Una de las características de la política contemporánea es la aparente tensión entre la eficacia electoral y las convicciones, la mayoría de los políticos -casi todos en realidad- creen ver una contradicción entre estos dos conceptos y optan por lo que creen más popular, aunque ello les signifique ocultar o, peor aun, renegar de su pensamiento. Las razones que llevan a esto son muchas: la fragilidad en sus convicciones, la seducción del poder y sus ritos, pero especialmente la falta de talento para darle sentido y concreción a su proyecto.

Por eso Jovino Novoa era tan especial, porque en él se reunían exactamente las cualidades indispensables para ser un verdadero líder: firme en sus ideas como ninguno, con una solidez que se afincaba en una racionalidad tan imbatible como cautivadora, si alguien merece el calificativo de lúcido era él; fue Presidente del Senado, cargo que ejerció con el mismo talento, sencillez y desapego con que se aproximó siempre al poder, por eso nunca perdió la libertad de conciencia, la más importante de que goza el ser humano; por último, su talento superior le permitió ganar dos veces en la circunscripción Santiago poniente sin renunciar en lo más mínimo al ideario de una sociedad libre.

Jamás Jovino flaqueó un segundo, nunca hizo una concesión que no fuera en una materia opinable y en la medida que ello fuera necesario para el bien del país».

Cada conversación con Jovino fue una lección, parecía que era imposible sorprenderlo con algún tema, uno sentía que todo lo había reflexionado antes. Entre otras cosas me impresionaba la manera perfecta en que integraba su condición de abogado, de larga experiencia en el ejercicio profesional, con la de político avezado, por eso fue un parlamentario excepcional, porque era a la vez un legislador, un articulador y un promotor insuperable de su proyecto de sociedad.  

Lamentablemente, si algo caracteriza a buena parte de la derecha chilena es cierta necesidad irrefrenable de buscar la validación de la izquierda, en una época buscaba su certificado de demócrata, ahora es el reconocimiento de la consciencia social, del respeto a los derechos humanos y de la supuesta agenda de diversidad; para ello adoptan el lenguaje de la izquierda y se someten a los temas que ella prioriza. Esfuerzo estéril, pues jamás la izquierda ha reconocido -ni reconocerá- ninguna de esas concesiones, y con ello horadan las bases sobre las que se asienta una propuesta alternativa al estatismo.

Jamás Jovino flaqueó un segundo, nunca hizo una concesión que no fuera en una materia opinable y en la medida que ello fuera necesario para el bien del país. Más de alguna vez le pregunté si no creía que alguna posición podía ser demasiado rígida, si no sería mejor conceder esto o aquello, su respuesta siempre fue tranquila, respetuosa de la duda, pero inapelable en su lógica. Tal vez sea esto lo que explique por qué me resulta imposible pensar en él sin recordar a Jaime Guzmán, el mismo desapego a la mundanidad de los cargos, la misma libertad de espíritu, la misma capacidad de mirar a los adversarios de igual a igual, sin el menor complejo de ningún tipo.

Fue un parlamentario excepcional, porque era a la vez un legislador, un articulador y un promotor insuperable de su proyecto de sociedad».

Era imposible que la política, con sus miserias, no le pasara la cuenta, que la infamia no golpeara a su puerta, tal como el odio truncó la vida de Guzmán, pero cuando recuerdo ese período solo crece mi admiración por su entereza y calidad humana. Ayer el Senado rindió el mínimo homenaje que se espera para un ex Presidente de esa corporación, con un minuto de silencio, dos de sus miembros se retiraron de la sala, un buen ejemplo de esa pequeñez que nos hará siempre recordar por qué son tan grandes, y a la vez tan escasas, las personas como Jovino.

Chile vive tiempos difíciles, el populismo campea, se debilitan el estado de derecho y la democracia representativa, una convención constitucional dominada por la extrema izquierda redactará una nueva constitución y un dirigente comunista tiene serias posibilidades de ganar la presidencia de la república. Muchas personas conversando conmigo se han hecho la misma pregunta, más bien retórica, ¿cómo llegamos a esto? En las últimas horas no he podido evitar pensar que llegamos a esto, porque no teníamos a Jovino. Así de grande es su pérdida.

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