La frase pertenece al expresidente argentino Mauricio Macri, y fue pronunciada en el 2018, cuando comenzaban las dudas sobre su plan económico. En ese entonces la cotización del dólar era cercana a los $25 pesos argentinos; hoy en el mercado negro está en $140. Parte importante de esa tremenda devaluación tiene que ver con el cambio de gobierno y las malas políticas que éste ha tomado.

Mucho se habla respecto del valor del dólar en Chile y qué información sobre las expectativas del futuro podría extraerse de su cotización. En la memoria colectiva está muy claro que un precio del cobre alto está íntimamente relacionado con un tipo de cambio bajo, tal cual ha sido la historia económica de los últimos 40 años. La última vez que el precio del cobre superó los US$4, el dólar rondaba los $500, y eso a pesar de que el petróleo, el principal producto de importación de Chile, estaba cerca de US$100 el barril, hoy en US$60. Entonces, si Chile exporta cobre e importa petróleo, ¿cómo es que con estos precios el dólar cuesta sobre $710 pesos, cuando debería costar más bien unos $550? Esa diferencia la explica mayoritariamente la incertidumbre política que ha introducido la discusión de una nueva Constitución, malas políticas públicas y el elevado nivel de populismo imperante.

Es más, cuando se analiza la trayectoria de la moneda china (Yuan) y el valor del dólar en pesos, la correlación es estrechísima producto de que el país asiático es nuestro principal socio comercial, situación que cambia abruptamente a partir de octubre de 2019. Este desacople no se produce por alteraciones en políticas comerciales de ambas naciones, pues no las ha habido; se explica por el estallido social y el cambio constitucional. Según el valor actual del Yuan, el dólar debería transarse cerca de los $630 pesos chilenos. Puesto de otra manera, el costo para los contribuyentes del proceso constituyente es cercano a los $100 pesos por dólar. Una cantidad inconmensurable de recursos que se dilapidan, por decisiones ineficientes del aparato político.

Entendámoslo bien, la depreciación de nuestra moneda respecto del dólar, a pesar de la mejora evidente de los términos de intercambio (más cobre por la misma unidad de petróleo), es una señal incuestionable de que los políticos están haciendo las cosas mal. Algunos podrán argumentar que la depreciación se explica por el COVID 19, pero si Chile figura en cualquier estadística comparativa dentro de los países más adelantados en materia de vacunación, por ende, muy adelantado en la solución, los inversionistas ya lo tendrían descontado, y resulta que el dólar, a pesar del precio del cobre y de que Chile será uno de los primeros en el mundo en conseguir inmunidad de rebaño, sigue en los $730.

Lamentablemente, la mayoría de los políticos en Chile hoy están más preocupados de capturar cuotas de poder que de otorgarle soluciones a sus votantes. Están más ocupados en terminar con las AFP, como si éstas fueran las culpables del bajo ahorro previsional, que en buscar un mecanismo sustentable en el largo plazo que otorgue mejores pensiones. Están obsesionados con los impuestos a todo el que genere riqueza, en vez de aprobar políticas que aceleren el crecimiento económico. Llama la atención que a nadie escandalice que la distribución del ingreso en Chile, antes y después de impuestos, no presente mayores cambios, lo que significa que los recursos que recibe el Estado de los contribuyentes, cerca de US$75.000 millones al año, se diluyan en burocracia y no llegue a los que realmente lo necesitan.

Tranqui con el dólar, no pasa nada… salvo que hoy nos cuesta sólo $200 más por unidad, pero no importa mientras los políticos sigan aumentando el tamaño del Estado, repartiendo bonos y nuestros ahorros previsionales, nosotros votaremos con más entusiasmo por ellos.  Como decía Mahatma Gandhi; “Si hay un inepto en el poder, es porque quienes lo eligieron están bien representados».

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