“Ya la suerte está echada”, como habría dicho Julio César antes de cruzar el Rubicón. Chile ya camina hacia un nuevo proceso constitucional. El camino no va a ser fácil aunque se hayan firmado los 12 puntos de acuerdo.

Un sector, la izquierda radical, difícilmente cumplirá con lo suyo, ya que nunca estuvo dispuesto a hacerlo y jamás en la historia lo han hecho. La derecha cree que puede controlar las intentonas contra el acuerdo y se siente muy segura con lo logrado. Lo cierto es que el peligro es inminente y permanente. La excesiva confianza lo hace más riesgoso. Pero ciertamente es lo que hay.

Ahora habrá que trabajar para intentar que lo acordado se cumpla y lograr la mejor Constitución posible, teniendo en cuenta que para marcar la diferencia, probablemente lo que se logre será peor de lo que se tiene. El acuerdo ya es real y es el camino trazado. Hoy es necesario que todas las fuerzas democráticas dejen de pelear entre ellas, ya que la posibilidad y la presión de quienes ven este proceso como una opción para totalizar el poder están más que presentes. 

Vivimos un momento de cambio de era, se rebaraja un nuevo orden mundial, el ciclo de mayor paz en Occidente se quebró y las democracias liberales están en crisis. Este modo de ver la realidad y de establecer la relación entre las personas es algo relativamente nuevo.

Siempre en la historia tras las crisis las personas renuncian a la libertad por seguridad, cosa que siempre ha sido aprovechado por los gobernantes para concentrar el poder y reglamentar la vida de las personas.

Tras la caída de la República Romana vino el Imperio, fase tardía de Roma que durará un poco más de 400 años hasta su caída. Tras la peste negra caerá el feudalismo y los reyes concentrarán el poder, ciclo que culminará en el absolutismo. En ambos casos la concentración del poder y la pérdida de libertad irá de la mano de auges económicos que hará que muchos crean que “da lo mismo”. Pero no es así.

Tras el absolutismo, desde las ideas de la ilustración se repensó el mundo y la interacción entre las personas. Se enfatizó en las libertades y los derechos individuales de las personas. Se concibió la democracia que es mucho más que simplemente elecciones. Se ganó la libertad de expresión y de opinión, terminando con la censura, la libertad de asociación y de movimiento, cosas que hoy parecieran estar más que cuestionadas. Se amplió la participación y se impuso la democracia representativa.

Hoy lo políticamente correcto es una nueva censura y la opinión ya no es libre. La obsesión contra las “fake news” puede abrir la opción del “Ministerio de la Verdad”, que dista mucho de ser libre.

Teniendo en cuenta que la persona es quien tiene derechos inalienables como la vida, la libertad y la propiedad, se estableció la creación de un Estado no total y dividido en sus funciones para evitar la tentación del dominio sobre las personas. Eso es lo que hoy está latente y presente y es el gran peligro del nuevo proceso. No solo la idea de lo “políticamente correcto” que anula ciertas ideas, sino que las pulsiones totalitarias, que ya vimos en el proceso anterior, que buscan acumular el poder y que haciendo uso de la democracia no buscan más que destruirla, eliminando todos los contrapesos.

El proceso es peligroso y complejo. Tendremos un consejo de expertos que ayudarán a iluminar el camino para intentar llegar a un texto razonable y mesurado, por lo que se hace esencial pensar y definir lo que es un experto.

No hay real experiencia, sino con el paso del tiempo. El ser humano aprende de la experiencia. Se trata de un texto constitucional por lo que se requieren abogados constitucionalistas expertos. Duchos en su saber y con gran experiencia y templanza. El paso del tiempo nutre de virtudes a las personas, no hay mejor escuela que la vida.

Un experto en cualquier disciplina para ser reconocido como tal, no puede por lógica, ser alguien joven, ni de mediana edad. Debe ser un alguien sobre 70 años, con vasta carrera en la disciplina en cuestión. Desde el romanticismo, Occidente se centró en la juventud como si ésta fuese un bien en sí misma, lo que es desde ya un gran error.

Dicen que “el diablo más sabe por viejo que por diablo”, y eso es evidente, el tiempo da sabiduría. Especialmente hoy en un proceso tan complejo y con un ambiente altamente politizado lo que Chile más requiere es templanza, prudencia y fortaleza, cosas que se ganan sólo desde la experiencia vivencial.

Los expertos debieran ser algo como un “consejo de ancianos” de gran sabiduría que ayude a los jóvenes temerarios que creen que “se las saben todas” a doble pensar y dimensionar los reales peligros que se avecinan.

Tal vez así podamos evitar que las intentonas revolucionarias reaparezcan y logren arremeter y triunfar en este nuevo proceso que es en sí un peligro mortal. Se requiere gran sabiduría, por lo que el llamado es a los partidos políticos a pensar en Chile y a proponer a hombres sabios para salvaguardar los acuerdos firmados. La historia ha demostrado que nunca han bastado las firmas.

*Magdalena Merbilháa es periodista e historiadora.

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