El 21 de mayo es un día especial, asociado como pocos a la historia de Chile. Tiene un rasgo curioso, que algunos han destacado a veces incluso irónicamente: Chile celebraría sus derrotas. Sin embargo, el asunto es mucho más complejo.
En 1879, Chile disputaba la Guerra del Pacífico contra los países vecinos Perú y Bolivia. Entonces se encontraron las fuerzas navales chilenas y peruanas, con una evidente desproporción de fuerzas. Pese a ello, la Esmeralda y la Covadonga combatieron con decisión y valentía, en circunstancias difíciles y adversas. En un momento dado, Arturo Prat -comandante de la Esmeralda– pronunció las históricas palabras antes de saltar al abordaje del Huáscar, con palabras que aprendimos desde niños: “Muchachos, la contienda es desigual. Nunca se ha arriado nuestra bandera al enemigo; espero, pues, no sea esta la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo, esa bandera flameará en su lugar y aseguro que, si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber”.
De inmediato Prat saltó al monitor peruano, acompañado del sargento Aldea y de otro marinero anónimo. El comandante avanzó con la espada desenvainada al encuentro de la muerte y la gloria, la derrota momentánea y la victoria para siempre. Los detalles de la histórica jornada pueden revisarse en el breve y bien informado trabajo de Rafael Mellafe, La Guerra del Pacífico. Combates navales del 21 de mayo de 1879 (Santiago, Globo Editores, 2011). Ahí aparece una carta dirigida por Miguel Grau, al mando del Huáscar, a Carmela Carvajal de Prat, donde le manifiesta sus condolencias y le asegura que el chileno fue “víctima de un temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria”. Junto a la misiva le enviaba “las inestimables prendas que se encontraron en su poder” (Pisagua, 2 de junio de 1879).
Si Prat fue un héroe y murió por la patria el 21 de mayo de 1879, eso no representó en modo alguno una casualidad. El héroe de Iquique estaba preparado para las dos cosas: para morir por Chile y para hacerlo heroicamente. En otras palabras, el abordaje del Huáscar fue la coronación de una vida de servicio. La biografía de Gonzalo Vial Correa, Arturo Prat (Santiago, Editorial Andrés Bello, 1995), narra de manera sencilla y clara cómo se fue desarrollando el carácter del joven provinciano nacido en 1848, que ingresó a la marina ¡a los 10 años!, egresó del “curso de los héroes” en 1861 y tres años después compartió un viaje a Lima con el expresidente Manuel Montt y el futuro gobernante José Manuel Balmaceda, para participar en un Congreso Americano.
También aparecen rasgos privados interesantes: su matrimonio con Carmela Carvajal, el amor por los hijos -la primera de las cuales falleció tempranamente-, el dolor de las distancias, la austeridad y rectitud con el dinero público, sus estudios para ser abogado y sus avances en la marina. También su vida como católico, su pensamiento liberal y sus prácticas de espiritismo, buscando comunicarse con su padre amado y su hija. Asimismo, destaca su labor profesional, como subordinado y en labores de mando, que ejercería en su inseparable Esmeralda. Y, por supuesto, la Guerra del Pacífico, el combate naval de Iquique y la muerte heroica: “No murió solo por Chile, concluye Vial, ni solo por cumplir el deber, sino para que Chile usufructuara, lo más posible, de ese deber cumplido y de esa muerte”.
Pronto surgiría en el país una verdadera “pratmanía”, que sería relevante no solo en la comprensión de su labor histórica, sino también en el curso de la guerra. El poeta Rubén Darío, que vivió en Chile algunos años después del conflicto, hizo versos sobre las glorias patrias y destacó el valor del propio Prat en su Canto épico a las glorias de Chile (Santiago, Imprenta El Globo, 1918; fue premiado en el Certamen Varela en 1887):
“¡Y Prat! . . . He aquí la cumbre;
he aquí la sacra lumbre
inmortal, la epopeya en el abismo,
el valor soberano;
leyenda de heroísmo
sobre el hondo océano.
Prat resplandece, inspira.
Implacable y soberbio,
tuvo el soplo sagrado…
No era el hercúleo y fuerte
adalid de alta talla
y músculos de acero;
antes noble garzón a quien la muerte
en medio del fragor de la batalla,
convirtieron en coloso”.
Se han dado muchas explicaciones sobre la relevancia de Prat después de su muerte, el culto al héroe y su relevancia social y política en el Chile posterior a aquel combate. Muchas ideas y factores se conjugan a la hora de intentar comprender el momento y su trascendencia, la admiración a Prat y su valor nacional. Quizá fuera clave el patriotismo propio de las guerras, también la admiración por quienes saben morir por una causa y el conocimiento de la vida del héroe en las circunstancias normales que precedieron al momento decisivo. También la relevancia que le ha asignado la Marina, con el legítimo orgullo de contarlo entre los suyos.
William Sater escribió hace algunas décadas un interesante libro sobre el marino: Arturo Prat, santo secular (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2005). En su estudio muestra el significado de Prat en las décadas siguientes, tanto para las Fuerzas Armadas como para el mundo civil y político. Una de sus tesis era que, en momentos de dificultades, incluso ante la sensación de decadencia, la sociedad chilena recurría a Prat, pues su ejemplo de amor a Chile, de entrega y sacrificio podían servir de ejemplo a las nuevas generaciones y permitirían salir adelante frente a las dificultades.
Chile ha cambiado mucho desde entonces. El ideal heroico está prácticamente desaparecido, lo que es común a otras naciones en esta época. La misma idea de patria es un concepto en disputa, así como han emergido relecturas de la historia y nuevas nociones sobre lo que sería la chilenidad, la nación y sus símbolos en el siglo XXI. En momentos de decadencia en el pasado, Prat sirvió de ejemplo. De alguna manera hoy sigue representando un símbolo de unidad nacional, a pesar de las dificultades, divisiones y frustraciones que se repiten de manera excesiva. Adicionalmente, Arturo Prat -quien falleció cuando apenas superaba los 31 años- nos recuerda el valor que tienen aquellas personas que en los momentos decisivos pueden morir por una causa, por Chile. Y lo hacen, precisamente, porque han sabido vivir por esa causa.
Alejandro San Francisco, Profesor de la Universidad San Sebastián y la Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica. Director general de Historia de Chile 1960-2010 (Universidad San Sebastián).