Son el último eslabón de la cadena de seguridad, pero se están transformando en el primero. Con un mercado cautivo de drogas y un uso de más del 120% de la capacidad por diseño, la cárcel aparece como un lugar donde los delincuentes extienden sus redes, se integran a nuevas bandas criminales y aprenden otras metodologías delictuales.

Más del 80% de los internos dice ser consumidor problemático de drogas al momento de ingresar al sistema penitenciario, un lugar donde los más débiles son sometidos por los más fuertes y donde el hacinamiento es terreno fértil para el contagio criminógeno.

La agenda de seguridad que se discute en el Congreso endurece las penas para diversas figuras delictuales incorporando nuevas sanciones privativas de libertad. Algo que presiona aún más el estresado sistema penitenciario nacional. Para enfrentar el problema de sobreuso, se ha propuesto un proyecto que busca construir nuevas cárceles y ampliar otras, sin embargo, esto no sería suficiente.

Es cierto que se requieren más penales, pero esto debe estar acompañado de una política carcelaria que aborde el fenómeno delictual que está presionando al sistema penitenciario y que tiene que ver con el impacto de la instalación del crimen organizado en Chile y el creciente número de bandas criminales que operan desde la cárcel, llevando la lógica delictual de la calle al interior de los recintos.

Para enfrentar el crimen organizado y transformar a la cárcel en el último eslabón de la cadena de seguridad es fundamental la segregación de la población carcelaria e interrumpir las redes delictuales que la criminalidad compleja tiene.

En ese sentido la mera construcción de cárceles no es suficiente, pues, sin esa mirada, más cárceles no necesariamente significará más seguridad.

Los desafíos que tiene el Estado en esta materia tienen que ver también con relevar la importancia del rol de Gendarmería y nutrir a esa institución de los recursos necesarios con una mirada de probidad y transparencia que combata los intentos del crimen por corromperla, además de fortalecer la inteligencia penitenciaria con el fin de que la cárcel, realmente, saque a los delincuentes de la calle.

Entender el rol que las instituciones cumplen en materia de seguridad, fortalecerlas e incorporarlas en una estrategia nacional resulta primordial para que las políticas sectoriales tengan resultados eficientes. Es fundamental conocer el fenómeno, entenderlo en plenitud e incorporar una mirada política transversal que permita que todos los actores, independiente de su línea ideológica, trabajen en conjunto.

La realidad carcelaria y sus desafíos no puede quedar fuera del debate sobre seguridad y la respuesta no puede ser solamente ampliar infraestructura. La problemática es mucho más compleja que una solución física. Urge una conversación profunda sobre la institucionalidad y política carcelaria. Urge terminar con el hecho de que, en materia penitenciaria, muchas veces, los últimos terminan siendo los primeros.

Investigadora Athenalab. Experta en seguridad, narcotráfico y defensa

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