Terminó el gobierno de la Nueva Mayoría y parecen soplar nuevos vientos. Fueron cuatro años muy duros para los empresarios. Cuarenta y ocho meses de crítica constante y donde el valor de sus compañías parecía constantemente amenazado. En buena parte del partido parecía que todo el equipo empresarial estaba colgado del arco tratando de evitar perder por goleada. El país no creció, se postergaron o redujeron las inversiones, y muchos incluso se sintieron obligados a buscar oportunidades en otros países.

Hoy el flamante gobierno es de una coalición de centroderecha. Se respiran aires de optimismo y los analistas internacionales predicen mejores prospectos de crecimiento económico. Incluso parecería que comienzan a sacarse proyectos de inversión del congelador.

Sin embargo, existe un gran riesgo de que los dirigentes empresariales olviden los problemas de fondo que los llevaron a la situación anterior e ignoren las necesidades de ajustes en la relación que debe tener la empresa privada con la sociedad donde opera.

Partamos por entender que hace cuatro años la ciudadanía tenía una visión muy crítica de la empresa privada y sus dirigentes. Casos de colusión, de maltrato a los consumidores y de uso de información privilegiada alimentaban la rabia y la sensación de ser “abusados” por la derecha y los empresarios que estaban detrás. Estas fueron justamente las banderas en dichas elecciones y, así, la Nueva Mayoría ganó por goleada. Una vez en el poder rápidamente puso a funcionar la retroexcavadora y empezó a sacar reformas como si fueran “churros”. Se subieron los impuestos a las empresas; se aumentó muy significativamente el poder de los sindicatos; virtualmente se expropió la iniciativa privada de la educación de la clase media; se reforzó el SERNAC y casi, casi, se reformó el sistema de pensiones.

No podemos ignorar que si la Nueva Mayoría perdió en las últimas elecciones no fue porque la gente no quisiera reformas, sino porque éstas se diseñaron mal y se ejecutaron peor. No fue porque atacaran a la empresa privada, sino porque cometieron muchos autogoles y el país no crecía. Buena parte de los ciudadanos que votaron por Michelle Bachelet en 2014 se fueron al Frente Amplio. Los descontentos con el sistema son muchos y recién se están reorganizando.

En este sentido, los empresarios se encuentran hoy con un gobierno que quiere crecer y que tiene más empatía por la iniciativa privada. Sin embargo, no pueden olvidar que los desafíos son reales y siguen más vigentes que nunca. En un mercado tan pequeño como el chileno, en algunos sectores hay pocos actores y la colusión debe combatirse frontalmente. Muchos productos y servicios son todavía poco competitivos, poco transparentes con los consumidores y se cometen abusos. Asimismo, y pesar de los esfuerzos de las AFP, las pensiones son bajas e insuficientes para la mayor parte de la población. El cuestionamiento al rol de la empresa privada es una realidad y hay que hacerse cargo.

El 18 de enero pasado Larry Fink, CEO de Blackrock -el mayor administrador de fondos del mundo-, envió una carta a los gerentes generales y directores de las grandes empresas donde ellos invierten. Dicha carta, titulada Un sentido de propósito, es tremendamente atingente para la problemática de Chile y podría ser útil para quienes dirigen nuestras empresas.

Primero, Fink les plantea los problemas de la sociedad actual, la frustración generalizada con la ineficacia de los gobiernos a la hora de resolverlos, y la necesidad de que la empresa privada tome un rol más activo. Segundo, les recuerda que las empresas sólo pueden existir si, en última instancia, cumplen un rol social. Las utilidades financieras son siempre necesarias, pero la sociedad sólo les permitirá existir a largo plazo si le generan una contribución positiva. Finalmente, les plantea una serie de preguntas sobre el futuro y les exige respuestas concretas.

¿De dónde vendrá la creación de valor a largo plazo de la empresa? ¿Cuál será el impacto que la empresa tendrá en la sociedad en que opera? ¿Dónde estará la contribución? ¿Cómo enfrentará la empresa desafíos inminentes como la robotización y la consiguiente destrucción de puestos de trabajo, o el cambio climático?

La sociedad chilena tiene grandes desafíos por delante. Educación, pensiones, calidad de las instituciones, desconfianza, y desigualdad, entre muchos otros. El cambio de gobierno pareció despejar el horizonte y traer aires frescos y de optimismo, pero si la empresa privada no toma con fuerza la iniciativa en su relación con la sociedad, este clima podría terminar siendo un “veranito de San Juan”.

 

Alfredo Enrione, ESE Business School, Universidad de los Andes

 

 

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.