Ahora que faltan dos meses para la conmemoración del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, el gobierno del Presidente Gabriel Boric pudiera ver en la imagen del fallecido Presidente Salvador Allende a un salvavidas que le permita salir del lodo de desencanto, desmotivación y confusión en el que está producto de los escándalos de desvío de fondos públicos para el financiamiento de fundaciones asociadas a líderes del Frente Amplio. Además de tratar de desviar la atención desde la vergonzante corrupción hacia un momento que evoca dolor, sacrificio y defensa de principios y valores, el Gobierno Boric puede buscar en la figura de Salvador Allende, especialmente en su acciones y discursos de su último día en el poder, una inspiración para encontrar un camino que le permita construir esas grandes alamedas por la que pueda avanzar para una sociedad mejor.

En la política, siempre un clavo saca a otro clavo. Los escándalos no duran para siempre. Ya sea porque explota un nuevo escándalo o porque se acerca una fecha importante, los gobiernos golpeados por escándalos siempre están con una mirada prospectiva a la espera de una oportunidad para cambiar la agenda y poner el foco en un tema que permita que las luces de las críticas y recriminaciones apunten a la vereda de enfrente. 

La cercanía del 50 aniversario del quiebre de la democracia en Chile se avizora como una inmejorable oportunidad para lograr que los chilenos pasen página al escándalo que ha afligido al gobierno en estas dos semanas. Además, el que la oposición de hoy sea políticamente heredera de aquella que apoyó el golpe de Estado permite al gobierno poner en la palestra -tal como lo hacen los gobiernos de izquierda en cada 11 de septiembre- a los partidos y líderes de derecha que apoyaron a la dictadura militar y que se abstuvieron de denunciar, cuando había que hacerlo, las violaciones a los derechos humanos.

Como suele ocurrir en cada conmemoración del golpe, aquellos que apoyaron a la dictadura deben reafirmar su compromiso con los derechos humanos mientras los que fueron víctimas de la dictadura afirman, desde el pedestal de superioridad moral, su compromiso con la democracia y articulan -a veces, y no todos- declaraciones que dejan en claro que ellos jamás gobernarían de la misma forma que lo hizo Allende.

Hasta ahí, este 11 de septiembre no se diferenciará de lo que ocurre cada año. Pero en otra dimensión, el peor momento para que estalle un escándalo de corrupción en un gobierno de izquierda en Chile es pocas semanas antes del aniversario del doloroso y traumático quiebre de la democracia en Chile. Más allá de las causas que llevaron al golpe de 1973, la actitud valiente e institucional de Salvador Allende, que quedó plasmada en su discurso final, contrasta radicalmente con el reprochable accionar de algunos líderes políticos de la izquierda de hoy que se han especializado en diseñar mecanismos formalmente legales para apropiarse de los recursos públicos que están destinados para ir en apoyo de los que más necesitan.

Mientras Allende, en su último discurso, habló de “a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños”, varios de los que hoy dicen admirar y honrar la memoria de Allende andan pidiendo disculpas por haber defendido prácticas que se riñen con la moral y que abiertamente perjudicaron a muchos que requieren ayuda del gobierno. Si Allende pasó a la historia con su frente en alto, las autoridades actuales del gobierno hoy agachan la mirada al saber que varios de sus correligionarios se dedicaron a desviar dineros públicos para sus causas privadas.

Si bien la izquierda siempre recibe con alivio la llegada del 11 de septiembre, este año habrá un sabor amargo en muchos líderes oficialistas. Precisamente porque el golpe y la dictadura evocan dolor, abuso y sufrimiento para muchos, el contraste no puede ser más evidente entre la imagen mítica de un Salvador Allende que da la vida reafirmando su compromiso con los más necesitados de Chile y la percepción del gobierno actual como un grupo de jóvenes inexperimentados que no dan el ancho y que están tempranamente marcados por la corrupción. Seguramente, los partidos que estuvieron con Allende, el PC y por sobre todo el PS, aprovecharán de rayar la cancha a sus aliados más jóvenes del FA. Después de todo, esos partidos sufrieron duramente la persecución en dictadura.

La derecha, más que entrar a pedir que se discutan las razones que llevaron al quiebre de la democracia, debiera aprovechar también que la historia siempre es una oportunidad para capitalizar en la coyuntura, y debiera buscar contrastar la valiente actitud de Allende en 1973 con la cobardía de muchos en el gobierno que hoy relativizan, minimizan o simplemente niegan el evidente problema de corrupción que aflige a este gobierno de izquierda que se prepara para honrar al que Boric y los suyos ven como un modelo a seguir.

Aunque la conmemoración del golpe llegue a salvar al gobierno en las próximas semanas, el contraste entre el sacrificio de Allende y lo que hoy ocurre con el gobierno no podría ser más devastador para la imagen del gobierno de Boric.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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