“El ballet es importante y significativo, sí, pero antes que todo, es un placer”. George Balanchine.

La danza como expresión es algo propio de la naturaleza humana, qué duda cabe. Y ahora, viviendo la pandemia del coronavirus, no podemos olvidar su protagonismo en la terrible peste negra, en plena Edad Media, cuando surgió la llamada “danza de la muerte”. Sí, fue una de las formas a la que la sociedad recurrió para, mediante convulsionados movimientos en base a gritos y saltos, extirpar con furia la enfermedad y purgar así el cuerpo.

Ya los registros de las culturas primitivas dan testimonio de los distintos ritos y celebraciones que, mediante el movimiento coordinado del cuerpo, rendían culto o celebraban la caza, la fertilidad, el cambio de estaciones, el sol, la luna, las deidades, entre otros. Manifestación de sentimientos y estados de ánimo.

Quizás por esta fuerza incombustible es que dentro de la variopinta programación cultural online que se han esmerado en transmitir los más importantes teatros y centros culturales del mundo, el ballet ha  tenido éxito de audiencias conectadas. Así ocurrió con nuestro Teatro Municipal y su “Cascanueces”,  y con las repeticiones de las tres galas internacionales de las Fundación Cultural de Providencia, que cada domingo supera las expectativas. Gracias a este espectáculo, han visitado Chile cuarenta y dos solistas y primeros bailarines de 20 diferentes compañías de ballet del mundo, teniendo estrenos en Chile como el pas de deux de “La Bella Durmiente» de Nureyev, la hermosa escena del balcón de “Romeo y Julieta” de MacMillan, y los “Diamantes” de Balanchine, entre otros.

A lo largo de la historia, la fuerza del movimiento ha marcado presencia en culturas como la egipcia, griega (a la cual se le atribuye su consideración como expresión artística) y en la romana, donde en un comienzo fue considerada peligrosa, siendo objeto de controversias y conflictos. Pero la flexibilidad del cuerpo y los variados tonos musicales fueron diversificando la danza en intensidad y estilos. La danza tribal nunca nos abandonó, pero la delicadeza hizo luego su aparición en el ballet clásico.

El ballet, como expresión de la danza, vio la luz en el Renacimiento. El relato de una leyenda mítica, de un grupo coordinado y estilizado, con montaje y vestuario, se establece en el siglo XIV bajo el mecenazgo de Catalina de Medici, consorte italiana de Enrique II. Posteriormente, ya en el siglo XV y bajo el alero del esplendor y apogeo de la corte francesa, Luis XIV, el Rey Sol, ordenó la apertura de la primera Real Academia de Danza, dando origen así a lo que hoy se conocen como escuelas y compañías de ballet, originando la influyente escuela francesa. Más adelante nacieron las escuelas italiana, inglesa y por supuesto la todopoderosa escuela rusa, cuya gloria desde la época zarista, pasando por la era soviética, no abandonó jamás.

La elegancia, refinamiento y delicadeza con la que identificamos al ballet -esto es, las zapatillas de punta y los tutús-  llegaron recién a comienzos del siglo XIX, con el advenimiento del  romanticismo. La primera pieza donde se utilizó la danza sobre puntas fue en La Sílfide, donde el papel principal era una criatura sobrenatural que debía bailar sobre puntas para recalcar su carácter evanescente. La bailarina Marie Taglioni fue la encargada de interpretar a la sílfide y su padre, Filippo Taglioni, fue el coreógrafo de la obra estrenada en 1832. Las primeras zapatillas no tenían refuerzos en los dedos y sólo se realizó un ligero revestimiento en los pies desnudos de las bailarinas. Afortunadamente hoy, las zapatillas (puntas) llevan un fuerte revestimiento de cartón piedra para beneficio de la bailarina y para mantener mejor el equilibrio.

Gracias a esta larga y riquísima evolución, hoy el mundo se ha nutrido de belleza y virtuosismo. ¿Quién no se ha maravillado con las alas de Anna Pavlova en la muerte del cisne? O, con los virtuosos 32 fouetes (giros sobre sí misma sobre una pierna) conseguidos por primera vez por Pierina Legnani, pirueta ejecutada con maestría solo por las primas ballerinas. O con los impresionantes vuelos de Nijinsky, Nureyev, Baryshnikov y tantos otros.

Así de simple, la inmortalidad de la danza queda en evidencia.

Para ver las estrellas internacionales del Ballet Internacional de Providencia, ingrese este domingo 19 de abril, a las 19 horas, a www.culturaprovidencia.cl