Esta vez estamos de acuerdo con el ex senador Girardi. Ante la próxima elección de consejeros constituyentes, expresó su oposición a una lista electoral única con Apruebo Dignidad (“la lista del indulto”, según su atrevida expresión), de parte del conglomerado Socialismo Democrático, PPD, PS y PR.  Entregó dos argumentos más: el Frente Amplio y el PC “no nos quieren” y “la elección de mayo está perdida”. Agreguemos otros dos o tres argumentos para recomendar listas separadas del oficialismo en esa relevante y casi inmediata elección. 

Primeramente, es bueno recordar los recientes años en que el Frente Amplio desdeña, con la arrogancia que distingue a cierta élite juvenil, los tiempos de la Concertación y su presunta entrega al neoliberalismo y prosecución del modelo de la dictadura de Pinochet.

Hemos sido majaderos en desvirtuar esa visión y no cansaremos a los lectores con la repetición de los grandes logros de esos gobiernos en beneficio de los sectores populares del país. Solo añadiremos que precisamente esa generación de estudiantes contestatarios fue producto del creciente bienestar alcanzado por las familias chilenas. Ahora bien, no nos hagamos las vírgenes necias, sabemos que la política tiene sus propios cánones morales, y que no debe llamar a escándalo las alianzas y reconciliaciones con anteriores adversarios si se busca resultados en pro del bien común, o lo que los potenciales aliados consideren bien común, aunque ello sea terreno de discusión.

En política se acostumbra a discutir. Algunos partidarios de la lista única han sostenido que la gente no entendería que FA-PC y Socialismo Democrático compitieran por separado, y serían justamente castigados en las urnas. Es un argumento reversible: ¿Cómo es posible que jóvenes idealistas hoy concurran de la mano de los veteranos que hasta ayer despreciaban? Es una píldora difícil de tragar para ambas partes y para la gente común que aún distingue las diferencias políticas y culturales de ambos conglomerados. Por lo demás, competir por el consenso ciudadano no es incompatible con participar juntos en el Gobierno. Unidos en la diversidad, es la manida frase que viene al caso.

Luego, ¿quiénes ganan con la lista única? Es ingenuo pensar que cada fuerza política partícipe en la lista única oficialista no busque su propio beneficio electoral, que generosamente aspire al avance igualitario de todos los aliados. No, sería una rareza política para estudiar.

A nuestro juicio el FA-PC serían los mayormente beneficiarios del subsidio electoral del Socialismo Democrático, por su trayectoria histórica y por la imagen positiva que está adquiriendo en su rol de contención de los desbordes maximalistas y las “desprolijidades” de los partidos y equipos gubernamentales, principalmente frenteamplistas. El ejemplo de los socialistas españoles y portugueses (a falta de socialismos relevantes en América Latina) que sí han estrechado pactos con sectores de izquierda radical en sus países, muestra alianzas desempeñadas en función de las estrategias socialistas y, desde nuestro punto de vista, en beneficio general de esas dos naciones europeas.

Compartir (asimétricamente) el poder no debería implicar para el Socialismo Democrático, y especialmente para el PS, correr el riesgo de esfumar su propia identidad política, cultivada en sus doctrinas y en tradiciones que forman parte de la historia de Chile, un capital precioso que no debe ser relegado solamente a los ritos internos de cada partido.

En particular, se debería reivindicar el curso socialdemócrata de la experiencia de los gobiernos de la Concertación, aún no admitido plenamente por estos partidos -a excepción del PR, que al menos conserva dicho rasgo en su nombre-, porque esa historia reciente constituye también un patrimonio no desechable, historia apreciada y recordada cada vez más por los ciudadanos en la medida en que se disipan los arrebatos del estallido social. 

En la izquierda y socialismo chileno hay, desde siempre, cierto acicate a la unidad con fuerzas similares, a veces un prurito no justificado o que busca esconder el conflicto de la diversidad, o que derechamente desemboca en monolitismos cupulares nada coherentes con la democracia dentro y entre los partidos políticos.

Cierto, la unidad entre fuerzas diversas, incluso adversarias en el pasado, es imperativa en cruciales momentos de la historia de las naciones. Un modelo, y una lección que no se debe olvidar, fue la conjunción de sectores adversarios durante los años ochenta de la dictadura militar: había allí un fin superior capaz de unir socialistas, liberales y democratacristianos. Tan exitosa en la recuperación de la democracia fue esa alianza, que se prolongó por los  veinte años de los mejores gobiernos contemporáneos de Chile a pesar de los límites, indecisiones y errores de los gobernantes. El balance final fue positivo.

¿El momento actual requiere de una alianza oficialista cada vez más férrea y prolongada en otras futuras elecciones? No lo sabemos, tal vez hay un discreto diseño que mira a “cooptar” las franjas moderadas del Frente Amplio (cuestión difícil frente al acerado PC), ganarlas al “viejo” socialismo democrático. Si así fuera, ¿para qué? No es de poca monta responder a esa pregunta, que no se despeja con simple retórica unitaria o aritmética electoral. A riesgo de ser repetitivo: ¿Para qué?

*Fredy Cancino es profesor.

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