Las noticias del 25 de diciembre podrían repetirse igual todos los años, cambiando tan solo al desafortunado presentador que le tocó cumplir con uno de los peores turnos y ponerle rostro a una de las más débiles pautas de la temporada. Entre balances navideños y anticipo de fuegos artificiales, nada se modifica. Algún accidente, un par de declaraciones de políticos oportunistas que saben sacar partido al letargo post celebraciones y después una nota preparada con anticipación para literalmente “llenar” los minutos comprometidos.

Quizás por esta escasez es que el nuevo traspié de Donald Trump ocupó un lugar destacado. Sin mayor esfuerzo, el Primer Mandatario se convirtió en una nueva versión del “Grinch” al mantener una curiosa conversación con un pequeño de 7 años. En medio de una ronda de llamadas que POTUS y FLOTUS realizaron con niños, el Presidente de Estados Unidos sostuvo el siguiente diálogo con un menor: “¿Todavía crees en Santa Claus? Porque a los siete no es habitual, ¿verdad? Diviértete”. Desde 1955 el Comando de Seguridad de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y Canadá (Norad) “sigue” el recorrido de Santa Claus. Con la colaboración de más de 1.500 voluntarios, entre ellos Donald y Melania, informan a los niños de la ubicación exacta del trineo del Viejo Pascuero. Pero Trump no se limitó a notificar las coordenadas de los renos y terminó con la ilusión navideña de su joven interlocutor.

La noticia es una anécdota más dentro de las “Trumpcosas”, bastante más inocente que las protagonizadas con los principales líderes del mundo.

¿Se justificaba tanto revuelo? Definitivamente no. La noticia es una anécdota más dentro de las “Trumpcosas”, bastante más inocente que las protagonizadas con los principales líderes del mundo, pero que bien podría ser parte de un guión cinematográfico. No sería raro verla como escena en una próxima película de Hollywood, terreno donde Trump tiene experiencia, ya que sin ir más lejos apareció en “Mi Pobre Angelito”, una de las cintas ícono de estas fechas y que demuestran el claro vínculo que existe entre el cine y la imagen que todos tenemos actualmente de la Navidad.

Aunque en diciembre el hemisferio sur esté sometido a las más altas temperaturas, igual el Viejo Pascuero se pasea en un grueso y sofocante traje rojo. Un imaginario colectivo fruto de un mundo creado por guionistas y alimentado por el consumismo propio de estos tiempos. Porque, tal como se plantea el crítico Terry Teachout en The Wall Sreet Journal, fueron las películas las que en gran parte inventaron la Navidad tal como se vive hoy, fecha celebrada por cristianos y no cristianos donde “el verdadero sentido” es un sin sentido.

Para Teachout todo empezó con Charles Dickens y su novela “Cuento de Navidad” -1843-, la que ayudó al restablecimiento de esta fecha como un periodo de celebración en Estados Unidos y el Reino Unido. Gracias a ella, el término “Merry Christmas” -“Feliz Navidad”-, se hizo popular en la era victoriana y de ahí fue expandiéndose hasta convertirse en un clásico. Ese mismo año W. E. Dobson y Sir Henry Cole elaboraron las primeras tarjetas navideñas con la única intención de promocionar las obras de arte relacionadas con el nacimiento de Jesús, junto a una frase de alegría y prosperidad.

El primer gran éxito cinematográfico de Navidad fue “Milagro en la Calle 34” -1947-, donde se introduce un elemento clave: el comercio.

Ya se han realizado cerca de 40 adaptaciones de la novela para cine y televisión. Y es esta trama la inspiradora de gran parte de la cintas que permiten mostrar una fiesta con contenido laico, pero que comparte los valores cristianos de solidaridad y buenas intenciones, el que se conoce como “el espíritu de Navidad”. La lista es larga. El primer gran éxito fue “Milagro en la Calle 34” -1947- donde se introduce un elemento clave: el comercio. De ahí en adelante los obsequios navideños y la dinámica que los rodea ocupan un lugar protagónico, combinando eventos que suceden en torno a esta fecha con la relevancia de la familia y una suerte de redención.

Las películas navideñas muestran un estereotipo. Una realidad que se aleja de la nuestra y hace creer que las carreras por los malls con bufandas con venados y gorros de pompones nos pertenecen o que por lo menos somos “parte de”. Hollywood nos induce una percepción donde la imagen de Santa Claus proviene de un aviso de Coca-Cola desarrollado en 1931, con cara de buena persona, pelo y barba blancos, botas y cinturón. Y cuyo periplo ahora es posible de seguir por GPS mientras Trump nuevamente no deja de sorprender. Por lo mismo el comentario del escritor Gary Shteyngart en twitter es, por decir lo menos, atingente: “Lo siento, pero ¿qué clase de padre permite que su hijo hable con el Presidente?”