El 25 de noviembre, a 28 días del estallido social y ante la explosión de violencia que se desató el 18-O y que no presentaba luces de frenarse, legisladores de gobierno y oposición, con excepción del PC y el FRVS, firmaron el “Acuerdo Por la Paz Social y la Nueva Constitución donde los firmantes se comprometieron en dos cosas: la primera, “Los partidos que suscriben este acuerdo vienen a garantizar su compromiso con el restablecimiento de la paz y el orden público en Chile y el total respeto de los derechos humanos y la institucionalidad democrática vigente” y la segunda, “Se impulsará un Plebiscito en el mes de abril de 2020 que resuelva dos preguntas: a) ¿Quiere usted una nueva Constitución? ; y b) ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la nueva Constitución? Convención Mixta Constitucional o Convención Constitucional”.

La negociación de este acuerdo se basaba en que los partidos de oposición se comprometían a liderar a sus seguidores para que dejaran las calles y marchas, y por lo tanto se acabara la violencia –el primer compromiso-, a cambio de que los partidos de gobierno se comprometieran a implementar un plebiscito para preguntar a la ciudadanía por una nueva constitución. Fue una negociación con la pistola puesta en la cabeza, pues el descontrol ciudadano había puesto en riesgo la institucionalidad y paz de nuestro país, que se dirigía directamente y sin escalas a una guerra civil. Pero muchos justificaron el medio, por el fin… el plebiscito por la paz social

La semana pasada, a más de tres meses desde la firma del acuerdo, la oposición no sólo no había garantizado el restablecimiento de la paz y el orden público, sino que además una gran parte de sus legisladores seguían justificando la violencia y delincuencia que ha seguido presente en nuestro país.

Ni hablar de respetar la institucionalidad vigente. Mientras parte de la oposición seguía pidiendo la salida de un presidente elegido democráticamente y con gran mayoría de votos, el presidente del Senado Jaime Quintana lo amenazaba directamente diciendo: “Si Piñera quiere seguir gobernando debe pasar a segunda línea y aceptar un parlamentarismo de facto”, a través de entregar al Congreso parte de sus facultades, como la de definir las urgencias y prioridades legislativas.

No obstante, respecto del segundo compromiso, hasta la presidenta del Colegio Médico –quien militó en el Partido Comunista– tuvo que intervenir, ya declarada la fase 4 de contagio de coronavirus, para solicitar el cambio de la fecha del plebiscito, para que los partidos políticos de oposición se abrieran a dicha opción.

Todo lo anterior no hace más que demostrar, nada más ni nada menos, que es cierto lo que escuchamos siempre en las películas de Hollywood… no se negocia con la pistola en la cabeza, pues tú estás obligado a entregar todo y ellos NO cumplirán su parte del trato.

Al final, ya se cumplió la primera parte de la gran estafa: estamos obligados a celebrar un plebiscito –ya sea el 26 de abril o en nueva fecha- sin recibir nada a cambio. La violencia y las amenazas constantes a la institucionalidad vigente siguen presentes y sólo se han atenuado con la presencia del coronavirus en nuestras vidas.

La segunda parte del engaño al que fuimos sometidos es que nunca existió la posibilidad de mantener la constitución actual. Reconozcamos que las conclusiones a las que llegaron la pruebas PISA, el Simce y otras, son ciertas. En Chile la mayor parte de la población no entiende lo que lee. El acuerdo firmado es por una nueva constitución, por un método o por otro, pero por una nueva constitución sí o sí.

Si en el plebiscito llegara a ganar el Rechazo, la nueva constitución se negociaría bajo la institucionalidad vigente. Sí, se puede hacer una nueva constitución bajo la institucionalidad vigente, ¡no era necesario el plebiscito! El tema es que los grupos minoritarios y más extremos no quieren que sea así, pues ellos saben que, en el congreso, pese a estar sobre representados, no son capaces de ganar las mayorías necesarias para cambiar la constitución.

Es decir, no sólo no hay ninguna posibilidad de quedarnos en paz con la constitución actual, sino que además se podía cambiar sin tener que firmar el famoso acuerdo, ni hacer un plebiscito, pero para ello era necesario respetar una institucionalidad que por todos los medios quieren destruir.

Y ahora se viene el tercer y gran engaño. Mucha gente está asustada, se ha trabajado subconscientemente en establecer que, de ganar el Rechazo, Chile entraría en una fase aún más encarnizada de violencia y delincuencia y, por tanto, mejor que gane el Apruebo.

Quienes están detrás de la nueva constitución y en especial, quienes persiguen una convención constitucional, ya saben cómo negociar –“My Way or No Way– es decir, las cosas se hacen a mí manera o de ninguna manera. Y, por tanto, de ganar el “Apruebo” la redacción de la nueva constitución serácon la pistola en la cabeza.

Ya caímos en las dos primeras partes de esta gran estafa, no caigamos en la última y más trascendental. No podemos votar apruebo en el plebiscito -cuando sea que al final este se realice-, porque no estamos aprobando una nueva constitución, estamos aprobando que nos vuelen los sesos si no hacemos lo que ellos quieren.

La institucionalidad actual se creó para asegurar grandes mayorías y para asegurar acuerdos en los temas más importantes para nuestro país y su gente. El cambio constitucional ya está asegurado, no dejemos que éste se haga con la pistola en la cabeza.