Por segunda vez en 8 meses, el 7 de mayo el Presidente sufrió una derrota aplastante, recibiendo un mensaje fuerte y claro de una gigantesca marejada de chilenos que se manifestó nuevamente contraria a refundar el país, a su programa, a sus ideas y a su mal gobierno. Por el contrario, una altísima mayoría se inclinó por elegir a 34 candidatos de la derecha para redactar una nueva Constitución, con una votación impensada de los Republicanos, otorgándoles el poder total al interior del Consejo Constitucional.
Pero el Presidente y los partidos que lo acompañan asumieron una actitud negacionista, pues a pesar de la contundencia de las dos derrotas sufridas, siguen en la lógica de que acá no ha pasado nada y todo sigue igual, lo que queda claramente ilustrado con las declaraciones de Boric y de variados miembros de su coalición. Queda la sensación que están gobernando solamente para esa minoría que los apoya y no para todo el país, lo que me recuerda la nefasta declaración de Salvador Allende cuando dijo que era Presidente solo de algunos chilenos.
Una de las primeras intervenciones post elecciones del Presidente fue “el norte de nuestro gobierno no se modifica por las coyunturas”, como si el resultado electoral fuera solo algo circunstancial sin trascendencia. Pero siguió en el cónclave de Cerro Castillo, donde manifestó claramente “no hay que moderar reformas, tampoco radicalizarlas”. No contento con eso dijo “nuestras ideas siguen vigentes“, señalando como prueba la aprobación del royalty minero y el sueldo mínimo, aunque olvidó acotar las concesiones que le hicieron a la oposición para su aprobación, sin convencer en todo caso a la UDI y a Republicanos de apoyarlas.
Y en la misma cita, Lautaro Carmona, del PC, fue muy claro en decir que “el gobierno tiene obligaciones comprometidas con la sociedad y tiene que llevarlas adelante, lo que concuerda con la tarea que dio el Presidente a las colectividades de “activar” a la sociedad para generar apoyo a las reformas del Gobierno, e incluso algunos hablaron de movilizaciones.
Por su parte, Camila Vallejo, al día siguiente de la elección salió jugando al divide para gobernar, declarando “hay una derecha que ha demostrado una mayor disposición democrática y esperemos que tras el resultado de ayer esa disposición no cambie, apelando enseguida a la “derecha democrática” para aprobar sus reformas, como si los 3,5 millones de votos de los Republicanos no hubieran sido democráticamente obtenidos.
La estrategia del Gobierno es lograr imponer su programa, usando como táctica el dividir a la derecha, otorgándole concesiones a Chile Vamos para obtener sus votos y así seguir avanzando en su plan. Camila Vallejo está cumpliendo el rol de Parténope cantándole a Ulises/Odiseo en su viaje de regreso de la guerra de Troya, pero es de esperar que los parlamentarios de derecha lo imiten, tapándose los oídos con cera, para evitar ser seducidos por la sirena Camila, pues si ceden a sus cantos, podrían sufrir las mismas consecuencias de los mitológicos marineros, que morían ahogados en el mar al escuchar y ser embrujados por esas dulces voces.
No obstante lo positivo de los resultados del domingo, quedan aún 2 años y 7 meses de un gobierno incapaz, cuyo norte es generar un gran Estado, partiendo ya con la Política Nacional del Litio; eliminar las AFP, lo que les permitiría acceder a administrar miles de millones de dólares de las pensiones ad libitum; terminar con las Isapres y todos a Fonasa con seguros complementarios, que no podrían comprar todos los chilenos, desmintiéndose a sí mismos con eso de igualdad de acceso a la Salud, y de aprobarse como está el proyecto de ley corta que enviaron el martes, sería el fin del sistema privado de Salud.
En resumen, estamos gobernados por una coalición y un Presidente derrotados, pero el mensaje del pueblo los tiene sin cuidado, no lo escuchan y seguirán adelante con sus planes. Todas las concesiones que hagan serán instrumentales y de no conseguir los votos necesarios para sus reformas, bueno, ya hablan algunos de movilizaciones y el Presidente de activar a la sociedad para presionar y generar apoyo, lo que podría derivar en violencia para conseguir objetivos políticos, como ya lo vivimos a partir del 18-O.
No hay que creer que el resultado electoral va a cambiar a este gobierno, pues su negacionismo nos señala que seguirán adelante con tratar de imponernos su programa, dejando la sensación que están gobernando sólo para la minoría que los apoya y no para todos los chilenos.