónicos ni mecánicos y no existe movimiento físico.

De formato pequeño, la escultura de bulto redondo invita al espectador a girar en torno a ella para poder apreciarla desde todos sus ángulos. Producto de una pulcra investigación geométrica, la escultura está construida con una serie de placas de diferentes metales y colores intercaladas con un ritmo determinado, de manera que en ciertos ángulos van reflejando luces y sombras, insinuando un sutil movimiento. Esta delicada pieza ha sido expuesta y requerida en numerosas exposiciones dentro y fuera de las puertas del museo, transformándose en una de las obras más exhibidas de la Colección MAVI.

Llamaremos arte cinético a la corriente de arte de mediados del siglo XX, cuya característica principal es la producción de obras articuladas alrededor de la idea de movimiento, corriente de la cual Matilde Pérez fue pionera y única exponente en nuestro país durante varias décadas. Durante los años 50, aparece en Estados Unidos la denominación op-art, o arte óptico, para designar un tipo de arte que crea la ilusión del movimiento a través de sus obras. La corriente se consolida en la década de los 60, a partir de una exposición celebrada en New York el año 65, The Responsive Eye. El movimiento de las obras puede ser real, pueden producir su efecto cinético mediante el movimiento del espectador, pueden utilizar la proyección de luz o pueden requerir de la participación activa de quien las enfrenta.

Esta corriente hunde sus raíces en Rusia en los años 20, donde una serie de artistas se dan cuenta de la importancia del dinamismo como elemento representativo del siglo XX.  Sin embargo, el movimiento, tal como se conoce hoy, está más relacionado con Alexander Calder y con el llamado padre espiritual del arte cinético, el húngaro Victor Vasarely.

En América Latina, sus representantes más conocidos son los venezolanos Cruz-Diez, creador de la serie Fisicromias de los años 60, y Jesús Soto con su serie de Penetrables, de la misma época. También en Argentina Julio Le Parc fue un reconocido artista cinético que se relacionó con Matilde Pérez en Paris, ambos como discípulos de Vasarely.

Las obras de Matilde Pérez han transitado desde lo estático, cuyo movimiento es solo aparente, siguiendo con sus llamadas obras electrónicas, con movimientos de luz, hasta las obras que requieren participación activa del público, como su Túnel cinético, instalación del año 1970, recreada en 2012 en la sala de exposiciones de Fundación Telefónica.

Breve biografía

Matilde Pérez comienza sus estudios el año 1939 y en 1956 se une al grupo Rectángulo, primer movimiento de arte constructivo en Chile, cuya base teórica lo constituían textos de Ramón Vergara Grez, en donde el acento está puesto en un concepto de orden y geometría. Este grupo vanguardista intenta adherir al movimiento constructivo que se expandía por Argentina y Uruguay, en oposición a las tendencias dominantes en Chile, influenciado por el informalismo que destruía las nociones de orden en el arte.

La artista recibe el año 1960 una beca a Paris para estudiar con Vasarely, donde puede dar curso a sus investigaciones geométricas, hasta dar con el camino hacia lo cinético.

A su vuelta a Chile, comienza a trabajar en solitario, realizando algunas obras en espacios públicos, siempre fiel a los objetivos del arte cinético, investigando y experimentando con nuevos materiales. Su producción no obtuvo el reconocimiento que se merecía sino hasta hace un par de décadas atrás, dentro de las cuales nuevos investigadores han rescatado un número considerable de sus trabajos, lo que ha llevado a que la artista finalmente haya obtenido la validación de una vida de compromiso con su quehacer, concediéndole la notoriedad que creemos siempre debió tener.

Nuevas generaciones han descubierto su obra, se han realizado investigaciones, exposiciones y publicaciones sobre su trabajo, que se ha vuelto reconocible para la mayoría del público, sean o no coleccionistas.

Su obra permanece en varias colecciones privadas y públicas y el Museo de Artes Visuales MAVI tiene dentro de su colección esta magnífica escultura, única en su género.