Primeros años: Concepción, la bicicleta y la panadería
Nací en 1967 y crecí en la calle Salas de la ciudad de Concepción. Mi familia estaba compuesta por mis padres y mis cuatro hermanos: el mayor era Ricardo, luego venía yo, Rodrigo, Paulina y Mónica.
Mi casa estaba pareada a otras cuatro casas y teníamos un patio atrás que no tenía pasto, sino que piedrecillas. Me acuerdo de que teníamos un pino grande y mi papá nos hizo una casa en el árbol, que era como nuestro acorazado. Ese patio colindaba con un taller de autos de la Fiat y la pandereta estaba casi pegada al techo del taller y quedaba un espacio muy pequeño. Nuestro juego con mi hermano mayor era agarrar piedrecillas y lanzarlas para ver quién le apuntaba a ese espacio. Lo que no sabíamos era que justo al otro lado estaba el mesón de trabajo de los mecánicos y que las piedras que tirábamos les llegaban a ellos. Más de una vez llegaban del taller a reclamar a mis papás por este par de bandidos.
Para una Navidad con Ricardo le pedimos al Viejo Pascuero unas bicicletas. Llegó el día tan esperado y ahí estaban las bicis al lado del árbol. Me acuerdo que la mía era marca Cic, de color verde. Era un sueño hecho realidad. Fue un regalo que significó un esfuerzo muy grande para mis viejos. Después de esa Navidad, nunca más nos bajamos de la bicicleta. Andábamos todo el día. Con mi hermano nos adueñamos del barrio y de la plaza que quedaba al lado.
Mi abuelo llegó con lo puesto de España a Valparaíso. Entró a trabajar como maestro panadero a una panadería del puerto. Ahí conoció a la que fue su señora, que era huérfana y era la ahijada de los dueños de la panadería. Se enamoraron, se casaron y luego mi abuelo se independizó. Llegó a tener dos panaderías en Valparaíso. Mi papá fue el séptimo hijo. Cuando nació, mi abuela murió por complicaciones en el parto. Tiempo después, a mi abuelo se le quemó una de las panaderías y decidió vender todo y partir con sus hijos a probar suerte a Los Ángeles. Se instaló ahí y después se fue a Concepción.
Tuve una infancia inmensamente feliz, fui muy afortunada. Uno de mis momentos favoritos del día era cuando mi viejo nos pasaba a buscar al colegio a la hora de almuerzo y nos llevaba a la panadería familiar a buscar el pan. Entrábamos a la panadería y partía la guerra de los que preferíamos las hallullas versus los que preferían la marraqueta. En esa época la panadería estaba a cargo de mi tía. Ella tenía 18 años cuando nació mi papá y murió mi abuela, por lo que era la madre de mi padre y para nosotros más que la tía Lola, como le decíamos, era en realidad nuestra abuela.
Mi papá fue el único profesional de todos sus hermanos. Estudió leyes en la Universidad de Concepción y se tituló de abogado. Mi mamá es profesora e hizo clases hasta que nació el cuarto de mis hermanos. Después de eso se dedicó a ser vendedora. Vendía enciclopedias, cuentas, seguros, lo que fuera. Era siempre la mejor vendedora, una seca. Como éramos hartos y los dos trabajaban, yo era como la segunda mamá de la casa y me tocaba hacer las normas y las reglas para mis hermanos más chicos.
Etapa escolar y la exigencia de los padres
Estudié en el Colegio Madres Domínicas, un colegio maravilloso que era sólo de mujeres. Hoy es un colegio subvencionado y mixto y creo que lo que hicieron para el terremoto fue de verdad increíble. El colegio quedó prácticamente destruido y las monjas lograron ubicar a los alumnos en distintos establecimientos. Pese a ello, obtuvieron las mejores notas en la región.
En el colegio participaba en la pastoral, iba a clases de ballet y de flamenco y también a talleres de pintura. En esa época hice muchas amigas y amigos y a varios los conservo hasta hoy.
Mis papás eran muy exigentes con los estudios. Crecimos en el rigor de nuestra familia y de entender que lo único que nos iban a dejar en la vida era la educación y que teníamos un deber respecto de eso. La rigurosidad, el esfuerzo y el estudio eran parte normal de nuestra vida, no era algo que se cuestionara. Si yo llegaba a la casa con una buena nota, era mi obligación, no era algo que me celebraran.
Era matea en el colegio, pero no tanto como mis hermanos menores, que terminaron casi con promedio 7. Yo terminé con 6,4 ó 6,5, ya no me acuerdo, y me fue bien en la Prueba de Aptitud Académica, pero no como quería, porque fui con casi 40 grados de fiebre a darla. Entré a estudiar Historia y Geografía y luego la di nuevamente y entré a estudiar Derecho. Fueron años increíbles.
La UP y el golpe
Yo era muy chica, pero me acuerdo de la época de la Unidad Popular, de las filas, de las colas. De lo duro que fue para todas las familias en general enfrentar todo eso. También me acuerdo perfecto del día del golpe. Yo estaba en el colegio, estaba en kínder, y me fue a buscar una persona que trabajaba con mi papá, mi tío Hernán. Fue muy impactante para mí, porque no entendía por qué me estaban sacando antes del colegio y por qué no había ido mi papá.
A mi viejo, como a buen demócrata cristiano, lo persiguieron de los dos lados. Él y mi mamá eran de la DC y nosotros crecimos en ese ambiente. Eran militantes, pero ninguno ocupó ningún cargo. Ninguno tenía aspiraciones electorales. Mi madre siempre dice que se había enamorado de mi papá porque era igual a Eduardo Frei Montalva: alto, flaco, narigón, abogado y de la DC. Y cuando le preguntábamos a mi papá sobre qué le había impactado de mi mamá, su respuesta no era tan profunda: decía que sus piernas.
En el gobierno de la Unidad Popular a mi viejo lo echaron del Banco del Estado y de la universidad. Mi papá creó la carrera de Servicio Social en la Universidad de Concepción y lo exoneraron cuando ganó Allende.
Después, en la dictadura, como mi padre había creado el Programa de la Promoción Popular en el gobierno de Frei, también lo pasó muy mal y los despidieron. Fue muy duro, pues quedar sin trabajo con todos los hijos que tenía lo obligó a reinventarse, lo que no fue fácil ni para él ni para nosotros, pero salió adelante.
No todos hoy día lo dicen, pero muchos vieron con alivio la llegada del golpe por lo que estaba viviendo el país en esa época tan dura. Me acuerdo que en el barrio, en las conversaciones con amigos y con la familia, el primer día fue esa sensación de alivio, pero después se transformó en una situación de mucho temor, muy gris.
Recuerdo que estábamos en la mesa con mis papás y en la radio empiezan a sonar los bandos militares. Mi mamá le dice a mi papá: ‘Ricardo, ¿qué es esto?’. Y mi papá le contesta: ‘¿Qué esperabas? Así son las dictaduras’.
Militancia en la DC a los 14 años
Mi tránsito a la política fue muy normal. Me metí a militar en la Democracia Cristiana a los 14 años de manera obvia. Sentía que era donde tenía que estar. Era el partido de mis padres. Era el partido de Frei y Bernardo Leighton. La etapa del colegio fue muy entretenida, pero lo pasaba mucho mejor fuera del colegio en mi faceta de militante. Afuera pasaba todo. En esa época comencé a tener amigos que ya estaban en la universidad.
Mis papás no me dijeron nada cuando entré a militar, fue todo súper natural. En mi casa se hablaba de política todos los días. Entré yo primero y convencí a mi hermano mayor para que también lo hiciera.
Ahora veo a mis sobrinos de esas edades, de 14 ó 15 años, y me cuesta entender cómo lo hice. Era una enana, muy chica para estar metida en política, pero era otra época.
En esos años participé en marchas y en campañas. Recuerdo con especial cariño la campaña de mi amigo Sergio Micco a presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción. Nos quedábamos toda la noche trabajando en los afiches que hacíamos con la técnica de serigrafía. Nos dirigía un amigo estudiante de Arte, Patricio Muñoz. Eran jornadas interminables, llenas de sueños, pero también de temores.
La universidad, el traslado a Santiago para casarse y la campaña en Pío Nono
Yo quería estudiar Arquitectura, pero también tenía el sueño de hacer justicia por las cosas que estaban ocurriendo en el país. Al final me incliné por el Derecho y entré a la Universidad Católica, que en esa época tenía sede en Concepción.
Producto de mi actividad política, conocí a quien fue mi marido, Juan Carlos Latorre. Teníamos casi 20 años de diferencia y no había mucho que esperar. Yo iba en cuarto año de derecho, tenía 21 años, y decidimos casarnos y venirnos a vivir a Santiago. Mis papás no estaban contentos con que me casara, ni que lo hiciera con un tipo separado, mayor y que ya tenía hijos. Me acuerdo que me hicieron prometerles sólo una cosa: que yo iba a terminar la carrera, promesa que cumplí.
Me vine a Santiago porque estaba enamorada. Hoy lo pienso y fue parte de mis locuras de juventud. Creo que eso definió quién era y quién soy hoy. Nunca he dejado de luchar por lo que creo que es lo que debo hacer.
Era el año 1989. Pedí mi traslado a la Universidad Católica de Santiago y me lo rechazaron pese a mis buenas calificaciones. ¿La razón? Haber sido dirigente estudiantil de la DC. Al final postulé para cambiarme a la Universidad de Chile y me aceptaron. Recuerdo que éramos más de 30 postulantes y solo quedé yo. Siempre voy a sentir orgullo de haber terminado mi carrera en la facultad de Derecho de Pío Nono.
El único inconveniente que tuve fue que como la malla curricular de la Chile era rígida, si no tenía todos los ramos aprobados de cada año, tenía que hacer todo de nuevo. Entonces tuve que bajar de cuarto año, que era en el que estaba en la Católica, a segundo año.
En la universidad fui candidata al centro de alumnos de la escuela y al cierre de mi campaña fue Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Me acuerdo de que saqué la primera mayoría personal en la elección, pero la lista nuestra perdió por dos o tres votos contra la del PS, que era liderada por Patricia Roa. Ella se quedó con la presidencia y yo me quedé con la vicepresidencia. Fue una linda experiencia.
Mis profesores favoritos fueron Mario Mosquera, Cristián Maturana, Armando Uribe y Sebastián Obach.
Mamá universitaria y abuela senadora
Mientras estudiaba, tuve a Valentina, mi primera hija. Era una niñita que llegó a iluminarlo todo, como es ella hasta el día de hoy. Yo estaba en tercer año de universidad y quería esperar algún tiempo antes de ser mamá, pero el método de billings no funcionó y quedé embarazada antes. Fue realmente increíble, pero las cosas pasan cuando tienen que pasar. Tenía pocos ramos y fue muy bonito poder compatibilizar los estudios con la maternidad. Me tocó correr harto, como le pasa a cualquier mamá joven.
Ser mamá a los 21 es todo un tema. Aparte no tenía muy buena red de apoyo, porque mi familia no estaba en Santiago. Pero tenía una persona que me ayudaba en la casa que fue maravillosa. Gracias a ella pude salir adelante. Luego vinieron mis hijos Juan Pablo y Juan Carlos.
Nunca fui carretera. Ni en el colegio ni en la universidad. Mis hijos me dicen que era muy nerd. A mí me tocó la dictadura, el toque de queda, y no era de salir a fiestas de toque a toque. Cuando yo le he contado mis carretes a mis hijos me dicen ‘pero mamá, cómo puedes haber sido tan fome’. Pero bueno, fue lo que me tocó vivir en esa época.
Sin duda para mis papás debe haber sido un alivio, porque no tuvieron la preocupación que yo tuve con mis hijos, donde uno vive nervioso de que pueda pasarles algo. No creo tener una deuda personal con eso de no haber carreteado tanto. Lo mío fue la política desde chica. A lo mejor me casé demasiado joven y no debí haberme casado, pero tengo tres hijos que son mi vida y son espectaculares.
Siempre he sido una madre aperrada que movía el cielo para llegar a resolver lo que fuera por mis hijos. Una vez fui a un pueblo cercano a París a un encuentro de mujeres líderes del mundo, un evento muy importante que estaba lleno de actividades. Estuve menos de 48 horas porque tenía la primera comunión de mi hijo Juan Pablo que no me la iba a perder por nada del mundo. Llegué del aeropuerto directo al colegio.
Siempre fui de ir a todas las reuniones de apoderados y compromisos de mis hijos. El que pagó los platos rotos o el costo de la intensidad de la actividad política -que en mi caso fue de menos a más- fue el más chico, Juan Carlos, el Caquito. Una vez, cuando él tenía 10 años, yo iba saliendo a hacer mi campaña a senadora y me miró con una cara de pena que me partió el corazón: ‘mamá, ¿otra vez te vas?’. Se me debe haber notado tanto lo afectada que quedé, que me dijo lo siguiente, mientras se abrochaba sus zapatillas de fútbol. ‘Te entiendo mamá, anda, es como si a mí no me dejaran jugar a la pelota’. Eso habla del nivel de madurez que tenía. Entendía perfecto que para mí la política era lo que para él el fútbol.
Mis tres hijos son mi máximo orgullo. El más chico está estudiando ingeniería comercial y le queda un año. Además, es cantante de música urbana y tiene muchas reproducciones en Spotify. Se llama ‘Eldiez10’. Mi hijo Juan Pablo es actor y profesor, y Valentina es profesora y magíster en políticas públicas.
Tengo dos nietas, la Jacinta y la Alba, a las que amo con toda mi alma. La Alba nació en España en plena pandemia. El no haber podido estar allá acompañando a mi hija fue terrible. Las fronteras estaban cerradas y no había ninguna posibilidad de ir. Sentir estar lejos de tu hija en un momento así de importante es muy duro.
Ahora todos mis hijos viven en Santiago. Y yo la verdad es que vivo arriba de un auto. Me muevo toda la semana entre Santiago, el Maule y Valparaíso. Antes teníamos un ritual con mis hijos que era ir al cine todos los domingos, y luego a comer pizza, hamburguesas, sushi o comida china. Era un lujo. Hoy es todo más difícil, pero trato de que no pase más de una semana sin verlos.
Es que ahora mi familia se extendió. No sólo están mis tres hijos, sino que también los tres de Christian, que es mi pareja, y dos de ellos acaban de ser padres. Hay que dividirse entre muchos. Chris es de las mejores cosas que pudo pasarme en la vida. Nunca pensé que se podía amar así.
La pérdida del padre
Una de las cosas más fuertes que he tenido que pasar fue la muerte de mi padre. Fue súper dolorosa. Él estaba enfermo y yo siempre lo llamaba y visitaba. Un día lo hospitalizaron y partí rápido a Concepción a verlo. Esto fue en enero de 2015, cuando yo era ministra de la Segpres. Lo encontré muy mal. Volví a Santiago y me avisaron que había entrado en coma. Volví de inmediato a Concepción y alcancé a llegar. Estuve con él cuando murió. Fue muy muy duro.
La primer mujer intendenta de la RM y la petición de Lagos
Era enero de 2005 y yo era la Superintendenta de Seguridad Social en el gobierno del Presidente Lagos. Marcelo Trivelli acababa de renunciar a la Intendencia Metropolitana para asumir como jefe de campaña de Soledad Alvear, que iba a enfrentar a Michelle Bachelet en una primaria presidencial que finalmente no ocurrió. Me acuerdo que estaba en una actividad y Jorge Burgos me dice: ‘Ximena, me preguntaron por nombres para intendente de Santiago y di el tuyo’.
Pasaron los días hasta que me llamó José Miguel Insulza, que era el ministro del Interior de la época, para decirme que el Presidente Lagos quería nombrarme y que si yo estaba dispuesta. Tuvimos una conversación muy bonita con José Miguel y acepté. Después tuve una larga conversación con el Presidente antes de que me nombrara. La única condición que le puse era que me dejara tomar 15 días de vacaciones con mi familia antes de asumir, porque sabía a lo que iba, sabía que era rudísimo. Me dijo que no había problema. En ese momento me transformé en la primera mujer en llegar a ser intendenta de la Región Metropolitana.
En esa conversación, el Presidente Lagos me dijo: ‘Ximena, hay una cosa que le quiero pedir. Mire, venga’, y nos asomamos por una ventana y me mostró la Plaza de la Constitución. ‘Yo trabajo aquí y necesito silencio’, siguió. Nada más que eso. Entre líneas, era un llamado velado a que ninguna marcha o protesta pasara cerca del palacio. Sin decírmelo, me lo estaba diciendo.
Y así fue. Nunca autorizamos ninguna marcha o movilización que pasara al lado de La Moneda. La única excepción fue el funeral de Gladys Marín, que tuvo su romería por ahí. Todos los trazados que autorizábamos para marchar terminaban en la Plaza de Armas y si querían entregar una carta o algo al gobierno, podían entrar sólo dos personas a La Moneda a la oficina de partes.
Un día me llamó el alcalde de Santiago, Raúl Alcaíno, y me dijo: ‘Intendenta, quiero hacerle una pregunta. ¿Por qué todas las protestas en contra del gobierno terminan en la Plaza de Armas y afuera de mi oficina? Usted sabe que así yo no puedo trabajar con el ruido que meten’. Yo le contesté: ‘Efectivamente alcalde. ¿Sabe cuál es el problema? Es que usted es mi amigo y el Presidente es mi jefe‘. Ahí nos largamos a reír y no hubo más discusión.
Uno de los incidentes más duros que me tocó enfrentar en ese cargo fue cuando una mujer se quería suicidar tirándose desde la azotea del Ministerio de Justicia. Ella sólo quería hablar conmigo y con nadie más. Subí a la cornisa del edificio, me asomé, le di la mano, conversamos y al final la convencí de que se bajara. Fue simplemente empatía y conexión. Me comprometí a hacerla entrar a La Moneda para que pudiera llevar su carta y después la contactamos con la ministra de Vivienda para que resolviera el tema de su deuda habitacional.
He disfrutado de cada uno de los cargos que he desempeñado en los distintos gobiernos. También lo he pasado bien como senadora. Siempre me he sentido muy querida por mis equipos. Pero si tengo que elegir el lugar que más me gustó, creo que sería la Intendencia, por el desafío que significaba. Sentí muchas veces que mi entorno político, mayoritariamente machista, no apostaba por mí. Fue doblemente motivante. Creo que poder demostrar que era un cargo que debió haber ocupado una mujer mucho antes que yo, era un desafío que inconscientemente asumí. Por otra parte, había mucho que hacer y disfruté la posibilidad de concretar medidas con mayor celeridad que en otros cargos, lo que es muy gratificante.
La intensa primera campaña senatorial
Si mi primera campaña senatorial se pudiera resumir en una palabra, creo que sería “intensidad”. No paramos. Fueron los seis meses más intensos de mi vida. Recuerdo que un mes antes, la encuesta que encargamos decía que perdía por lejos. Con toda la pasión y el compromiso, decidimos aumentar aún más las horas de trabajo. Al final ganamos y sacamos 11 puntos de distancia. Desde ahí nunca he creído mucho en las encuestas. Confío más en lo que percibo en la calle.
La experiencia de trabajar en el gobierno de Michelle Bachelet
Fue muy desafiante y complejo trabajar en el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet. Mi período como ministra de la Segpres lo disfruté mucho. Hicimos una bonita pega. Con Tomás Jordán, Pamela Figueroa y la Presienta nos juntábamos todos los lunes a ver el tema constitucional.
Lamentablemente el caso Caval lo truncó absolutamente todo. Lamento mucho que haya pasado eso y que el Presidente Piñera haya decidido archivar esa propuesta de la Presidenta Bachelet, porque hoy estaríamos viviendo otra historia.
Fue muy duro vivir el caso Caval dentro de La Moneda, porque vino a golpear en la línea de flotación al gobierno. Nunca más fue lo que había sido ese primer año. Fue muy duro lo que pasó y muy injusto con la Presidenta Bachelet, porque ella no era responsable de nada y nadie le iba a creer que ella no tenía nada que ver en el tema.
Recuerdo que terminamos el año legislativo a fines de enero de 2015 con mucho éxito, con un récord legislativo que nadie creo que ha logrado superar. Eran proyectos muy difíciles, como el binominal, la reforma tributaria o la reforma de educación.
Yo tuve que lograr los acuerdos en el Congreso y tramitar los proyectos, pero había reformas que no me gustaban. Por ejemplo, yo soy bien crítica de lo que se hizo en educación en esa época, pero no era una cartera que llevara yo. Lamento que muchos temas de esa reforma se hayan enfrentado como se enfrentaron.
La decisión de la DC de conformar una coalición con el PC para ser parte de la Nueva Mayoría
Con el tiempo creo que haber pactado con el PC fue una muy mala decisión. Con esto, la DC se perdió en la búsqueda del poder. Renunció a su esencia y quedó con una cuota de participación muy minoritaria en el gobierno y, lo peor de todo, sin identidad. Fue muy triste ver cómo un partido histórico de grandes logros se vio cargado de falta de lealtad entre los militantes y sin respeto a las normas democráticas: hubo silencio frente a casos de corrupción evidentes.
El viaje a Sudáfrica a estudiar inglés
Después de estar en la Segpres me fui como ministra de Trabajo y, tras dejar el gabinete, me fui a Sudáfrica a estudiar inglés. Fue una experiencia increíble. Aún sigo con la tarea de hablar inglés, porque necesitaba seis meses allá para lograrlo y no pude quedarme todo ese tiempo. A pesar de eso, el viaje fue muy sanador, porque me permitió sanar heridas tanto en lo profesional como en lo personal y finalmente lo mejor fue que me dio mucha paz.
Mis compañeros eran todos jóvenes, entonces fue como volver al colegio. Pero yo era como la tía o la mamá de ellos. No me creían cuando les decía que iba a ser abuela.
La aspiración de ser Presidenta: entre Merkel y Juana de Arco
Desde muy niña, y en mi diario vivir, andaba detectando problemas y buscando soluciones. Siempre quiero mejorarlo todo, desde mi infancia. Y creo que esto, junto a la educación política y cristiana que recibí en mi casa y en mi colegio, me llevó naturalmente a soñar en solucionar los problemas del país y de sus habitantes. Cuando chica pensaba que sería épico ser Presidenta algún día, al punto de soñar en ser una suerte de Juana de Arco. Hoy prefiero inspirarme en Angela Merkel para que no me quemen.
La traición de la DC tras ganar la primaria presidencial
Participé en las primarias internas de la DC para ser candidata presidencial el año 2013 y perdí frente a Claudio Orrego. Luego, el 2021, fui nuevamente a primarias internas para ser la abanderada presidencial del partido y le gané a Alberto Undurraga.
Fue muy doloroso todo lo que pasó después, cuando fui invitada a bajar mi candidatura para levantar la de Yasna Provoste. Ahí vi que se desvirtuó el valor de la lealtad, el espíritu de equipo, el respeto y el cuidado que debiera tener un partido y sus integrantes entre ellos. Esto ya lo dije: la intriga y la traición estaban frente a mí y no había reacción de los supuestos líderes.
Fue de gran frustración y decepción, porque además fue una clara señal de que muchos no habían entendido nada. Cuando un partido opera como operó en esa ocasión, es que no tiene asimilado que la ciudadanía ya no cree en los políticos ni en los partidos precisamente por acciones como fue esa operación, que sólo dejó en evidencia una decadente integridad moral.
Pero esa página ya se dio vuelta. Lo importante es que mi familia y mis verdaderos amigos estuvieron conmigo siempre. La historia podrá escribir los hechos desde la perspectiva del tiempo, pero sin duda hubo personajes que me decepcionaron profundamente.
Cuando ocurrió eso pensé en renunciar a la DC inmediatamente, pero se iba a interpretar como un enojo personal, no era correcto. No podía ser esa la razón para partir y no podía entenderse como un tema personal. Decidí seguir trabajando con todas mis energías. Sacamos adelante temas muy importantes para el país, entre ellos la PGU. Después fui presidenta del Senado y eso me permitió demostrar que era capaz de pararme y seguir trabajando por mi región y mi país.
La salida definitiva del partido de toda la vida
Salir de la DC fue una decisión dura, pero era inevitable. No era posible seguir militando en un partido que no respeta las reglas básicas de la democracia. No haber permitido un debate en torno a la propuesta constitucional y haber impuesto una mirada en extremo ideologizada que tenía consecuencias nefastas para nuestro país, a varios nos parecía una irresponsabilidad total.
No haber hecho un análisis crítico posterior al 4 de septiembre, y haber llegado a sostener que «no habían perdido, sino que aún no habían ganado»… sin comentarios.
Claramente no quedaba alternativa. Como dijo Churchill: ‘Estoy dispuesto a abandonar mi partido por defender mis ideas, pero no estoy dispuesto a abandonar mis ideas por defender a mi partido’. Eso hicimos varios en la DC: ¡Defendimos nuestras ideas!
La DC perdió el norte. ¿Qué es la DC hoy día? ¿Dónde está? Hay un montón de alcaldes DC. Pero pregúntales cuáles son los lineamientos, las directrices, los principios, las ideas. ¿Qué defiende la DC hoy? ¿Qué piensa de seguridad? ¿Qué piensa de pensiones, de salud, de educación, dónde está? La DC dejó de ser relevante cuando tener cargos se convirtió en algo más importante que defender principios.
La creación de Demócratas y el futuro con Amarillos
Desde noviembre soy presidenta de Demócratas, que es un movimiento en el que creo profundamente y estamos haciendo todo para que se transforme en partido. Nuestro país necesita una colectividad que recoja el centro, el sentido común, el encuentro. Chile nunca ha sido un país de extremos.
Haremos todo para llegar a ser gobierno. ¿Con quién? En coalición con todos aquellos que estén dispuestos a entender que el país ya no es entre izquierdas y derechas, que ya se terminó la Guerra Fría y que el 4 de septiembre superamos la división del Sí y el No. Hoy es momento de ponernos objetivos por delante que estén pensados en la gente y no en la cuota de poder. Lo digo desde la mirada de haber estado en un partido que finalmente terminó tranzando puestos en el gobierno y no defendiendo las ideas.
Al igual como nació Demócratas, en estos meses también nació Amarillos. No estuvo en mí el poder materializar esta gran coalición de centro con Amarillos, pero creo que muy pronto vamos a lograr unirnos y crear esa federación de centro que el país necesita. Nos uniremos con ellos y con todos aquellos que crean que es posible relevar la moderación, la transformación y el cambio con sentido común. Chile debe estar en el centro. Que no es lo mismo que Chile desde el centro.
El próximo gobierno
A La Moneda entrará en 2026 quien sepa interpretar de mejor manera el sentir mayoritario del país, que es un sentido de moderación, de sentido común, que es la voz del 4 de septiembre. Esa elección será con votación obligatoria, por lo tanto, todo el clientelismo que es posible de manejar en un pequeño ámbito, terminó. Va a ganar el que sea sensato, transparente y claro. Y el que tenga los pantalones o las faldas para defender las cosas en las que cree.
“Los 30 años”
Creo que todos los gobiernos de la Concertación fueron gobiernos de grandes legados en distintas áreas. Soy de las que nunca estuvo de acuerdo con el lema “no son 30 pesos, sino que 30 años”. Eso fue una caricatura. ¡Como nunca en la historia, el país casi logra erradicar la extrema pobreza en esos 30 años!
Son años de los que debiéramos sentirnos orgullosos. Lamento que los que los lideraron no los hayan defendido con fuerza y que se hayan acomplejado, aunque entiendo que con la corriente de hostilidad y la cancelación que se impuso en medio de un estallido de rabia, muchos se sintieron amedrentados.
Y es que Twitter le ganó a la historia real. Esto tiene que ver mucho también con lo que pasó para el plebiscito del 4 de septiembre. La mayoría de los dirigentes políticos que estuvieron en esos 30 años te decían en privado que la propuesta de nueva Constitución era nefasta, pero no se atrevían a decirlo públicamente.
Si me preguntaran cómo era el Chile de hace 40 años, diría que enfrentaba una situación de pobreza grave y de extrema pobreza angustiante, casi no se vislumbraba una salida para esta dolorosa situación. Sin embargo, el trabajo, las ideas y por sobre todo un país que sabía construir acuerdos, permitieron desarrollar nuestro país y casi eliminar la pobreza extrema y disminuir de manera sustantiva la pobreza.
Era un país en blanco y negro. Por ejemplo, si eras de Concepción y tenías que ir a Los Ángeles, la duda que enfrentabas era si te ibas por Bulnes o por Cabrero. Si te ibas por Cabrero, te ibas por una carretera llena de hoyos, y si te ibas por Bulnes, te ibas por un camino lleno de curvas. No había ni una alternativa que te llevara de forma segura al destino. Bueno, eso cambió en los 30 años. Hoy te vas por la carretera del Itata, que es de estándar internacional. Eso lo hicieron los 30 años. Claramente era un país que tenía una carretera llena de baches y desafíos.
Los gobiernos de la Concertación
Pienso que el gobierno de Patricio Aylwin fue lejos el más desafiante: recuperar la democracia en una delicada transición, con el desafío de llegar a acuerdos con Pinochet aún con poder, facilitar el crecimiento y tener gestos de reconciliación.
El de Eduardo Frei Ruiz-Tagle fue un gobierno realizador, de grandes cosas, como abrir las puertas de Chile al mundo o las puertas del mundo para Chile. Se avanzó en obras de infraestructura que nunca habríamos podido materializar si no hubiera sido por su visión y liderazgo.
El de Ricardo Lagos fue el gobierno de la vinculación público-privada sin complejos. Creo que eso es algo que debemos recuperar, pero con sentido de colaboración entre las partes, entendiendo que nadie puede quedar atrás.
El primer gobierno de la Presidenta Bachelet fue el de la seguridad social, sin lugar a duda el paso más grande en años. Y su segundo gobierno tiene el mérito de haber anticipado que era urgente hacer cambios en áreas sensibles para la ciudadanía. Sin embargo, hubo soberbia en algunos, lo que impidió continuar con una política de acuerdos. Luego, el caso Caval truncó el proceso constitucional.
La lectura del 18-0
Creo que lo que pasó era algo previsible. Recuerdo que el 15 de septiembre, un mes antes de todo, un periodista me entrevistó y me preguntó si apoyaría la reforma tributaria del Presidente Piñera, que se había acordado y aprobado en la Cámara de Diputados. Mi respuesta fue que no contaran con mi voto si antes no se hacían cargo de temas como pensiones, el agua, vivienda y salud. La situación estaba muy crítica y se sentía.
Creo que entre tantas tareas, buscando políticas que mejoraran la calidad de vida del promedio, descuidamos algo que muchos venían reclamando desde hacía años: los abusos. No atendimos esto a tiempo y, por otra parte, nos quedamos con las macro cifras, los promedios y las estadísticas, que dejan fuera a los más débiles.
Hay un proverbio africano que me hace mucho sentido para explicar el 18-O: ‘El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto, quemará la aldea para poder sentir su calor’. La desigualdad cultiva desamor y rabia.
Entiendo el estallido, pero creo que una gran mayoría de los chilenos se descolgó de este movimiento cuando las demandas fueron desplazadas por un grupo pequeño de personas que transformaron el grito ciudadano que pedía cambios, en vandalismo, destrucción y anarquía, actos comandados finalmente por criminales y no por los millones de chilenos que marcharon pacíficamente el 25 de octubre a lo largo de todo Chile.
El primer año del gobierno de Boric
Nunca pensé que el actual gobierno podía ser peor que el de Sebastián Piñera. La Presidenta Bachelet tenía razón cuando dijo que cada día podía ser peor.
Creo que es un Presidente que dice una cosa y hace otra. Hace la que cree, pero no la que dice. El mejor ejemplo son los indultos. O sea, un Presidente de la República que después del asesinato de un comisario de la PDI dice que va a perseguir a los culpables por cielo, mar y tierra y que una semana antes había indultado a personas que incluso estaban cumpliendo condena por homicidio frustrado de una PDI. ¡Por favor! ¿Cómo el país va a poder creerle al Presidente?
Crisis de inmigración y delincuencia
Todos los temas que más le importan a Chile están sin control. El gobierno debiera partir por el control fronterizo y la inmigración. Si no se aborda eso en serio, la verdad es que todo lo demás importa nada.
Para frenar la inmigración debemos ocupar a las Fuerzas Armadas. Tenemos que poner al Ejército en las fronteras. No con esta innovación que se le ocurrió a la ministra del Interior, no. Deben estar de forma permanente, con las facultades y funciones delimitadas y con un respaldo político.
Tienen que poder usar las armas cuando amerite, siempre cumpliendo los protocolos. Basta de los prejuicios. ¿Cuál es el rol de las FFAA? Artículo 101. Defender la patria y resguardar la seguridad nacional.
Tenemos que tener un Consejo Nacional de Seguridad liderado por el Presidente de la República y un parlamento eficaz que controle. Lo que tenemos ahora es de otra época. La Agencia Nacional de Inteligencia en Chile funciona de lunes a viernes en horario de oficina. Eso no es inteligencia.
En el gobierno nos dicen que las temidas ‘maras’ de El Salvador no están como organización criminal en Chile… ¿entonces sí entraron ya como personas naturales? Si no tenemos un control de identidad de los que entran, ¿quién puede afirmar que los de estas bandas no están?