Michelle Bachelet lleva menos de un año y medio en el gobierno, es decir, aún no cumple ni la mitad de su período. Nunca antes, desde el retorno de la democracia, habíamos visto un inicio tan precoz de las “pre campañas” presidenciales que tendrán lugar recién en noviembre de 2017. Hasta ahora –y sólo considerando los principales bloques políticos- podemos identificar al menos a 10 pre candidatos. Algunos han sido más explícitos (Ossandón, Velasco, ME-O); otros lo han dejado entrever (como Walker y Allamand); un par que se ha entusiasmado al ver las encuestas (entre ellos Isabel Allende); dos ex Presidentes –Lagos y Piñera- parecieran ya estar proclamados, de acuerdo a su agenda pública; e incluso sumamos a algunos personajes que escuchan voces para que se presenten (es probable que si a Farkas las encuestas lo incluyeran en pregunta cerrada, marcaría un envidiable porcentaje). En los últimos días se incorporaron al listado el UDI José Antonio Kast y Francisco Chahuán (RN), seguramente motivados por la intensa campaña que lleva adelante Sebastian Piñera como independiente y como una forma de mantener vigente las opciones de sus respectivos partidos en la Alianza.
¿Pero por qué tenemos campañas tan tempranas? Sin duda la crisis política actual y la abrupta caída en la popularidad de la Presidenta constituyen el factor más importante. La desconfianza y molestia ciudadana se expandió como virus y golpeó a todas las Instituciones, partiendo por la política. Y claro, los momentos de confusión y reordenamiento siempre dejan un espacio que representa una oportunidad. Pese a que en política partir primero nunca ha sido una garantía, tomar la delantera es una tentación difícil de controlar, aunque no se alcance a identificar y medir bien los riesgos. Los que más peligran en esta “adelantada” son Velasco y ME-O. Ambos, casi en forma simultánea, decidieron volver a la competencia (luego de meses de repliegue), pese a que los casos Penta y SQM están rondándoles cada vez más cerca. Piñera dio un paso en falso al tratar de liderar la transformación de la Alianza en “Levantemos”, y Lagos, con su tremenda experiencia política, sembró muchas dudas respecto de los objetivos que tuvo de visitar a Burgos durante la ausencia de Bachelet.
Dos años es una eternidad para un candidato. Debe contar con recursos, mantenerse en agenda, saber esquivar algunos temas, y en esta elección en particular, tratar de estar en el límite de la contingencia actual, y por tanto, no “contaminarse” con el escenario que golpea a todos los protagonistas políticos, sin distinguir entre moros y cristianos. ¿Y cómo se puede hacer esto? En primer lugar creo que deben focalizarse en uno o dos nichos (yo optaría por seguridad), proponiendo acciones concretas. Aún no es el momento de los “grandes proyectos” o de presentar un programa muy acotado. El paquete de reformas representa esa visión macro e idealista del país. Hoy las personas esperan respuestas más precisas, más al alcance de la mano. Si con Bachelet se levantó la utopía de los cambios estructurales capaces de transformar la sociedad y que se podían representar en el viejo slogan de los 60 “Basta de promesas, queremos sueños”, hoy debería ser a la inversa “Basta de sueños… queremos promesas (y concretas)”.
También los candidatos deberían verse con cierta distancia y autonomía de los partidos, al menos hasta entrar en tierra derecha (eso es mínimo en un año más…). Cuando un producto está a la baja, es mejor marcar una diferencia frente al ciudadano común. Los acuerdos y apoyos partidarios deberían tener un perfil muy bajo. ¿No es mejor para un Chahúan o un Kast desplegar una agenda y relato “preliminar” que permita posicionarse como pre-candidatos en vez de asomar hoy como “los candidatos de la RN o la UDI”, en los momentos que la Alianza sólo marca 15% de aprobación y 76% de rechazo?
Por último, es importante no equivocarse en el diagnóstico. En las últimas semanas han abundado todo tipo de rumores (muchos de ellos muy mal intencionados) de lo que podría pasar con el gobierno en el corto plazo. Incluso algunos analistas han llegado a plantear que el ciclo de la Presidenta estaría terminado, lo que equivale a decir que a ¡dos años y medio de marzo de 2017! estaría “finalizando” el gobierno. Opiniones –temerarias- que no hacen más que confundir a la población. Sin embargo, este adelanto en la carrera presidencial podría darle un respiro, e incluso representar una oportunidad para Bachelet al bajarle, prematuramente, la presión actual. Es un hecho, que en la última etapa de un gobierno mientras los otros disputan la Presidencia, se trabaja con más libertad y se buscan iniciativas que “trasciendan” (como lo que hizo Obama con Cuba e Irán). Sin ir más lejos, el ex Presidente Piñera logró subir, en los últimos siete meses de su mandato, desde 36% y terminar en 50% de aprobación, rompiendo la tendencia al rechazo que lo acompañó por tres años seguidos. Un detalle, el cambio de tendencia coincidió con el cierre de Punta Peuco ordenado por el ex Presidente.
Germán Silva Cuadra, Director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica (CEACE), Universidad Mayor.
FOTO: PEDRO CERDA/AGENCIAUNO