Hay evidencias para pensar que están poniendo al país en riesgo nuevamente, no sólo por no concentrarse en impulsar leyes y políticas que combatan los problemas, sino que también por el incierto resultado de embarcarnos en la redacción de una supuesta buena y nueva Constitución.
Salvo el buenismo del “ahora sí que sí”, no hay pruebas de que resultará un acuerdo que lleve al país al progreso y asegure la libertad individual a través de una Ley Fundamental que limite el poder, sino todo lo contrario…
Primera evidencia: llevamos 3 años en este proceso y estamos peor que en el 2019. Permítanme concluir que esto es “gracias” a las malas decisiones políticas y no a pesar de las decisiones que se han tomado. Por ejemplo, recordemos los 6 primeros meses de gobierno perdidos en términos de gestión, porque sus líderes se dedicaron a intervenir en una campaña política. Seguiremos asumiendo costos de malas decisiones.
Segunda evidencia: la supuesta falta de legitimidad de la Constitución vigente es una excusa que sirve para todo desde hace años y que, de no resultar, esta vez, una propuesta a la medida de las ideas socialistas, seguiremos oyendo. Respalda que la falta de legitimidad sea una “excusa”, la desestimación de las reformas constitucionales, como si no existieran ni estuvieran vigentes, efectuadas por el Presidente Lagos y el Congreso (todos representantes de la ciudadanía).
Tercera evidencia: la nula autocrítica de los derrotados e insistencia en una superioridad moral que no tienen. Para algunos de los negociadores, los resultados del plebiscito fueron producto de las fake news y de la torpeza de los electores que no entendieron la propuesta que votaron, catalogando lo sucedido como un “traspié”. Estos mismos políticos iluminados son los que fijan el estándar de cumplimiento de promesas de sus adversarios, como la hecha durante el plebiscito en torno a tener una mejor Constitución que la que se proponía. Si una nueva Constitución se hace como y cuando la izquierda quiere, hay cumplimiento, de lo contrario, no.
Cuarta evidencia: no se persiguen similares objetivos y la derecha negociadora subestima al adversario. Para varios negociadores, incluido el Presidente, al que le piden ayuda para lograr un acuerdo, la Constitución se concibe como una herramienta de construcción social, no como un instrumento limitante del poder. “La nueva Constitución será nuestra herramienta para superar el modelo patriarcal y neoliberal”, oímos tantas veces en la Convención.
¿Se olvidan de que la Constitución no pretendió mejorar las condiciones de vida de los chilenos, como se vociferaba, sino establecer un modelo de sociedad con un Estado que interviniera en nuestras vidas para ejercer control político? La derecha no debiera ser partidaria de esta pretensión, pero están permitiendo que se insista en ella.
Por último, creo que la derecha se ha equivocado, muchas veces últimamente, como cuando calcularon que la ciudadanía elegiría a un tercio de convencionales que no iban a permitir ideas refundacionales o cuando pensaron que los “bordes” fijados la primera vez, iban a respetarse, por lo que perfectamente se pueden estar equivocando en los cálculos políticos que, imagino, están haciendo ahora.
Si lo que interesa es el bien común, asegurar una democracia liberal y que la Constitución limite el poder, que alguien me ayude a entender este (posible) acuerdo.
*Rocío Cantuarias es abogada y exconvencional constituyente.