Gabriel, escúchame. Ese mundo está muy mal.
La vida bajo el mar es mucho mejor que el mundo de allá arriba.
Tú crees que en otros lados el wine & cheese más rico es
Y sueñas con ir al cerro, ¡qué gran equivocación!
¿No ves que tu propio mundo no tiene comparación?
¿Qué puede haber allá fuera que causa tal emoción?
Bajo el mar, bajo el mar
Vives contento, eres feliz

En château Yungay
Sé que trabajan sin parar y sin crecimiento pa’ variar
Mientras nosotros siempre flotamos
Bajo el mar
Los jóvenes que no son delincuentes son muy felices, aquí tienen sus pensiones y libertad
En cambio allá están tristes, se las quieren quitar
Si no te quieres desperfilar, bajo el mar te quedarás
Y sin problemas entre burbujas
Tú vivirás
Bajo el mar, bajo el mar
Hay siempre ritmo en nuestro mundo al natural
El Cosena tocará, el esturión se unirá
Siempre hay ritmo, ritmo marino,
Bajo el mar
Las truchas volteando, democracia viva cantando
Y sin olvidarnos del Imacec
Que empiece la función
Sí, bajo el mar, bajo el mar
Hay bailarinas, son las Irinas, ven a bailar

¿Para qué quieres explorar si nuestra banda va a indultar?
Para que bailes en esta fiesta

Con perspectiva de género,
Bajo el mar

¡Ay que me gustaba La Sirenita cuando shica! La vi un número inconfesable de veces, baste decir que llegué a saberme los diálogos de memoria y me encantaba esta canción que esta semana presta título y versos a esta columna. Lindos recuerdos de una vida antes que Disney decidiera demoler sus propios cimientos a puro aburrido e infumable wokeismo. Vieron que hicieron una nueva versión de La Sirenita, más “diversa”, porque claro, nada más justo que tomar para eso la historia de un danés y convertirla en un pastiche racial, sin alma, feo y rotundamente fome. Qué les puedo decir; de todo lo que más me molesta de la progresía, más allá del victimismo como estado basal, de su matonaje, de su postureo moral de narcisos compasivos, más allá de su falta de sentido del humor, es su falta de creatividad. Pero, en fin, otro día repasamos a Disney.

Esta semana por algún motivo se me hizo muy evidente que estábamos equivocados; tanto S.E. como la coalición que lo flanquea, no viven en Narnia, viven, como La Sirenita, bajo el mar. En una lógica que les es propia, con una plétora de criaturas que no logramos comprender (a veces ni siquiera creemos que existan de verdad), con otros y particulares afanes y con zonas oscuras y frías, en donde, con razón, tememos encontrar criaturas que nos quieran comer (en el pésimo sentido) o cambiar nuestra voz por un par de piernas.

Digamos primero que este año tiene 366 días, 266 de los cuales ya los vivimos en enero… ¡qué onda lo eterno del mes! Cómo estaremos de mal que empezamos la semana con los escandalosos audios y guasaps del caso Democracia vivaracha y eso no fue el hit semanal (igual me voy a sentar a ver cómo salen de esta, porque como se ha dicho reiteradamente en esta humilde columna, es evidente que todos sabían). En dos cositas me concentré esta semana; la primera, el Presidente enojao’ porque nos reímos de su caleta con perspectiva de género. Primero, ¿saben por qué se enoja el Presidente?, porque los bullies toleran pésimo el bullying y sabemos, aquí el único que incomoda al cardumen de la prensa, es él…el tiburón con más dientes.

Un mini paréntesis, encuentro que merezco un premio por el autocontrol de no caer en la talla fácil y siempre eficaz de sacar las merluzas, los merluzos y les merluzes (¿?) a pasear. Estrellita marina para mí. Segundo, ¿recuerdan su adolescencia? Terrible época de los seres humanos. “Te quiero, pero no te soporto” me dijo mi papá alguna vez cuando tenía como 16 años y la verdad, ni me enojé, porque ni yo me soportaba. O sea, yo era una adolescente súper tranquila, lo juro, pero era discutidora. Conmigo era todo como un acalorado capítulo de Sin filtros; entretenido pa’ dos horas, pero no todo el día ni a cada rato. La adolescencia me había suspendido el sentido del humor y la humildad, especialmente respecto de mí misma fíjate. Todo era grave, muy serio, muy antipático y egocéntrico, porque yo sí que entendía al mundo y sabía cuál era el camino correcto, espérate no más. Y ahí es donde está mentalmente la progresía.

Asistimos a la abdicación de la adultez y es en esa lógica adolescente y progre en la que inaugurar caletas con perspectiva de género tiene algún sentido. Y también lo tiene enojarse cuando le enrostran su exquisita y turística desconexión con la vida adulta que transcurre en la superficie. El lenguaje que usan es sólo para iniciados que quieren parecer de una sofisticación moral de la que, en los hechos, carecen. Por lo mismo el contraste con los pescadores, con los niños a los que hacen leer agradecimientos, con los agricultores a los que mandan a usar más tarjetas que billetes, ese contraste es tan grotesco y especialmente, esta semana hace que uno se sienta como mirando a través del vidrio de un gran acuario.

Mientras escribo estas líneas, el bienamado y acuático líder anuncia que convocará al Cosena, pese a lo que Camila, la sirena, nos cantó hace un mes. Después de todo, parece que sí nos van a dorar esa pildorita y a vender esa pescaíta, fíjate.

Qué les puedo decir, esta pitonisa tiene cero expectativas al respecto, básicamente porque los cambios que Chile necesita en materia de seguridad, es imposible que este gobierno, que adhiere a lo que adhiere y hace y omite lo que hace y omite, pueda lograrlo. Pero qué sé sho, sólo veo la vida desde acá arriba y no sé que están pensando allá, mientras flotan, bajo el mar.

K-Sandra

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1 comentario

  1. Concuerdo con la conclusión final, difícil ser optimista en cuantos a resultados concretos de la reunión de mañana.
    Respecto al tema central veo cercanía con el comentario de hoy de don Carlos Peña quien, cosa curiosa, no citó a Weber esta vez pero sí, y acertadamente a Wilde: buscando «épater la galerie» hizo el ridículo. ¿Se habrá dado cuenta? Parece que no.
    Yo quisiera recordar la letra de una canción de mi época: «en el mar la vida es más sabrosa».

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