Un ciclo se niega a morir, el otro tarde en nacer

Luego del plebiscito la política siguió operando con piloto automático. Se continuó con la rutina establecida, sabiendo que ya no era apropiado, lo que significa que muchos estaban preparados sólo para las buenas noticias y no todos podían tenerlas. El resultado era esperable, pero eso no significa que fuera fácil de asimilar.

Lo que fue derrotado el 17 de diciembre fue la idea de dar un término impuesto a la búsqueda de un acuerdo constitucional. La conveniencia de esta clausura no se discute, pero el cierre no se podía decretar por el triunfo de un bando en disputa.

Lo que no fue conseguido por imposición se ha obtenido por cansancio. Ya no hay quién desee volver a ponerlo como tema prioritario en lo que queda de la administración Boric. El gobierno no podía ganar, pero podía perder y se salvó.

La distensión posterior a este episodio tan comprometido suele ser seguido de errores que no se deben al enfrentamiento con el adversario, sino justamente porque una disputa importante ha terminado. Se generó un vacío que no ha sido llenado por nada. Lo que ha venido es un relajo que nadie se esfuerza por ocultar.

El relajo es la nota que comparten episodios como el largo atraso de Boric en llegar a un acto público por estar “en terapia”, como si fuera imposible poner dos eventos de la agenda en sucesión en vez de en colisión, o en las sorprendentes declaraciones del vicepresidente del PS, Arturo Barrios, sobre su relación con los narcos, palabras que una semana antes no se las hubieran sacado ni bajo amenaza.

El tiempo de un gobierno corto se sigue gastando en un largo compás de espera del que no se sabe o no se tiene la voluntad de salir. No son los únicos en mantener la inercia. Tras el plebiscito, la derecha no quedó a la deriva, pero sí perdió un centro hegemónico de decisión y ahora ha empezado a ver el lado bueno del asunto.

Pudimos ganar todos, pero ahora perdiste tú

En la derecha van a colaborar compitiendo, eso afectará la negociación municipal, sin impedir el tradicional acuerdo que siempre logran en estas materias. Sin embargo, ya no partirá de la base de que hay un candidato en punta, respaldado por un partido que tiene el papel rector.

La oposición no podía perder el plebiscito, porque ninguno de los resultados posibles le era particularmente perjudicial, pero eso es efectivo en cuanto al sector. En referencia a las candidaturas presidenciales era distinto porque Kast decidió atar su proyección personal a la opción derrotada y eso lo ha afectado en forma notoria.

Como bien puede estar sucediendo que al ascenso fulgurante de republicanos le siga un descenso igualmente pronunciado, la negociación pierde puntos de referencia compartidos y ya no existe una razón última que obligue a una de las partes a ceder obligatoriamente ante la otra.

La dificultad agregada consiste en que llegar a acuerdo municipal es indispensable, pero como se está en competencia presidencial, toda posición que se ceda será usada inmediatamente después contra el otro en la disputa más importante. Inevitablemente eso también tiene que incorporarse en los cálculos.

En el papel las piezas encajan, el arreglo parecerá completo, pero eso no mejorará de por sí las relaciones porque las tensiones irán en aumento.

Ante el éxito inicial fulgurante de republicanos, la centroderecha dudó de su posición, planteamientos y estrategia, pero el problema nunca ha estado en lo que dicen, sino en la deslavada conducción de sus direcciones partidarias.

Ahora que han podido constatar que las caídas pueden ser tan fulgurantes como los ascensos, han vuelto a darse una oportunidad a sí mismos. Por lo demás, el traje de seguidores de radicalizados no es su mejor teñida.

La centroderecha volverá entonces a ocupar el espacio que había quedado vacante en su sector que es el de los constructores de acuerdos. En este movimiento se encontrará con nuevos socios, con pasado de centroizquierda, pero que han decidido cambiar de barrio, para lo cual han dado todos los pasos necesarios excepto el reconocerlo.

¿Por qué me miras con esos ojos?

Kast no anuncia su candidatura presidencial como un gesto de fortaleza, sino como una demostración de debilidad.

Es evidente que el gesto resulta extemporáneo de tan anticipado y el líder republicano ya había cometido el error de comprometerse a un buen resultado en el plebiscito, en el que cosechó una clara derrota. Sin embargo, no tiene alternativa.

Es precisamente este revés indesmentible lo que lo obliga a adelantarse otra vez más allá de lo prudente. Kast no explicó lo que sucedió, simplemente pasó a otra cosa. Tiene que conseguir que se deje de hablar de su derrota, algo que está mermando sus posibilidades de triunfo en una lenta pero segura corrosión, y se empiece a hablar de las candidaturas presidenciales. Es una forma de escape.

Hacer un seguimiento de la campaña en la derecha requerirá mucho sentido del humor, de otra manera no se verá el lado divertido de observar a Evelyn Matthei multiplicando sus intervenciones en medios y redes deplorando que exista alguien tan desubicado como para dar inicio a su candidatura como lo ha hecho Kast. Así que su campaña consiste en hablar en contra de las campañas.

Hay conflictos que se desencadenan sin que nadie lo desee. Al revés, desde el otro lado de la cancha, se observa con respetuoso silencio los intentos de Kast y Matthei y los partidos involucrados, por impedir el inicio de las hostilidades en el sector, comprometiéndose a no iniciar las agresiones mutuas.

Se trata de un pacto explícito y objetivamente necesario, no hay quién lo deje de reconocer, pero no es allí donde está el problema.

Las declaraciones sinceras son una cosa y otra diferente la dinámica que adquieran y las acciones derivadas de una campaña que es estrecha. No hay caso.

Mientras el oficialismo no levante cabeza, la oposición tendrá el convencimiento de que la competencia presidencial se resuelve entre sus postulantes y eso no facilita la moderación. Se dirime antes y, por lo tanto, se compite con intensidad. Por eso las buenas intenciones se alejan tanto de los sucesos efectivos.

Antes de una noche de insomnio, Javier Macaya ya había afirmado que “hoy la UDI va a dormir tranquila” y ahora, obligados por una convivencia estrecha y constante, nadie en la derecha puede cerrar los ojos sin sobresaltos, sabiendo que están durmiendo con el enemigo. Un enemigo y aliado que te desea las buenas noches, pero que oculta un extraño objeto metálico bajo la almohada.

Participa en la conversación

1 comentario

Deja un comentario
Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.