La mayoría de las personas informadas entiende que el Gobierno enfrenta una situación extremadamente difícil, con tres regiones afectadas por una ola histórica de incendios. Desde luego no se culpa a La Moneda de prender fuego a los bosques de Chile, para luego sentarse durante una semana a ver cómo desaparecen bajo las llamas pueblos enteros y miles de hectáreas.

Al Gobierno de la Presidenta Bachelet se le reprochan, en líneas gruesas, dos errores que están en la esfera de sus atribuciones y que han sido su marca registrada. Primero, la llegada tarde a casi todo; y, luego, las señales equivocadas, la indiferencia y el vacío que deja en el ambiente un liderazgo presidencial ausente, que en momentos de crisis, cuando los chilenos buscan una voz fuerte y clara, se nota más.

Desde el 3 de enero, todas las sesiones de la Sala de la Cámara de Diputados registraban la insistente solicitud de diputados de bancadas de oposición y oficialistas, por información respecto a las medidas que estaban adoptándose para la prevención de incendios forestales (la transcripción de cada sesión está online, las revisé una por una, y la lista de peticiones e insistencia por oficios sin responder es interminable).

Pero el Gobierno se mostraba tranquilo. El 10 de enero, el director de Conaf explicó latamente en la Comisión de Agricultura que, aun cuando la situación se preveía difícil este año (por temperaturas, entre otras variables), ellos estaban debidamente preparados. Mostrándose relajado y sumamente confiado (también puede ver el video online), Aarón Caviedes expuso sobre las estrategias preventivas que se habían desplegado según él con mucha antelación. Aseguró que la Conaf tenía “respuesta operativa inmediata” para un “ataque inicial, rápido y contundente”; explicó el aumento de recursos respecto de la administración anterior e hizo especial hincapié –como para que no quedaran dudas de la idoneidad de sus decisiones– en el trabajo conjunto que se estaba llevando a cabo con el Centro de Incendios Forestales de California: “Estamos trabajando muy articuladamente allí”.

Pocos días después de esa completa exposición, el lunes 16, la ONEMI confirmaba 42 focos activos de incendios y el país ya lamentaba la muerte de las primeras víctimas, tres jóvenes brigadistas que trabajaban en la extinción del fuego en Vichuquén. Pero en La Moneda, parecían no darse por enterados: nadie se refería públicamente a la situación, que ya amenazaba con desbordarse.

Recién el viernes 20 se dictaban los primeros decretos para declarar zona de catástrofe a algunas comunas de las regiones afectadas. Hasta entonces, ni la Presidenta Bachelet ni ningún miembro de su gabinete había visitado la zona de la emergencia.

El Gobierno demoró una semana en declarar zona de catástrofe las comunas que estaban siendo arrasadas por el fuego desde hacía rato; se tardó dos semanas en pedir ayuda internacional y despreció hasta hace poco la que llegaba regalada (el bochorno que pasamos con el “super avión”, que da para una análisis de otra categoría). Mantiene en tierra helicópteros por falta de repuestos (era mejor arrendarlos, pero insistieron en comprarlos); demoró la firma de contratos de arrendamiento de aviones para atacar el fuego; no contaba con una red debidamente armada de coordinación con empresas privadas (colaboradoras o que tienen intereses en las zonas afectadas).

Juzgue usted, con datos duros y dejando a un lado los sentimientos, si el Gobierno actuó o no de acuerdo a la envergadura de las circunstancias y si estaba o no preparado para enfrentar una emergencia.

Y si lo anterior evidencia inoperancia, la agenda presidencial y de los ministros que debían estar encima del problema el 20 de enero, cuando la situación ya estaba desbordada, muestra la frecuencia zen que alcanza el primer Gobierno de la Nueva Mayoría frente a las urgencias: la Presidenta abría su jornada con un acto reparatorio para una organización de minorías sexuales; el ministro del Interior asistía a un seminario de migración y el de Agricultura recibía a una delegación china. Entiendo que todas esas actividades sean importantes para la actual administración, lo que muchos no entendemos es que a esas alturas hayan estado por encima de una emergencia de magnitud histórica, que exigía al menos señales públicas de preocupación.

Como de costumbre, la forma de enfrentar el problema ante la ciudadanía ha sido echándole la caballería encima a la oposición, acusándola de aprovechamiento político. Si el Gobierno espera que con ese discurso va a obtener la comprensión de los chilenos, la de quienes están en casa mirando angustiados y de aquellos que temen por sus viviendas, está complemente equivocado. Solo podrá cosechar más rabia y una decepción que, a estas alturas, es ya estructural.

 

Isabel Plá, Fundación Avanza Chile

@isabelpla

 

 

FOTO: MARIO DAVILA/AGENCIAUNO

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