La política es de señales y símbolos. Por eso la reciente elección primaria era una gran oportunidad para transmitir muchos mensajes políticos: debía involucrar, tanto en su desarrollo como en sus resultados, un sinnúmero de complejos símbolos.

La euforia que produjo el resultado en la derecha se explica por el hecho de que superó los pronósticos de participación más optimistas por más de 400 mil votos (en algunos casos, más del doble de lo que se predijo). Votos símbolos de un mensaje: la ciudadanía está con la derecha en esta pasada.

La realización misma de primarias constituye un símbolo de apertura, fuerza y capacidad de discusión. Y su resultado se preveía como un anticipo del curso que tomaría la derecha en el futuro: esto explica la tan comentada importancia del segundo lugar –una derecha liberal y progresista, versus una derecha social–. Muchos, por lo tanto, vaticinaron un duelo a muerte en el que la mayoría esperaba poder matar (políticamente) al mensajero Manuel José Ossandón, para deshacerse también del mensaje. El problema es que los votos dijeron lo contrario y Ossandón, quien para muchos es un muy mal mensajero, logró un aplastante triunfo sobre Felipe Kast. Quedó bastante vivo.

Para algunos, la única forma en que la derecha logre adaptarse a los nuevos tiempos pasa por adoptar un progresismo cultural, y por eso celebrarán señalando que la derecha “liberal” obtuvo más del 70% de la votación (Piñera + Kast). Cálculo ciertamente interesado, pues de la misma manera podría decirse que el 84% del sector (Piñera + Ossandón) votó por candidatos que se oponen a que las personas del mismo sexo se puedan casar o adoptar hijos. Obviamente, el ejercicio no puede ser tan simple.

Lo que la derecha necesita trabajar post primarias es, precisamente, cómo seguir creciendo hacia el centro. Es en ese empeño en que se ha menospreciado el posible aporte de una derecha con discurso social verdadero, que empalma en una tradición histórica que existe en ella y que Hugo Herrera ha sabido mostrar: la socialcristiana. Esa derecha, y la nacional popular, tienen más que ofrecer de crecimiento hacia el centro de lo que se cree. Por algo Ossandón, a pesar de sus falencias y problemas, obtuvo la votación que tuvo. Sería tapar el sol con un dedo atribuirlo todo al populismo.

Y también es tapar el sol con un dedo pensar que el crecimiento que a la derecha le alcanza es el liberal–progresista. Kast, que encarna esa renovación, no logró la masividad esperada: no fue capaz de superar en votos al ganador de las primarias de su declarado enemigo –el Frente Amplio–; obtuvo menos votación que Andrés Velasco en las primarias electorales de 2013 (Kast dijo sentirse más cercano a Ciudadanos que a la UDI o RN, ¿no será que comparten el mismo público?); y además, ahondando en una especie de política de segmentación –aunque con gran sentido electoral–, el ex precandidato presidencial se refugiará para “competir” donde  la derecha no tiene competencia.

¿Significa lo anterior que se debe prescindir de los esfuerzos de Evópoli? Por supuesto que no, pero quizás debemos calibrar el lente a través del cual los observamos, porque probablemente el efecto de las redes sociales o de la élite nos hizo verlos como más grandes de lo que realmente son. Entre otros datos, sólo el 14% de la votación de Ossandón vino de Puente Alto (y si sumamos las comunas aledañas que son su fortaleza, sólo llegamos al 22%). Eso es equivalente al 22% que obtuvo Kast en las comunas de mayores ingresos. Es decir, ni Ossandón es puro caudillismo local, ni Kast puro nicho en el sector oriente de la capital.

El principal desafío de la derecha es articular –si es posible– estas dos almas por medio de dos cosas: no querer “matar” políticamente a la otra y ser capaz de distinguir al mensaje del mensajero. Si, por el contrario, el sector sigue pensando que todos los proyectos que lo animan son excluyentes entre sí, la unión no se sostendrá y alguien se irá: en definitiva, la derecha seguirá achicándose y el próximo Gobierno será, probablemente, el último en muchas décadas.

 

Antonio Correa, director ejecutivo de IdeaPaís

 

 

FOTO: ALEJANDRO ZOÑEZ/AGENCIA UNO

 

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