José Victorino Lastarria: un pensador de la Libertad, Benjamín Ugalde. Santiago: Ediciones Democracia y Libertad, 2023.

Es probable que si le preguntamos a cualquier persona en la calle con qué personaje histórico asocia la palabra liberal en Chile, las respuestas sean muy variadas. Es muy posible que incluso sea más nombrado el economista estadounidense Milton Friedman que el chileno José Victorino Lastarria. Es que el nombre del rancagüino está más asociado al liceo ubicado en Providencia o al barrio turístico y culinario, que a su propia historia como educador, novelista, jurista, periodista, diplomático y político

Con Lastarria sucede lo que frecuentemente ocurre en Chile con nuestros personajes históricos. Así como no siempre rescatamos nuestros edificios patrimoniales, tampoco lo hacemos con quienes encarnan nuestro patrimonio intelectual y cultural. El mismo Lastarria decía que Chile era como una casa vieja y ruinosa con puntales por aquí, alzaprimas por allá y paredes remendadas. No se equivocaba. Basta mirar nuestras ciudades, los lugares históricos y algo de eso se aprecia. Lo mismo sucede con personajes como Lastarria, hay mucho remedo y retoque sobre quién fue, qué pensaba o cuáles eran sus posiciones políticas o su rol en el Chile republicano.

Tras esos remedos se ha ido perdiendo al verdadero José Victorino Lastarria que, a todas luces, es un personaje en muchos sentidos. Su origen provinciano y ajeno a los círculos de la élite santiaguina marcó su impronta de forma similar como ha ocurrido con otros grandes personajes chilenos, también provincianos, a lo largo de la historia. Como suele suceder, será la educación y el intelecto la forma de insertarse y también contraponerse a los círculos oligárquicos. Su vida no estuvo marcada por el lujo o la opulencia, pues consideraba que la moral cívica de la República tenía su base en el saber, no en la riqueza necesariamente. Que la libertad florece donde se cultivan los espíritus. El propio Lastarria decía que «yo no pretendo ser presidente, no pretendo nada, sino ser honrado».

El libro es una recopilación de diversas reflexiones hechas por Lastarria a lo largo de su vida.

Su biografía personal también será el elemento que dé sentido a su espíritu inquieto que incluso lo lleva a manifestar interés en los eclipses solares, algo que lo llevó a publicar en 1867 una crónica titulada Astronomía celeste i social. Esa misma inquietud y la búsqueda de una mejor suerte lo llevan a acercarse al recién descubierto mineral de Caracoles. En ese lugar, tal como lo describía Sady Zañartu, Lastarria se involucró en las actividades mineras a la vez que oficiaba de profesor de los hijos de los mineros. Esto se tradujo en sus Cartas descriptivas a Tomás Frías, ministro de Hacienda boliviano de la época. 

Lastarria probablemente asumió el ideal meritocrático del Chile republicano e ilustrado del siglo XIX. Acusado a veces de arrogante, probablemente creía encarnar ese ideario. Posiblemente también incidía en aquello el haber sido alumno de José Joaquín de Mora primero y de Andrés Bello después. El español y el venezolano eran no sólo próceres impulsores del pensamiento ilustrado, sino que rivales en las lides intelectuales, lo que probablemente también marcó huella en el rancagüino. 

Algo similar ocurre con el llamado pensamiento liberal que Lastarria defendía con ahínco. Hay harto remedo, por aquí por allá. Por eso cualquiera alude a su nombre para decirse liberal. Incluso Vlado Mirosevic, que sin leer a Hayek decía que este creía en la libertad sin ley, cada tanto hace alusión a Lastarria. Pero asimismo, también cualquiera se define como antiliberal sin considerar que sus premisas son del todo herederas del liberalismo. Algunos intentan salvar ese escollo hablando de liberalismos, como Agustín Squella, como si trataran de ser liberales y no serlo a la vez. Nada de eso era Lastarria. Por eso su liberalismo era solitario. 

Ugalde no busca crear un Lastarria al modo en que algunos intentan, presumiendo una especie de historia pop.

El libro Lastarria, un pensador de la Libertad, escrito por el profesor de la Universidad de Chile Benjamín Ugalde, intenta despejar el pensamiento liberal del rancagüino de los retoques y remedos a los que lo han sometido sus críticos y potenciales admiradores. Su trabajo es una recopilación de diversas reflexiones hechas por Lastarria a lo largo de su vida a través de diversos trabajos como Investigaciones sobre la influencia social de la conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile de 1844; Historia constitucional de medio siglo de 1853; La América de 1865; Lecciones de Política Positiva de 1874. 

La selección, ordenada por temas, nos permite entonces leer de primera mano lo que decía Lastarria respecto a diversos asuntos, que van desde la idea de libertad e igualdad, pasando por la educación y la industria, hasta el tema constitucional

El trabajo de Benjamín Ugalde es un esfuerzo caprichoso en ese sentido, porque intenta torcer e ir contra nuestra mala costumbre de desechar el pasado sólo dejando nombres o de cubrirlo con estuco de distinta clase. Lo que hace en su libro es desempolvar el pensamiento de Lastarria sin tratar de darle una connotación. Aunque en su estudio introductorio muestra abiertamente su admiración por él. Así como cuando alguien desempolva un viejo recuerdo para darle un nuevo sentido en el presente. Y es probable que el polvo haga picar los ojos a algunos. 

Al igual como probablemente sucede con los edificios restaurados y modernizados, el pensamiento de Lastarria no resulta extemporáneo para nuestro presente. Sus advertencias respecto al dirigismo que algunos impulsan bajo la excusa de la igualdad y la fraternidad cobran un sentido importante. En sus pensamientos está expresado el ideario liberal chileno originario. Ugalde no busca crear un Lastarria al modo en que algunos intentan, presumiendo una especie de historia pop, creando un Manuel Rodríguez o un Arturo Prat para ajustarlo a sus propios cánones. El foco del libro no es lo que Ugalde dice de Lastarria, sino lo que Lastarria pensaba en su época, en su contexto, teniendo como foco la libertad. Tal como lo reflejaba en su novela El Diario de una loca: «Mi voto más ardiente es que mi hijo no sea jamás el satélite de un déspota. Él debe vengarnos, y para vengarnos tiene que ser el azote de todos los tiranos, ¡el paladín de la inocencia y de la justicia!».

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