El pasado domingo, Emmanuel Macron, actual Presidente de Francia, fue reelecto con un 58,5% de votos en la segunda vuelta electoral. Por otro lado, la candidata por Agrupación Nacional, Marine Le Pen, obtuvo un 41,5% de los votos, achicando la diferencia en comparación a las elecciones disputadas en 2017 entre los mismos candidatos. En un contexto internacional con un telón de incertidumbre y una guerra que aún perdura, el intelectual francés Guy Sorman conversó con El Líbero y compartió su visión e interpretación sobre estos resultados; los paralelismos de las elecciones francesas con las de Chile de 2021, entre otros temas. 

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-Emmanuel Macron ganó las elecciones presidenciales del pasado domingo con un total de 58,5% de los votos, mientras que Marine Le Pen perdió con el 41,5%. En su opinión, ¿Cuál fue el principal resultado: que Macron haya ganado las elecciones presidenciales o que Marine Le Pen haya obtenido el 41,5%? 

-Hay una tendencia en los medios de comunicación, empezando en Francia, que sostiene que la victoria de Macron no fue tan grande, ya que Le Pen aumentó sus resultados. Pero la política consiste en ganar o perder. Eso es todo. Macron ganó y fue una victoria brillante que muy poca gente esperaba. No era tan evidente. Creo que su victoria fue una victoria brillante y el resultado inesperado. 

Ahora, el hecho de que Marine Le Pen haya mejorado sus resultados, no significa que las ideas de la extrema derecha sean más legítimas o más fáciles de aceptar. Ella ha cambiado su discurso, ha estado mucho más tolerante, se comporta mejor que en el pasado. Y ciertamente es más tolerante y se comporta mejor que su padre en el pasado. Aquí hay un progreso. 

Pero una vez más, una victoria es una victoria.

-¿Cree que la guerra en Ucrania favoreció a Macron en estas elecciones, considerando el vínculo de Le Pen con Rusia y con Vladimir Putin?

-Creo que la gente no votó contra la guerra, a favor de la guerra, contra Rusia o a favor de Rusia. La guerra está en nuestra mente diariamente. Diría que el 99% o el 110% de los franceses apoyan a Ucrania. No creo que la guerra en Ucrania haya supuesto una gran diferencia que ayudara a Macron. 

Se trata de la forma de gestionar la crisis de Macron. Macron es bueno manejando crisis. Tuvimos la crisis del Covid 19, y ahora la crisis ucraniana. Es evidente que en una situación de crisis Macron es el más confiable. El pueblo francés no confió tanto en Marine Le Pen en una situación de crisis como esta. 

-¿Qué estaba en juego en las elecciones del pasado domingo a nivel nacional en Francia, a nivel europeo y a nivel mundial? 

-El futuro de Europa y el futuro de Occidente. En el caso hipotético de que madame Le Pen hubiera ganado -algo que nadie creía, pero que teóricamente era posible-, se habría dado un cambio total de dirección para Europa y para la alianza entre Europa y los Estados Unidos. Había mucho en juego a nivel internacional. También existía la posibilidad, o un riesgo, de que gobiernos de extrema derecha en Hungría, Polonia y Francia -de haber ganado Le Pen-, construyeran una especie de alianza hiper conservadora o de extrema derecha contra los Estados Unidos, la OTAN y Europa. La apuesta era bastante importante para los próximos 5 años. 

Francia es una pieza clave en la OTAN y en Europa. Ello ha sido preservado con estas elecciones. 

-¿Cuál es el perfil del votante de Macron y Le Pen respectivamente? ¿Qué representa cada uno de estos candidatos de la sociedad francesa? ¿Cuáles son las pulsiones detrás del voto de Macron y Le Pen?

-Mi respuesta es que la sociedad francesa, y no sólo la sociedad francesa pero creo que todas las democracias, ya no están más divididas entre la derecha y la izquierda, sino más bien entre la gente que está a favor de la sociedad abierta o de una sociedad cerrada. 

La sociedad abierta significa que estás abierto a nuevas ideas, a la innovación, a los cambios culturales, a la migración, a todo lo nuevo. 

En cambio, estar en contra de la sociedad abierta y favorecer la sociedad cerrada, implica que no quieres cambiar nada, que es mejor quedarse entre nosotros, nada de contacto, nada de libre comercio, nada de intercambios. Francia eterna. No cambiemos nuestra cultura, ni nuestra cocina, ni la música. Y así sucesivamente. 

Mi esperanza está realmente del lado de la sociedad abierta, pro Europa, pro diversidad, pro cualquier tipo de innovación y del libre comercio. 

Marine Le Pen está del otro lado. 

Ahora, ¿Qué representa esto en términos sociológicos? 

El votante de Macron es gente más educada, que vive en las grandes ciudades, personas más activas en la economía. Empresarios y emprendedores de startups. Abiertos a los demás. Acá hay jóvenes y adultos. Es más bien un estado de ánimo. 

El votante de Le Pen, hay gente más pobre, menos educada, gente que se siente perdida en nuestro nuevo mundo; que temen por su futuro y aún más por el futuro de sus hijos.

Por eso Le Pen trajo una especie de seguridad, de protección contra los cambios. “Te protegeré contra la inmigración, contra los otros”. 

Creo que esta división se aplica a todas nuestras sociedades en todas partes. Estoy firmemente a favor de olvidar las derechas e izquierdas. Creo que eso ya no significa mucho. La división derecha e izquierda fue un invento francés de la Revolución Francesa. Traería un sustituto, una mentalidad, abierta o cerrada.

Sociedades abiertas o cerradas

-Usted habló de esto en varios artículos recientes publicados en ABC y en el City Journal. En este nuevo paradigma que menciona, con sociedades abiertas y sociedades cerradas, ¿Dónde se ubican los liberales clásicos a favor de la economía de mercado? 

-Los liberales clásicos en el siglo XIX eran de izquierda porque estaban en contra del poder de la Iglesia Católica, de la monarquía absoluta del imperialismo.

Alexis de Tocqueville, famoso intelectual francés, quien fue miembro del Parlamento y ministro de Asuntos Exteriores, era de izquierda porque en ese momento estar a la izquierda significaba estar a favor de la libertad, más libertad individual, más libre comercio, etc. 

Los liberales clásicos tienden a pasar de la centro derecha a la centro izquierda en función de cuál sea la influencia ideológica de la izquierda y de la derecha. 

Los liberales clásicos están muy en contra del marxismo y en contra del socialismo. Pero no están en contra de la socialdemocracia. Aceptan el Estado de Bienestar. Entienden que la justicia social no viene así como así desde el libre mercado; y que hay que traer algún equilibrio al sistema. 

Yo soy un liberal clásico, y si me preguntan si soy de derecha o de izquierda, soy totalmente incapaz de responder. Y diría que depende de dónde esté la izquierda y dónde la derecha. Si la derecha se va demasiado a la derecha, yo iría hacia la izquierda. Si la izquierda está demasiado a la izquierda, me iría la derecha

-¿En su opinión, cuáles son los principales desafíos de Macron de ahora en adelante?

-Creo que no son retos políticos porque la situación en Francia es muy nueva. Se trata de una situación en la que todos los partidos políticos han quedado básicamente destruidos. Macron comenzó esta destrucción bombardeando un partido político tradicional hace cinco años diciendo: “No soy ni de derechas ni de izquierdas, soy un solucionador de problemas. Tienes un problema. Yo resuelvo problemas”. 

No creo que el desafío sea político sino más bien  sobre la paz o la guerra en Europa. París y Ucrania están al lado, somos vecinos. Macron, junto con los americanos y los alemanes, tendrán que gestionar una situación de apoyo a Ucrania por ser una democracia, pero sin provocar una guerra mundial. Este es el primer desafío. 

En cuanto al frente doméstico, lo principal es la educación. Ante el relativo éxito de Le Pen, se ve una profunda división entre la gente educada y la gente menos educada o sin educación. Tu destino como ser humano hoy en día está realmente determinado por el tipo de educación que tengas, y esto comienza en el círculo familiar. 

-Desde su perspectiva, ¿Cuál será el rol de Marine Le Pen en la política francesa, y el de su partido político? 

-Madame Le Pen y su relativo éxito no viene a proponer sino a estar en contra. Es una figura de oposición. “Soy infeliz”, entonces voto por Le Pen; “no me gusta mi vecino porque es africano”, entonces voto por ella; “soy pobre o mis hijos no tienen educación”, voto por Madame Le Pen. Ella no tiene una agenda propositiva, sino negativa. Está en contra de Europa, de todo, en cierto modo. 

Honestamente no he podido encontrar en su programa nada positivo que realmente vaya a mejorar la paz en Europa, la prosperidad, la buena relación con los vecinos o la economía. Es realmente una figura de oposición. 

-¿Cómo ve usted este fenómeno de la sociedad cerrada, en este caso representado por Marine Le Pen, a nivel Europeo, mundial y Latinoamericano?

-Cuando digo sociedad cerrada o populismo o lo que sea, significa que esto no es un fenómeno solo de Francia, sino mundial. Se ve el auge del concepto de identidad. Hace 20 años nadie hablaba de identidad. Ahora la gente habla de “mi identidad”: Eres francés, pero ¿Europa dirige mi identidad? Lo mismo ocurre en Estados Unidos y en América Latina; en todas partes. Mucha gente se asusta por la globalización, la velocidad, la modernización de las sociedades. Entonces, tienden a quedarse con lo conocido, que es su identidad. Puede ser una identidad nacional o étnica. Los mapuches, los africanos, los árabes en Francia, las personas LGBTQ, los hombres, todo el mundo se ciñe a la identidad. La aparición de sociedades cerradas está muy ligado al concepto de identidad y el miedo a los cambios, que parecen ir demasiado rápidos. 

Impacto geopolítico

-¿Cómo cree que el resultado de las elecciones afectará específicamente a la guerra de Ucrania, a Rusia y a Vladimir Putin? 

-Nadie sabe la respuesta porque nadie entiende realmente lo que quiere Putin. Todavía nos preguntamos por qué Putin comenzó esta guerra. No está claro. Él dio varias explicaciones. La más ridícula fue la lucha contra los nazis en Ucrania, lo cual que es realmente extraño porque Zelensky es judío. Una locura total. No sabemos cuál es la ambición de Putin. Esto hace que cualquier predicción sea muy complicada.

«La gente entiende que esto no va a ser una Constitución sino una especie de lista de supermercado»

-Tanto en las elecciones chilenas del año pasado, como en estas elecciones en Francia, ninguno de los partidos tradicionales llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. ¿Cómo se explica este fenómeno? ¿Ve algún paralelismo?

-Sí. Hay un paralelismo. Los partidos políticos están obsoletos. Creo que sus lenguajes son  obsoletos. El vocabulario es obsoleto, sus programas son obsoletos. Pertenecen a otra época y pertenecen al pasado. Ya hicieron su trabajo. Los conservadores de un lado y los socialdemócratas por el otro. En cierto modo implementaron su programa. Ahora su trabajo ha terminado. Por eso desaparecen, porque no son capaces de cambiar su lenguaje y tener en cuenta lo que se está hablando: “¿Cómo se gestiona el gobierno en una sociedad abierta? ¿Cuál es el origen de la justicia social? ¿El mercado libre o la educación? ¿O es la globalización?”. Es decir, los viejos partidos no han respondido estas preguntas. Esto nos significa que los nuevos tengan una respuesta. Pero al menos se están haciendo buenas preguntas. 

-La Convención Constituyente que fue la válvula de escape de la crisis social de 2019 ha ido perdiendo apoyo ciudadano en los últimos meses en Chile. ¿Ha tenido la oportunidad de seguir el proceso y cuál es su opinión al respecto? 

-Yo dije desde el principio que en Chile revisar la Constitución del periodo de Pinochet era una necesidad. Y claramente el pueblo chileno quería una nueva Constitución de cambio. Estoy de acuerdo con eso. Pero también he observado que desde el principio hubo un profundo malentendido sobre qué significa una Constitución. Porque la Constitución es sólo un conjunto de reglas. Es como el fútbol americano. Esas son las reglas, y el árbitro es como el Tribunal Supremo. El problema es que este montaje ha sido una combinación de grupos de presión e intereses especiales, donde cada uno quiere algo diferente. Algunos defienden a los pingüinos de la Patagonia, otros la justicia social etc. 

Pero pocos entienden que la Constitución no es un conjunto de derechos. Es sólo el marco dentro del cual se encuentran soluciones según las circunstancias. Añadir derechos y soluciones en la Constitución no conduce a ninguna parte. 

La opinión pública en Chile está cada vez más hostil a esta Convención, por lo que creo que la gente entiende que esto no va a ser una Constitución sino una especie de lista de supermercado. 

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