Las maras se tomaron la agenda, y todo porque la PDI pidió al Parlamento una sesión reservada para tratar el tema y poder responder a la pregunta del diputado Araya sobre si existían indicios de la llegada de las pandillas salvadoreñas al país. 

Más allá de si había información o no, la pregunta del diputado llega tarde. A estas alturas más que seguir hablando de si hay o no pruebas de nuevos grupos que llegan, deberíamos estar avanzando en la discusión parlamentaria sobre el paquete de leyes contra el crimen organizado, en el desarrollo de una estrategia nacional de seguridad y en mejorar los procedimientos de persecución. 

La vocera de la Corte Suprema dijo que “no lo vimos venir”. Pero, lo cierto es que en 2022 se registró un 32% más de homicidios, un 46% más de asesinatos con armas de fuego y un 40% más de armas incautadas, además de una crisis migratoria que ha sido utilizada por grupos criminales para ingresar al país y de un aumento de pandillas en las cárceles.  Entonces ¡¿cómo es posible afirmar que no lo vieron venir?!

Las maras nacieron en los 80 en Estados Unidos, luego de la deportación de los salvadoreños que vivían en ese país se consolidaron en Centroamérica; en Colombia crecieron los carteles del narcotráfico, seguido por México, y Chile desde hace años que es utilizado como zona de tránsito para el narcotráfico latinoamericano. ¡No podíamos seguir pensando que se mantendrían lejos!

¿Qué nos pasó que no lo vimos venir? ¿Por qué antes no hablamos de esto? Nos ubicamos en una región que concentra, aproximadamente, el 8% de la población mundial y el 30% de los homicidios, no hay conflictos interestatales, pero sí un alto grado de criminalidad organizada. En un entorno como ese ¿podíamos no ver la amenaza? Yo creo que no, tal vez no queríamos verla, aunque fuera evidente.

Seguir preguntándonos quiénes llegaron, seguir hablando de la violencia en la comisión del delito, de las armas y las drogas no es suficiente. Sabemos que el crimen organizado transnacional está llegando a Chile y que la organización de bandas delictuales es cada vez mayor, entonces, conversemos de lo que necesitamos para contener el avance de esta nueva criminalidad que tanto nos asusta.

Hablemos de inteligencia, de perseguir el dinero, de modernizar las técnicas investigativas y flexibilizar los procedimientos. Sólo discutiendo sobre lo que podemos hacer y dejando los diagnósticos atrás nos acercaremos a las soluciones. 

Contamos con instituciones profesionales que realizan importantes esfuerzos por contribuir al combate contra el crimen. Necesitamos que el Gobierno esté a la altura de ese esfuerzo impulsando la discusión legislativa y apoyando a las policías, mientras que el Poder Judicial, haga lo propio para sancionar a quienes corresponda.

No podemos seguir esperando a la mesa por la seguridad. Necesitamos respuestas concretas hoy, las que, sin duda, deben ser reforzadas con las reformas pertinentes para apuntar a medidas de mediano y largo plazo que busquen asegurar un entorno de paz.

*Pilar Lizana, Athena Lab. Experta en seguridad, narcotráfico y defensa.

Investigadora Athenalab. Experta en seguridad, narcotráfico y defensa

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