En su Informe de la Economía Mundial (WEO por su nombre en inglés), el Fondo Monetario Internacional (FMI) por quinta vez consecutiva recortó los pronósticos de crecimiento mundial. Aunque el recorte en las economías avanzadas no fue muy significativo: 0.1% y 0.2% para el 2015 y 2016, respectivamente, llama la atención que para las economías emergentes, esta institución, por séptima vez consecutiva, reduzca las proyecciones de crecimiento. Y como si lo anterior no fuera suficiente preocupación, el título que el Fondo asigna a este WEO lo denomina: Ajustándose a precios más bajos para las materias primas.

En el caso de Latinoamérica y el caribe, el recorte en los pronósticos fue “con machete” y por lejos el más pronunciado de cualquier otra región o zona económica. Ningún otro país productor de materias primas, ya sea desarrollado (Australia, Canadá y Nueva Zelanda) o emergente (Nigeria, Rusia y Sudáfrica), fue objeto de recortes tan contundentes como nuestra región. La pregunta que yace bajo la constatación anterior, es por qué Latinoamérica es la más castigada de las regiones además del obvio impacto del fin del súper ciclo de las materias primas. La razón es que muchos países de esta región, en vez de reestructurar sus economías y ahorrar las rentas obtenidas por el aumento del precio en los bienes exportados, se dedicaron a despilfarrarlas en la implementación de políticas asistencialistas, con el obvio fin de capturar favores políticos, pensando que dichas rentas serían eternas. Este es el caso de Brasil, Argentina y otros, cuyos pronósticos son duros. El caso de Venezuela, según el FMI, es patético, ya que entre el 2015 y el 2016, la economía se contraerá casi 16% y la inflación acumularía un 650%.

En el caso de Chile, las reducciones en los pronósticos de crecimiento no sorprendieron a nadie, es más, el 2.3% y 2.5% en el aumento del PIB para el 2015 y 2016, respectivamente,  parecieran optimistas.  Lo relevante del informe del FMI es que deja clarísimo que las economías productoras y exportadoras de “commodities”, entre las que está Chile, deberán ajustarse a una realidad que no experimentábamos desde poco antes del 2005. En definitiva, el factor externo no será favorable para Chile, y en esta ocasión, la extensión temporal de dicho factor será muy larga, demasiado larga como para que la autoridad lo obvie en su definición de políticas públicas. Tanto Hacienda como el Banco Central han advertido de ello al mundo político en general y al oficialismo en particular, sin embargo los integrantes de este último estamento parecieran no querer entender que llegó la hora de apretarse el cinturón y comenzar a pensar en la próxima generación, no en la próxima elección o en el programa de la Nueva Mayoría. Lamentablemente, el gobierno no renuncia a su mal diagnosticado ideario de solución igualitaria, y continúa legislando como si la economía no pasara por la peor crisis de confianza desde la recesión del 2009, crisis en la que además éste tiene una cuota significativa de responsabilidad.

La realidad de los números, como se observa en el gráfico a continuación, es que los brotes verdes del ex ministro Arenas, duraron lo que una lombriz en el pico de un pavo, y nuevamente la economía retoma la trayectoria de desaceleración, con el obvio riesgo de que el deterioro generalizado en las expectativas termine empujando a la economía a una recesión. En esta comparación de la parte cíclica del IMACEC (IMACEC TC en el gráfico), que sustrae de dicho indicador sus componentes estacionales o aleatorios, con los índices de expectativas (la lectura por debajo de los 50, indica una contracción) IMCE (Índice mensual de confianza empresarial de ICARE) e IPEC (Índice de percepción económica del consumidor de Adimark), es fácil, y evidente, constatar que si esta última no repunta en el corto plazo, es probable que en algún momento en el transcurso de los próximos meses la actividad económica se contraiga.

Graf 1

¿Existe algún motivo incuestionable que modifique las expectativas de empresarios y consumidores hacia territorio positivo? De existir, sería menester que la autoridad comenzara inequívocamente a legislar privilegiando el crecimiento económico, y que descartase irrefutablemente aquellos conceptos que han sido una de las causales de esta pronunciada desaceleración. Quienes entienden de economía y políticas públicas, en todo el espectro político, lo saben y lo han manifestado, sólo falta que los políticos lo hagan y lo asuman también.

La disonancia cognitiva de la autoridad, en materias relevantes para consumidores y empresarios, los grandes contribuyentes del Fisco, en algunos casos, colinda con el cinismo o la ignorancia, como ocurrió con cierto ministro que cuando la huelga es en el mundo privado, entonces el derecho es irrenunciable, pero cuando le toca al gobierno, no trepidan en tildarla de ilegal, a pesar de no tomar acción judicial alguna para contrarrestarla. Los cautivantes llamados y las afables declaraciones de buenas intenciones no sirven para cambiar la desconfianza de los contribuyentes, que pierden más y más la paciencia en un gobierno bien intencionado, pero ineficiente en la resolución de sus problemas. Demás está decir que, de seguir adelante con reformas anti crecimiento, como lo fue en su momento la tributaria, y como lo son ahora la laboral y la constitucional, sólo continuará con el deterioro de expectativas, y terminará por sumir la actividad económica en una contracción, o convertirla en una lamentable e indeseable “recesión”.

Es responsabilidad y tarea del gobierno producir la inflexión en las expectativas de sus contribuyentes, es él quien decide si legisla para todos los chilenos, o sólo para sus partidarios. Si el propósito de cierta parte de la Nueva Mayoría sigue siendo el privilegiar los intereses políticos por sobre los económicos, abusando del poder de su mayoría circunstancial, pretendiendo tener la sartén por el mango, sus seguidores deberían analizar detenidamente los pronósticos del FMI para países como Venezuela, Brasil o Argentina, que llevan tiempo evadiendo la prudencia política, entenderán que al final, en un plazo no muy lejano, con suerte, se quedarán con el mango en la mano y la sartén por los aires.

 

Manuel Bengolea, director ejecutivo Octogone.

 

 

FOTO: AGENCIAUNO.

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