El famoso político francés Frédéric Bastiat (1801-1850) nos advertía en su libro La Ley contra los riesgos de la perversión de ella:

“La aspiración común de todos los hombres es conservarse y desarrollarse, de manera que si cada uno gozara del libre ejercicio de sus facultades y de la libre disposición de sus productos, el progreso social sería incesante, ininterrumpido, infalible. Pero hay otra disposición que también le es común a los hombres. Es la que se dirige a vivir y desarrollarse, cuando pueden, a expensas los unos de los otros.

“La ley se ha pervertido bajo la influencia de dos causas muy diferentes: el egoísmo carente de inteligencia y la falsa filantropía. ¿Cómo identificar la expoliación legal?: es muy sencillo. Hay que examinar si la ley quita a algunos lo que les pertenece, para dar a otros lo que no les pertenece. Hay que examinar si la ley realiza, en provecho de un ciudadano y en perjuicio de los demás un acto que aquel ciudadano no podría realizar por sí, sin incurrir en criminalidad”.

El dramaturgo G B Shaw ironizaba sobre estas leyes “solidarias”, diciendo “toda ley que consista en quitarle a Pedro para darle a Juan contará siempre con el entusiasta apoyo de Juan.”

Bernard Madoff se hizo tristemente célebre por crear un esquema piramidal que hace ganar mucha plata al que está en la cúspide a costa de los nuevos entrantes. Esto se llama en criminología un esquema Ponzi, en honor al estafador Carlo Ponzi que lo inventó. Los esquemas Ponzi, y que en Chile popularizaron Chang y Garay, ofrecen a sus inversionistas rentabilidades fantásticas que son financiadas por otros inversionistas. Estas duran hasta que son más los que sacan que los que ponen. Este esquema es un delito de estafa, pero cuando lo hace el Estado se denomina “sistema de reparto”. Usted contribuye hoy mientras trabaja para financiar a los que no, so promesa del Estado que cuando deje de trabajar hará lo mismo con usted. En Chile funcionó mientras había muchos que ponían y pocos retiraban, y fracasó cuando los menos se avivaron y empezaron a sacar mucho y muy jóvenes. Cuando ese sistema quebró, se cambió por uno de capitalización individual, que tiene muchas ventajas, pero que no asegura pensiones para los que no ahorran suficiente.

Ahora el gobierno nos propone una solución a esta omisión que honra a Shaw y a Ponzi; les quita un 2% a los que trabajan para dárselos a los que ya no lo hacen; y entrega un 3% a una nueva burocracia que cuesta, al menos, 154 millones de dólares más cara que las AFP.

Esta propuesta tiene todos los elementos de la perversión de la ley. Viene con robo intergeneracional en que los viejos les roban a los jóvenes; con impuestos de destinación específica que nuestra historia y la Constitución abominan; con 300 mil cesantes más que la Presidenta, con una indolencia preocupante, ignora; y con una nueva burocracia para administrar recursos, cuando ya existen las AFP que lo pueden hacer sin cobros adicionales.

Esta es una solución inconveniente y tardía. Cuando la pirámide poblacional se invierte, establecer un sistema de reparto es obligar a los jóvenes de hoy a comprar un cheque a fecha de la cuenta de Chang girado contra el banco de Garay.

La solución honesta para nuestras jubilaciones es aumentar la edad de jubilación; obligar a cotizar a los independientes; aumentar el pilar solidario con fondos generales y aumentar la cotización, permitiendo que la gente elija si quiere contribuirla a su sistema personal o a un sistema “solidario”; y si quiere que se la administre el fisco o las AFP.

Esto no es un problema de solidaridad con el vecino. Todos ayudamos a vecinos, padres y amigos. Lo que no queremos es financiar a los vecinos, padres y amigos de Mesina, Olate y demás gatos de campo que pululan. La solidaridad los jóvenes la cumplen pagando: 35% de impuestos sobre sus ingresos; el 19% de IVA sobre sus gastos; todos los impuestos específicos (bencina, tragos, bebidas, etc); y también criando niños y cuidando a sus padres y abuelos. Exigirles un 2% de su sueldo para un hoyo negro que va a manejar el gobierno, no es solidaridad, es una perversión de la ley, diría Bastiat.

 

Gerardo Varela Alfonso, abogado

 

 

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

 

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