Este año podríamos destinarlo a dibujar juntos un camino nuevo de desarrollo para Chile. Un conjunto de propósitos y medios que nos saquen del estancamiento económico, el combate político paralizante, el movimiento pendular entre extremos, la perplejidad cultural y la incertidumbre y espera como estados de ánimo predominantes. Me refiero a darle un sentido más trascendente a la conformación de coaliciones políticas que nos impone el calendario, como son las elecciones de alcaldes y gobernadores este año y de Presidente el próximo.

Empecemos por recordar qué caminos hemos intentado en las últimas cinco décadas. A inicios de los 70 del siglo pasado fue el de la Unidad Popular, que propuso el “Socialismo a la chilena”. Consistió en intentar una revolución para reemplazar el capitalismo por el socialismo en democracia. Los medios principales fueron asignar un rol mucho mayor al Estado (por ej. fijando precios), expropiar tierras o fundos, estatizar empresas privadas, incluyendo la banca, nacionalizar el cobre, etc. Todos sabemos en qué terminó ese camino en sólo tres años.

El segundo fue el turno “Modelo de libre mercado” o neoliberal, impuesto por el gobierno militar con medidas exactamente opuestas al de la UP: reducción del tamaño y rol del Estado, privatización de casi todas las empresas públicas, apertura económica al exterior y sólo proponerse la reducción de la pobreza extrema dejando al mercado determinar la distribución de los ingresos globales de la sociedad. Este modelo se agotó cuando no logró recibir un respaldo mayoritario de los ciudadanos en el Plebiscito del Sí y el No en 1988.

El tercer camino en el último medio siglo fue el de la Concertación a inicios de los 90. Su propuesta la llamó de “Desarrollo con equidad” y comprendió elevar el rol del Estado en la economía y la sociedad entera para orientar el desarrollo hacia una mayor igualdad en la distribución de los ingresos. ¿Por qué medios? Conservando un énfasis en el crecimiento y un uso mayoritario del mercado, pero limitando su extensión hacia áreas sociales como salud y previsión. También profundizando la apertura al exterior, pero orientada por el Estado mediante la firma de Tratados de Libre Comercio. Y, sobre todo, buscando una mayor asociación público-privada mediante el uso de concesiones para la construcción de carreteras, puertos y algunas otras obras de infraestructura. A mi juicio, este camino se agotó cuando la Concertación no asumió la necesidad de reformar el Estado que recibió para, como gobierno, hacerse cargo con eficiencia, profesionalismo y más humildad de las tareas que requería seguir con esa estrategia de colaboración pública-privados.

Cuando llegó al Ejecutivo una Presidenta que no estaba profundamente convencida de las virtudes y modalidades de esa estrategia se agudizó la corrupción y los nombramientos según militancias políticas. No se reformó el Estado; siguió la maquinaria burocrática y fue cooptado por los militantes de los partidos de gobierno.

Si me preguntaran ¿cuándo se jodió la Concertación? Respondería que empezó cuando se dejó llevar por la creencia que expandiendo el número de programas y servicios públicos entregados por el Estado se remediaban todos los males sociales. Además, con la creencia de que con eso y más impuestos se mejoraría la distribución del ingreso. Y para realizar eso se contrataban más y más militantes de sus partidos en el Estado, quienes una vez dentro de él, se organizaban para defender sus prerrogativas y beneficios, manteniendo así una burocracia pública ineficiente. También cuando la tecnocracia pública se sintió omnipotente para conseguir mejoras, como en el caso del Transantiago.

Entonces llegó la derecha al gobierno con la propuesta de un cuarto camino de desarrollo para el país que podríamos llamarlo de “Desarrollo por mejor gestión pública”. Piñera I plantea que Chile puede llegar a ser un país desarrollado en poco tiempo gracias a un fuerte crecimiento económico y llevando a la administración del Estado a personas con elevada y probada capacidad de gestión en empresas del sector privado. Él mismo encarnaba esa propuesta con su pasado en el mundo empresarial. Pero fue flor de un día: sólo duró cuatro años. No tuvo herederos que continuaran su estrategia.

La respuesta de la centroizquierda para recuperar el gobierno fue proponer a los ciudadanos una profundización del estatismo y del socialismo con Bachelet II. Así se superaría la Concertación, invitando además al Partido Comunista y a los jóvenes contestatarios del Frente Amplio al parlamento y al gobierno. Podemos llamarla la “Estrategia de desarrollo estatista” o mejor, del “Estado redentor”. La educación se mejoraba pasando todas las escuelas al Estado central, frenando el crecimiento de las universidades privadas, constituyendo a alto costo centros de educación técnica superior estatales, fin del lucro, reforma tributaria profunda para financiar la mayor burocracia pública, etc. Con eso se iba a mejorar la distribución del ingreso, el crecimiento importa poco y la paz social se consigue con los organizadores de las manifestaciones callejeras ocupados como empleados públicos del Estado en el Ministerio de Educación (Frente Amplio) y otros. No entregan lo que prometen, y los ciudadanos prefieren volver a tener el mayor crecimiento económico que promete la buena gestión de Piñera II en su segundo intento. Nuevo fracaso.

El péndulo vuelve a la izquierda, esta vez prometiendo “El fin del modelo neoliberal: el estatismo radical”, encabezado por Boric con el núcleo del gobierno conformado por el PC y el FA. Esta sexta estrategia de desarrollo en menos de 55 años puede caracterizarse como una ilusión ingenua de reeditar la UP, intentando ahora estatizar la salud y la previsión, volver a que sean empresas estatales la que generen crecimiento (el litio) y esperar conseguir todo lo propuesto encargándoselo a programas y agencias del Estado. El crecimiento económico general no figuró ni como prioridad secundaria en el programa de gobierno de Boric.

Y aquí estamos de nuevo enfrentando la disyuntiva de hacia dónde orientar nuestros esfuerzos como sociedad y economía. A dos años de la próxima elección presidencial, la actual coalición de gobierno vuelve a enfrentar, como las anteriores, un bajo nivel de apoyo, así como de los candidatos que podrían buscar la continuidad de su estrategia de desarrollo.

En la oposición, por su parte, aparecen principalmente una figura de extrema derecha y otra de centroderecha. Pero ¿qué propuesta distinta a las tantas ensayadas en los últimos cincuenta años tienen para que Chile se desarrolle social y económicamente en paz? Creo que es una pregunta importante que plantearnos todos y que me propongo abordar en el futuro para intentar encontrar respuestas en conjunto que convoquen a una amplia mayoría de ciudadanos.

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2 Comentarios

  1. A la pregunta que se plantea en el título, sugiero que se fue «jodiendo poco a poco» pero, de frentón, al incorporar al PC al gobierno durante Bachelet II y así estamos.
    Por otra parte lo que se plebiscitó en 1988 no fue si seguir o no con el modelo económico sino si seguir o no con Pinochet como presidente. Recordemos la franja del NO.

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