Empezaron a pololear en segundo medio. Entraron y salieron de la universidad y seguían pololeando. Los amigos se empezaron a casar. Al principio era “¿Y ustedes, cuándo?”. 

Ella invariablemente contestaba por ambos: “Estamos bien así, no necesitamos firmar un papel”. Lo decía con seguridad, aunque todos recordábamos que pasó de organizar el matrimonio de las muñecas, los hamsters, al de las hermanas, primas y amigas y no se perdía episodio de Vestido de Novia. Ella siempre quiso casarse, lo sabíamos todos. 

Él era desordenado en todo sentido. Incluso una amiga de una amiga estaba segura de habérselo topado en Tinder. Ella, en cambio, era muy responsable, estudiosa y encantadora. Con el tiempo, la gente dejó de preguntar y al hablar de matrimonios frente a ellos; las miradas iban directo al suelo. Ya nadie le tiraba corazones a las publicaciones celebrando su aniversario número 1.000. Ella siempre esperaba el anillo que nunca llegó. Lo que llegó fue una señorita en todo distinta a ella y que a los 6 meses estaba casada con él.

Cada vez más la así llamada izquierda democrática me recuerda a esta amiga en su tóxica relación con este gobierno. En los últimos años, esta generación de iluminados del FA los han insultado, humillado y ninguneado para luego utilizarlos y esconderse en sus polleras. Digamos, por cierto y sin candidez, que ha habido y hay un interés de ambas partes por el poder, el carguito y las posibilidades. Es y siempre ha sido rico estar con la élite en el poder, lo sabemos. Lo que cabe preguntarse más bien es dónde está el límite de lo transable y cuáles son los principios que los unen hoy, si es que existe algo así. Sumémosle ese verdadero amor del FA que es el vetusto y ambicioso PC. Es evidente que esto no pega ni junta y cuando se habla de “dos coaliciones”, todos los ojos van derechito al suelo…

Mucha de esa izquierda democrática, la más valiente, tras evaluar el nuevo texto en su justo mérito, con honestidad y sin complejos, vota Rechazo.

Mientras que aquellos más cercanos al gobierno, van por el Apruebo y los hemos visto desplegar argumentos tautológicos, maniqueos y sensibleros que con frecuencia no se condicen con la historia ni el calado intelectual del emisor. Resulta un poco triste verlos defender cosas en las que no pueden creer. Abrazar consignas que no les pertenecen. A exministros cuya firma está en la constitución vigente a punto de salir con banderitas del ya infame “no son 30 pesos, son 30 años”. ¿En serio consideran que esos 30 años de los que fueron protagonistas son los peores en la historia de Chile? Se está poniendo feo ver a esa izquierda democrática entregada a la culpa, la obsecuencia, ¿el miedo?, y perdida en la irrelevancia de ser el bufón de un gobierno que ni siquiera los respeta. Patético es también que insistan con vehemencia en su voluntad de modificar el texto, cuando no son dueños del corazón y alma de este gobierno y cuando han recibido respuestas de los adalides del engendrito más que contundentes. Ese anillo no va a llegar, solo promesas vacías. ¿Vale la pena hipotecar así su historia y credibilidad? 

Esta pitonisa piensa que esta no es una disputa entre izquierdas y derechas, sino entre quienes creen en la democracia y quienes no. Qué distinta hubiera sido la fábula inicial si nuestra amiga hubiera hecho juicio; merecía algo mejor que estar esperando peras de ese olmo. Pero no es tarde para los militantes de esa izquierda democrática que merece más. Este es el momento, amiga, date cuenta.

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