Así se titula el reciente libro del excomandante en Jefe del Ejército, general Ricardo Martínez.

Es una publicación excepcional: por su contenido, por la forma en que se abordan los temas y por la condición militar de su autor. No es frecuente encontrar obras de esta naturaleza. El título “Un Ejército de todos” remite a una realidad a mitad de camino entre la renovación de la institución actual y un anhelo o deber ser aún por alcanzar o, mejor dicho, un principio que nunca la institución debe dejar de lado o desconocer.

No se trata de un libro académico de teoría militar, ni un estudio sociológico sobre las FF.AA. chilenas o de ciencia política sobre el papel del Ejército en el sistema político nacional. La publicación recoge las reflexiones del general Martínez sobre el Ejército en los últimos 50 años, con pertinentes referencias históricas; así entramos en contacto con lo que el autor llama el ethos del Ejército, es decir, su cultura institucional. El libro está destinado, en primer lugar, a los compañeros de armas del general Martínez para animar una reflexión colectiva y también al mundo civil con igual propósito.

El general Martínez invita al lector a superar estereotipos y barreras ideológicas que dividen a la sociedad chilena desde hace décadas. Advierte la necesidad de abandonar esquemas dicotómicos propios de la Guerra Fría que se plasmaron en la Doctrina de la Seguridad Nacional. En ese esquema fueron formados los oficiales de América Latina para hacer frente a los conflictos de baja intensidad o la insurgencia subversiva o para prevenir evoluciones democráticas que pudieran desequilibrar la balanza de poder internacional.

Había que mantener a raya al enemigo interno y, por lo mismo, las FF.AA. no podían ser de todos. Bata leer otro libro reciente: “Pinochet desclasificado” de Peter Kornbluh para comprobarlo.

Sin embargo, esta ideología chocaba con la tradición constitucionalista de los militares chilenos. Preocupa al autor el involucramiento de los militares en la política. El general Martínez reconoce que existe un rol latente de las FF.AA. en la sociedad en cuanto factor de cohesión social que a su juicio debiera expresarse siempre a través de los cauces democráticos. En períodos turbulentos ese rol latente tiende a salirse de las normas jurídicas establecidas, y así el autor aborda lo sucedido entre el acuartelamiento del Regimiento Tacna en 1969 hasta 1990 en que comienza el retorno a la normalidad democrática. Hace también una referencia a la etapa de inestabilidad política luego de la guerra civil de 1891, al ibañismo y a la sublevación del general Ariosto Herrera contra Pedro Aguirre Cerda.

El libro reivindica la tradición constitucionalista del Ejército expresada en tiempos difíciles por los comandantes en Jefe René Schneider y Carlos Prats: el primero haciendo respetar la decisión que tomara el Congreso en la elección presidencial de 1970; el segundo, intentando mantener las bases democráticas mínimas de la convivencia amenazadas por fuerzas extremas opuestas. Recuerdo haberlo escuchado en su despacho de Ministro del Interior manifestar su preocupación por el destino del país si no se alcanzaban acuerdos que permitieran la estabilidad democrática. Su empeño se estrelló ante los muros de la incomprensión y la intolerancia de la derecha, sectores de la DC y algunos partidos de la UP. Otro tanto le sucedió poco tiempo después al cardenal Silva Henríquez al propiciar un diálogo entre el gobierno de Salvador Allende y la DC. En su reciente libro el Presidente Aylwin se pregunta: ¿Qué pudimos haber hecho mejor para evitar el desenlace violento de la crisis?

Consecuente con lo anterior, el general Martínez condena sin matices las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura. Sus autores se saltaron incluso las normas básicas del derecho humanitario internacional cometiendo crímenes de lesa humanidad. Sostiene que ante estos graves hechos el general Pinochet debió haber asumido la responsabilidad del mando.

Se refiere sucintamente también al papel de las FF.AA. durante la transición. Recuerda la reacción negativa de las FF.AA. frente al Informe Rettig y los principales roces que el general Pinochet tuvo con las autoridades civiles: sin mencionarlos alude al Ejercicio de Enlace, al Boinazo y a la forma irregular en que luego de un mes se produjo la detención del general Manuel Contreras. Luego que el general Pinochet abandonara el mando en 1998, la institución fue reconociendo lo ocurrido, principalmente bajo la conducción del general Emilio Cheyre con el documento “Nunca más” del 2003, antecedido por la Mesa de Diálogo de 1999. El propósito del autor es que se esclarezcan las situaciones todavía oscuras y que “los hechos hablen por sí mismos”, tarea en la cual cumple un papel central el Poder Judicial, labor que se vería facilitada si quienes tienen información -civiles o militares- la entregaran a los jueces.

También el autor aborda los desafíos del Ejército en el siglo XXI, cuando estamos asistiendo un cambio de época cuyos derroteros sólo intuimos y cuya duración se nos escapa. Vivimos los inicios de una nueva fase histórica que está cambiando las relaciones internacionales, la forma de trabajar, comunicarse y gobernar, condicionando nuestra manera de pensar. La geopolítica ha cobrado una nueva vigencia en desmedro del Derecho Internacional y el multilateralismo. Hay múltiples guerras en curso y variados conflictos irregulares. No terminamos de tomar conciencia de que actualmente hay más de 2.000 efectivos militares desplegados en la «zona roja» del conflicto mapuche y más de 600 resguardando la frontera en la zona norte. El despacho de la ley sobre protección militar de la infraestructura crítica nos habla de los cambios en curso.

Hoy nos asombran y desconciertan los adelantos tecnológicos disruptivos y abruptos, que impactan también la forma de planificar la defensa y hacer la guerra con la amenaza de usar armas de destrucción masiva y el empleo de armas de gran alcance y precisión mediante el control de la inteligencia artificial, para no hablar de la vulnerabilidad frente a los ataques cada vez más frecuentes a la ciberseguridad.

América Latina arriba a esta cita en condiciones de fragilidad y división, con un papel menguado y a veces reflejo. En el plano político la región sufre un debilitamiento institucional y una suerte de “recesión democrática”, con un resurgimiento del populismo y un desencanto ciudadano frente al escaso desempeño de los gobiernos elegidos, mientras la sociedad es afectada por antiguas y nuevas desigualdades, dificultad para retomar el crecimiento y una dinámica de violencia difusa, delincuencia y crimen organizado, tensionada también por las olas migratorias y los primeros efectos evidentes del calentamiento global.

En ese cuadro aparecen las nuevas tareas del Ejército. Hemos entrado a otro escenario. Un Ejército de todos” debe ser leído por militares y civiles con mente abierta. Así se podría avanzar en el camino de plasmar un renovado ethos castrense acorde con los principios democráticos y los desafíos que tiene el país por delante.

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