No mis queridos lectores, no se engañen por el título de esta semana; no tengo auspicios que declarar. No, esta semana estoy inspirada por un viaje que hice al sur, aunque, lamentablemente no haya sido a lo Raffaella Carrá.

No obstante, lo anterior, fue igualmente una experiencia increíble. Unos amigos me invitaron a visitar y trabajar en un proyecto que tienen en el sur, muy al sur, que entre otras cosas entrega a los habitantes herramientas para mejorar sus vidas. Típico de fascistas desalmados, desde luego, lejos de la bondad de iniciar fundaciones para promover en los territorios (sic) la incorporación del Karamanés y el embellecimiento de plazas y parques con uso de lencería y perspectiva de género… Bueno, dejemos quietos por esta semana a esos ángeles de bondad y niños cantores de Revolución Democrática.

Mi viaje al sur fue maravilloso y en algún sentido tuvo mucho de viaje en el tiempo, o más bien a otra dimensión, porque pese a que me advirtieron (no lo creí del todo) de verdad que no había señal. Pero nada, con suerte un 3G de una barrita muy decepcionante y la razón por la que les adeudo una columna de San Valentín, me la anotan.

Loco es en esta época estar realmente desconectado y si bien extrañé mucho mostrarle a mi familia y amigos en tiempo real lo que estaba viendo, tuve que volver a la magia de vivir el “en vivo” y exploré el género epistolar vía guasap, porque escribía y escribía mensajes, sabiendo que no llegarían probablemente hasta que yo también lo hiciera.

En vivo, vi cosas hermosas; toninas a metros de mí, una luna flaquita que se reflejaba en un espejo de mar tranquilo, estrellas, ¡estrellas de verdad! Y no anunciando que llegó la merca, una inmensidad de estrellas. Pero lo que más me gustó fue el acento y el cariño con el que me encontré, entre juguitos de calafate y mates cebados a la perfección, porque allá ni el pánico al azúcar y menos al gluten han llegado. Es fácil entender la fascinación que provoca el sur, frío y aislado, pero de alguna manera tan chileno, tan cálido, tan fácil hallarse, que le dicen. Yo estaba muy hallada.

Para volver a Santiago tuve que recurrir a más medios de transporte que la Barbie en su película; la lancha mi favorita, lejos. Entenderán mi sorpresa cuando ya en el aeropuerto se rompió el hechizo y uno a uno me fueron notificando de los sucesos de la semana. ¿Se acuerdan cuando febrero era como san Rosendo en La pérgola de las flores y nunca pasaba na’? De hecho, era el mes de las vacaciones y los noticieros de puro aburridos mandaban a sus noteros a autoplagiarse año tras año; que los mejores lugares de tal o cual región, que los útiles escolares, que el Festival de Viña pasado, presente y futuro y a los más seniors en una de esas les salía su viaje a Disney. Ahora los pobres no pueden ir ni a Fantasilandia porque esas entradas de cortesía están más caras parece.

Con perplejidad me enteré de la crisis de los humoristas; unos, perseguidos por haber apoyado a SE, otros, censurados por el régimen. Puchis, que se mejoren.

Por otro lado, el Poder Judicial con sus rostros octubristas cayendo en merecido descrédito y otros con su fijación por el lujo, ¡hey! Empatizo caleta, yo también nací con la maldición de tener buen gusto en este continente, pero con la propia poh, Usía, con todo respeto, no con la de todos nosotros, ¡chis! ¿Cuándo vamos a entrarle al Poder Judicial? Da la impresión de que hay mucho espacio para mejorar en el casting y como que esa conversá la tenemos pendiente. 

Rematamos con SE. Qué te puedo decir, el hombre se tomó sus vacaciones igual, porque pa’ timing, no hay quien le gane.

En eso estábamos cuando esta semana supimos del secuestro del ex militar venezolano refugiado en Chile, Ronald Ojeda Moreno. Y ahora sí que siento que estamos en una fantasía bananera y lisérgica que no nos pertenece. Una en que parece que está dentro de lo posible ser extirpado del país que iba a ser el asilo contra la opresión ¿En qué nos hemos convertido?

Mis días en el sur transcurrieron a otro ritmo, lejos de la locura y decadencia de Santiago y por un instante me hicieron creer que el espejismo se encuentra acá, entre nosotros, y no allá donde parece que hay todavía una promesa de futuro esplendor.

Esta pitonisa todavía siente ese pertinaz mareo de tierra que lleva ya 4 años ridiculizándonos, donde las cosas más aberrantes son posibles, incluso que secuestren opositores a un gobierno dictatorial en nuestro propio suelo.

¿Es este el fondo? Muy probablemente no y lo peor, aparte de indignarse mucho, mucho, ¿Quién hace algo? ¿Cómo reconstruimos todo lo que se nos descompuso Chile estos años? No tengo las respuestas y, es más, creo que me faltan muchas preguntas pero sí sé algo y miren que se los dice alguien que a veces coquetea de más con el cinismo; Chile vale la pena y no lo podemos abandonar. 

Volví a Santiago convencida que hay un Chile por el que pelear todavía y puede que sea solo una ilusión y los eventos de estas semanas sean la prueba definitiva de lo irreversible de nuestra situación, como dicen los más realistas entre nosotros. No lo sé, puede que yo siga bajo los efectos de un hechizo. Puede. Pero por esta vez quiero creer que al menos vale la pena pelearla todavía. Recuperar Chile con un lápiz y un papelito de los municipios pa’arriba. Y esa esperanza que ando cargando, esa es para mí, la verdadera magia del sur.

K-Sandra

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