Cambiando triunfo seguro por resultado incierto

Mientras las dificultades de gobierno se concentraron en tener que responder por las fallas graves a la buena administración y las faltas a la probidad, el oficialismo estuvo a muy mal traer.

El efecto político era demoledor por la exposición diaria a lo que parecía un constante renovar de la información sobre faltas inexcusables en los ministerios. La administración Boric vivía su peor momento porque había recibido un ataque en un frente inesperado que afectaba la autopercepción como renovadores de la política.

El desgaste acumulado en corto tiempo se afianzaba como irreversible y no se le veía un fin próximo, por la aparición constante de nuevos focos y porque el número de denuncias extendía la sensación colectiva de una comprobada responsabilidad de gobierno.

El debate político se instaló al interior de las filas oficialistas y, en un primer momento, las reacciones colectivas de apoyo mutuo parecieron estar completamente ausentes.

Mientras esta crisis tuvo como protagonistas casi en exclusiva a actores del oficialismo, el debilitamiento continuo del gobierno no parecía encontrar término. La oposición tomaba palco y, sin moverse, cosechaba de la desgracia ajena.

Alguien tendrá que explicar después por qué, justo entonces, algunos sectores de la oposición pensaron que este era un buen momento para provocar una especie de rendición incondicional de la administración Boric.

Se buscó expresamente que el Ejecutivo reconociera las faltas detectadas como propias, pagando todos los costos políticos del caso, derrumbando ministros y condicionando el avance de una reforma como la previsional a la salida especifica de Giorgio Jackson. Un ultimátum fuera de proporción.

Este error de bulto, por parte de la UDI, son de aquellos que sólo se explican por el exceso de confianza y por la búsqueda de un atajo para la recuperación del liderazgo perdido dentro de la oposición.

Al poner al gobierno entre la espada y la pared, la administración Boric observó que el conflicto salía de la administración (su punto más débil) y pasaba al conflicto político de todo o nada (donde ha tenido siempre su mejor desempeño). Cambiado por voluntad ajena a un campo mucho más favorable, el oficialismo ha sabido aprovechar muy bien su posibilidad de recuperación.

Cuando el allegado pasa a dueño de casa

A lo largo de su historia, el gremialismo supo enfrentar a todos los retos provenientes de la izquierda. En esta confrontación perfiló su identidad característica. Ahora que el desafío proviene de su ala derecha, simplemente no ha sabido cómo reaccionar.

La UDI supo mantener una línea reconocible de actuación mientras a su lado se posicionaba un pequeño partido más radical. Mientras esa parecía ser la situación, y con la seguridad de tener a un lado una frontera segura, se estaba concentrando en atraer a electores más moderados.

Cuando este partido fue superado electoral y políticamente por Republicanos, se pasó del desconcierto a la inseguridad. Nunca más cierto que la peor astilla es la del propio palo. Ahora compite con un primo hermano que lo conoce muy bien, con el que comparten el mismo hábitat y el mismo electorado, pero que sostiene que es más coherente con los principios que lo animan.

El problema radica en que, para los electores gremialistas, la frontera entre los dos partidos es de libre tránsito, y si el primo hermano parece tener todas las de ganar, no se sabe por qué no pasarán una frontera marcada con tiza. Y eso opera con mayor razón en materia de preferencia presidencial, donde hace tiempo las opciones de triunfo son las que mandan a la hora de entregar respaldo.

Se habla mucho de los déficits del oficialismo. Aquí nos encontramos ante un déficit político gremialista. Enfocó el enfrentamiento con el gobierno como si se tratara de una batalla decisiva. Y, así enfocadas las cosas, no tenía cómo ganar. El resultado fue un rescate del gobierno al propiciar un conflicto político sin bordes claros.

Quienes reemplazaron a los fundadores en la dirección del partido han demostrado ser más propensos a ponerse nerviosos ante los reveses. Sus análisis han sido más primarios y sus conclusiones no pueden ser acusadas de demasiado sofisticadas.

Aspirando al mejor actor de reparto

Quienes están en La Moneda no han llegado allí porque sean un resumidero de puras debilidades. Como todos los actores políticos, combinan puntos fuertes y débiles por igual. Estos últimos se expresan en los eventos propiamente políticos y, sobre todo, cuando las opciones parecen ser las de blanco y negro.

Se puede comprobar que el gobierno, dejado a su propia inercia, tiende a cometer errores en gestión y a dividir su base de apoyo, pero bajo presión obtiene su mejor desempeño, se galvaniza y recupera la unidad perdida.

La UDI está intentando someter al gobierno, poniéndolo entre la espada y la pared. Este propósito excede con mucho sus fuerzas y consigue el resultado inverso.

El gremialismo se entretiene concentrándose en episodios como la reciente aprobación de la Cámara de que RD “pida perdón”. Son triunfos rápidos y sin proyección. Sus parlamentarios se muestran encantados, por lo que persistirán en la misma línea. Esta reincidencia lo instala en un papel secundario.

La UDI se posiciona por propia voluntad en un rol dependiente y complementario con los competidores en su sector. Pierde el rol de conducción al hacer el trabajo sucio y de mayor desgaste. Protagoniza el conflicto, mientras los demás facilitan los acuerdos en mayor o menor medida. De este modo aumenta su subordinación a la estrategia de Republicanos. Los más radicales actúan como ponderados y el partido de coalición se polariza y se mueve aislado de su coalición.

Kast es el líder indiscutido en su tienda, por lo que la unidad de dirección está garantizada; en medio del predominio de las acciones tácticas y de una dispersa actuación de sus parlamentarios, el gremialismo está irreconocible.

La opción de desbordar a Republicanos por la derecha no tiene espacio. Menos por su cuenta y riesgo, sin aliados. Ahora la UDI tendrá que retroceder. Como su inseguridad manifiesta no la abandona, terminará negociando con Kast un acuerdo para las elecciones municipales y regionales. Esto es razonable, pero los errores cometidos han debilitado mucho su opción presidencial. Mientras el trasvasije de apoyo continúa, la que dice que Evelyn Matthei es la mejor opción presidencial es la propia Matthei y no muchos más entusiastas.

El problema mayor es que Republicanos está siendo, a estas alturas, más UDI que la UDI, porque es más nítidamente algo definible y sin fisuras a la vista.

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