Entre todos los problemas que tuvo el cónclave de ayer de la Nueva Mayoría, el menos comprensible fue la ausencia de los principales liderazgos presidenciales de la centro-izquierda. Porque la unidad de las coaliciones se construye a partir de su proyección a futuro, la ausencia de presidenciables refleja un preocupante cortoplacismo y profundiza la crisis de liderazgo que existe en la coalición.

La acepción más conocida del concepto cónclave se refiere a la reunión de cardenales cuando deben escoger a un nuevo papa. En tanto la Nueva Mayoría tiene una líder formal que seguirá en ese cargo hasta marzo de 2018, esa acepción difícilmente aplica al encuentro que sostuvieron ayer los líderes de los partidos que forman la Nueva Mayoría. La segunda acepción del concepto se refiere solo a una reunión de un grupo de personas para discutir un asunto importante. Pero si bien se discutieron temas importantes, el cónclave omitió la espada de Damocles que cuelga sobre la Nueva Mayoría. Como el cónclave no despejó las dudas sobre el compromiso de Bachelet con el proceso constituyente, las precisiones que intentó hacer la Presidenta sobre la forma en que se comenzará a implementar la educación gratuita o la elección directa de intendentes se terminan tiñendo de la misma ambigüedad que ha caracterizado el discurso oficial sobre el proceso constituyente.

Mientras la Presidenta no cuente la firme sobre en quién recaerá el poder resolutivo para decidir cuál será el contenido de la nueva constitución, todas las declaraciones que reafirmen el cáracter institucional y participativo del proceso que Bachelet quiere impulsar a partir de septiembre son letra muerta. El cónclave de la Nueva Mayoría no despejó dudas porque la líder de la coalición oficialista se ha dedicado en las últimas semanas a alimentar dudas sobre la hoja de ruta a seguir. Si Bachelet no tiene claro el camino, difícilmente un cónclave que reúna a la diversidad de visiones y posturas que existen en la Nueva Mayoría podrá terminar con la incertidumbre. Es más, porque resulta improbable que en los próximos meses la Presidenta muestre una determinación que no ha tenido hasta ahora, la falta de dirección seguirá reinando en el oficialismo en lo que queda de 2015.

Afortunadamente, no hay mal que dure 100 años, ni coalición que lo aguante. El calendario electoral apurará las decisiones en el oficialismo. Aunque la próxima elección presidencial recién se realizará en 2017, estamos a menos de un año del inicio del ciclo electoral para las elecciones municipales de 2016. Como las elecciones siempre se reducen a contiendas entre rostros emblemáticos y líderes que personifican el mensaje de sus coaliciones, la campaña municipal de 2016 obligará a las coaliciones a potenciar a sus rostros más populares.

Igual que en 2004, cuando la popularidad de Bachelet la cimentó como la abanderada de la Concertación, o en 2008, cuando Sebastián Piñera acompañó a los candidatos de su coalición —y contrario a 2012, cuando la ausencia de un jefe de campaña de facto llevó a la Alianza a sufrir un duro revés—, la elección municipal de 2016 destapará a los presidenciables de ambas coaliciones. Será entonces cuando la Nueva Mayoría deberá definir su relación con Marco Enríquez-Ominami y Andrés Velasco, los dos nombres que más potencial presidenciable tienen en el mundo de la centro-izquierda. Porque los candidatos a alcalde de la Nueva Mayoría buscarán fotografiarse con líderes populares, la campaña de 2016 despejará dudas sobre quién será el abanderado de esa coalición en 2017. El ciclo electoral hará que el liderazgo de Bachelet sea remplazado por el emergente liderazgo de los abanderados presidenciales de la centro-izquierda.

Por eso mismo, resulta incomprensible que este largamente planificado cónclave, cuyas ambiguas conclusiones eran fáciles de anticipar, no haya tenido la presencia activa de los líderes que hoy suenan más fuertemente como presidenciables en la centro-izquierda. La ausencia de Marco Enríquez-Ominami, Andrés Velasco y el propio ex Presidente Ricardo Lagos, y la timidez con que Isabel Allende o Ignacio Walker asumieron su condición de presidenciables hace pensar que la Nueva Mayoría todavía no empieza a pensar en lo que se viene después de Bachelet —ya sea como una misma coalición o como partidos que tomen caminos separados—.

Como las conclusiones de este cónclave confirman que La Moneda carece de hoja de ruta y no se decide por las alternativas opuestas que ofrecen los partidos de la coalición, el paso lógico que empezará a tomar la Nueva Mayoría será mirar hacia los líderes que pueden encabezar la oferta electoral de las municipales de 2016 y las presidenciales de 2017. Porque el mercado político ya pronto considerará al gobierno como un pato cojo, parece razonable que los partidos comiencen a potenciar los rostros de recambio en su intento por hacer lo que toda coalición oficialista siempre hace, buscar perpetuarse en el poder.

 

Patricio Navia, Foro Líbero y académico Escuela de Ciencia Política UDP.

 

 

FOTO:FELIPE FREDES FERNANDEZ/AGENCIAUNO

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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