El pasado miércoles, el presidente del Banco Central de Chile, Mario Marcel, presentó el Informe de Política Monetaria ante el Senado pleno. En su presentación, Marcel se refirió a la recuperación de la economía chilena y los riesgos que esta enfrenta en la actualidad.

Entre los riesgos destacó la persistencia y amplitud de los incrementos en el gasto fiscal en los que debió incurrir el fisco para paliar las consecuencias económicas del confinamiento sobre los ingresos de los hogares, pero que se han extendido muy por sobre la real necesidad de la población, generando mayores presiones inflacionarias y poniendo en riesgo la evolución de las finanzas públicas.

De este modo, Marcel explicó que, con el objetivo de cumplir la meta de una inflación anclada en 3,0% en el plazo de 24 meses, y debido a la necesidad de controlar las presiones inflacionarias, el Banco Central de Chile se vio en la obligación de subir la tasa de interés en su última reunión de política monetaria y de advertir al mercado que necesitarán seguir incrementándola hasta niveles entre 3,25 y 3,75% hacia mediados del primer semestre de 2022. Asimismo, indicó que la decisión del Congreso de aprobar un nuevo retiro de los fondos de pensiones presionaría aún más los precios y la trayectoria de la inflación, entre otras consecuencias de largo plazo para nuestra economía.

Ante esta advertencia, las reacciones de nuestros congresistas no se dejaron esperar: un diputado declaró que el aumento de tasa era una “provocación a la ciudadanía”, otros que “el BC no tiene idea de economía a escala humana”, que “somos tontos hasta las 12, ¡la inflación es importada!”, que quienes advierten la inflación “mentían”. Incluso hubo quienes decidieron ir al ataque directo a la persona, acusando a Marcel de “desconexión desde la elite” o simplemente de “alaraco”.

A cualquier ciudadano de a pie, y más aún a quienes conocemos la seriedad y profesionalismo que ha caracterizado el actuar del Banco Central, de sus presidentes y consejeros, le debe llamar la atención la destemplada reacción de estos parlamentarios, más aún existiendo un público y transversal acuerdo entre los economistas de todos los colores respecto de lo indicado por Marcel.

Pero todo tiene siempre una explicación, y a las reacciones de los parlamentarios se les pueden encontrar fácilmente dos posibles justificaciones.

La primera es que el atrevimiento e ignorancia que observamos en las declaraciones en el Congreso podría deberse al efecto Dunning-Kruger, que es un sesgo cognitivo que provoca que las personas menos competentes sobreestimen sus habilidades y tengan una ilusión de superioridad al evaluar su competencia como superior a la media, subestimando a los más competentes. Bajo esta teoría, quienes emitieron estas declaraciones pecarían de ignorantes, más no de malas intenciones.

La segunda es simplemente que la cercanía de las elecciones y la necesidad de ganar más votos indujeron a quienes emitieron estas declaraciones a contradecir los dichos de Marcel, pues apoyan un cuarto retiro pese a las consecuencias que éste genera sobre los chilenos y su economía, aún a sabiendas que sus acciones son incorrectas y lo que el Presidente del Banco Central dice es verdad. Bajo esta teoría, quienes emitieron estas declaraciones no pecarían de ignorantes, pero sí de mentir para lograr ventajas eleccionarias.

El problema es que cualquiera de estas explicaciones -el efecto Dunning-Kruger o el frío cálculo político donde el fin justifica los medios- nos muestra que hemos elegido a representantes que no cuentan ni con el conocimiento ni la altura de miras para redactar leyes y políticas públicas destinadas a construir un país mejor.

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