Es verdad que la fragmentación partidista constituye un obstáculo para el buen funcionamiento de la política. Pero la evidencia comparada y la propia experiencia chilena dejan en claro que cuando la presidencia hace adecuadamente su trabajo, el efecto pernicioso de la fragmentación partidista se reduce muchísimo. En cambio, cuando la presidencia no funciona bien, da lo mismo si el sistema de partidos está fragmentado.  

En estos dos años que han transcurrido del gobierno de Gabriel Boric -pero también producto de la intensa confrontación que existió entre el Ejecutivo y el Legislativo durante el cuatrienio de Piñera- se han levantado muchas voces criticando la alta fragmentación del sistema partidista chileno. A la fragmentación partidista se le atribuye la falta de diálogo y cooperación entre el Ejecutivo y el Legislativo. La solución, aparentemente, sería introducir reformas electorales que induzcan a una reducción en el número de partidos con representación en el Congreso.

La evidencia acumulada en casi 70 años de estudios sobre el efecto de las leyes electorales en el sistema de partidos políticos subraya que el número de escaños que se escogen por distrito tiene un enorme poder explicativo sobre el número de partidos que existen en un país. Mientras mayor es la magnitud del distrito, mayor es el número de partidos. Pero otros elementos de las leyes electorales, como la posibilidad que tienen los partidos de formar listas multipartidistas o la existencia de mecanismos de primarias para seleccionar candidatos, también importan en la fragmentación del sistema.

Durante los años en que estuvo en vigencia el sistema binominal (que estrictamente era un sistema de representación proporcional de lista abierta con magnitud de dos escaños por distrito), el número de partidos se mantuvo más alto de lo que predicen los modelos precisamente porque se formaron dos grandes coaliciones multipartidistas que constituyeron la base del sistema de partidos por las primeras dos décadas de democracia post dictadura.

La reforma electoral de 2015 que remplazó al sistema binominal con un sistema con menos distritos y mayor magnitud de distrito ha sido parcialmente responsable de la multiplicación de partidos en el país.

Pero las reformas a la ley de financiamiento de la política y a la ley de partidos políticos también hizo que fuera más fácil crear partidos y, en tanto estableció el financiamiento estatal a los partidos, generó incentivos para que distintos actores crearan sus propios mini-partidos y así pudieran acceder a financiamiento estatal. Como hay artimañas para que los partidos puedan sobrevivir aun si no alcanzan el mínimo de votación requerido en la ley, el número de partidos en el sistema ha aumentado. Correctamente, muchos razonablemente piden una nueva reforma para reducir el número de partidos. Esa es una reforma necesaria e importante de hacer.

Pero los problemas de fragmentación en el sistema de partido no son la principal causa del mal funcionamiento de las relaciones Ejecutivo-Legislativo. En el periodo 1990-2010, hubo momentos en que aumentó el número de partidos -como en el periodo de Patricio Aylwin. Recordemos que la Concertación estaba inicialmente compuesta por 14 partidos y proto-partidos. Pero Aylwin fue capaz de disciplinar a los partidos porque logró armar un gabinete fuerte y porque supo premiar a los partidos leales y castigar a los díscolos.

Luego, la fragmentación del sistema de partidos es un problema, sin duda, pero no es la razón que explica la incapacidad que hoy tiene el Ejecutivo de lograr acuerdos con el Congreso. Un gobierno con mejor muñeca para negociar y con más habilidad política podría tener resultados mucho mejores.

El caso de Brasil, donde también abundan los partidos, muestra que, cuando un Presidente tiene buena muñeca, como el Presidente Lula, las iniciativas legislativas del Ejecutivo avanzan en el Congreso. En Colombia, en cambio, donde hay menos partidos que en Brasil, la incapacidad del Presidente Gustavo Petro para avanzar sus iniciativas legislativas demuestran que la capacidad del Ejecutivo para jugar con las cartas que tiene es mucho más relevante que la fragmentación del sistema partidista como causa del estancamiento legislativo y de los conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo.

Es cierto que el sistema electoral que hoy tenemos es conducente a la innecesaria multiplicación del sistema de partidos. Pero el sistema binominal tenía también sus propios problemas. De hecho, no hay sistema electoral perfecto, aunque un sistema uninominal con distritos competitivos funcionaría mejor, dado el sistema presidencial que hoy tiene Chile. Pero el problema de Chile hoy no está en el indisciplinado y fragmentado Congreso nacional. El problema en la relación Ejecutivo-Legislativo hoy se explica por la inexperiencia, incapacidad y tozudez del Ejecutivo que ha sido incapaz de construir una coalición estable de gobierno.

De hecho, La Moneda sigue con esa insensatez de que hay dos coaliciones de gobierno. Si el Ejecutivo no mejora su gestión, incluso un Congreso compuesto por dos partidos disciplinados y cohesivos no bastaría para mejorar el problema político que hoy enfrenta el país. En cambio, si el gobierno empieza a hacer bien su pega, el fragmentado sistema de partidos no será obstáculo para que La Moneda avance en una agenda de reformas sensatas y razonables.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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