Señor Director,

Siendo diputado por Santiago, ingresé a la UDI en la mañana de aquel 1º de abril de 1991,  y fui recibido por el senador Jaime Guzmán. Aquella tarde, algunas horas después, se consumó su vil asesinato. Fui testigo del último acto político de su vida en este mundo.

A partir de lo sucedido el pasado domingo, no he dejado de pensar en él y en lo vigente que está su impronta en el alma de nuestros compatriotas.

Jaime nos enseñó que para dar la batalla de las ideas en política se necesita coraje, voluntad, decisión, patriotismo, mucho amor al prójimo, jamás doblegarse ni temerle al adversario, ser consecuente y sobre todo valiente.

Precisamente por todo lo anterior, el brazo armado del Partido Comunista, en frío cálculo y máxima cobardía moral, lo asesinó. Le temían y no fueron capaces de enfrentarlo con las armas de la razón.

Pagó con su vida la fidelidad a sus convicciones, y por eso Jaime Guzmán es inmortal.

A propósito del debate constitucional, la cruel y abyecta ofensa a su memoria en que con frecuencia suelen caer sus detractores  –de triste memoria esa imagen de aquel joven revolucionario luciendo ufano la polera con Jaime asesinado– lejos de emporcar su legado como constituyente, por el contrario, lo hace cada día más grande y más vital.

Su martirio nunca llegará a ser presa fácil de la maledicencia ni de la mezquindad humana, mucho menos de aquella impudicia pequeña y hostil teñida de odio.

Jaime Guzmán entró en la historia como un brillante político y un gran constituyente, y eso nadie se lo pudo arrebatar.

En esta hora crucial para nuestra vida como nación, en que todos apelan a la cordura y la sensatez, evoco su memoria recordando aquel gesto sublime que tuvo el senador Guzmán, cuando en un momento igualmente crucial para la vida del país, supo negociar la transición del gobierno militar a la democracia, instalando al senador  Gabriel Valdés en la presidencia del Senado.  

Chile, a partir de aquel acto político, viviría treinta años de estabilidad y progreso.

Que tremenda lección aquella. Liderazgo y grandeza.

La sabiduría popular se impuso por segunda vez este domingo de manera rotunda, apostando el pueblo nuevamente por la cordura, la misma que Jaime Guzmán tuvo cuando participó junto a otras celebridades en la redacción de un texto constitucional que le permitió a este país transitar, durante cuarenta años de vida institucional, por los caminos del orden y la tranquilidad, sin anarquía ni estallidos delincuenciales.

Una vez más, liderazgo y grandeza.

Que los nuevos constituyentes elegidos, de lado y lado, y también los políticos, sepan estar a una altura republicana en esta trascendental etapa de nuestra historia como nación, demuestren liderazgo y grandeza y, de paso, que los inquilinos de calle Suecia, se allanen a una autocrítica profunda. Sería muy sano.

Así, le estaremos asegurado a nuestra patria, otros 40 años de progreso en paz, con  orden y bienestar.

Carlos Bombal Otaegui, ex senador

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